El valor del sufrimiento

Organizado por la universidad Campus Bio-Médico, se ha celebrado en Roma, el pasado 10 de noviembre, un simposio sobre "El significado del dolor en las enseñanzas del beato Josemaría Escrivá". En él han participado profesores universitarios del campo de la medicina, representantes de las autoridades sanitarias italianas y expertos de diferentes sectores de la ciencia y de la cultura.

Vincenzo Lorenzelli, Rector de la Universidad Campus Bio-Médico

El Rector de la Universidad Campus Bio-Médico, Vincenzo Lorenzelli, citando unas palabras de Juan Pablo II, señaló en la apertura de la jornada de estudio que es justo buscar modos eficaces de aliviar el dolor, pero que el sufrimiento sigue siendo una realidad fundamental de la vida humana con un particular significado cristiano.

El Simposio, que tuvo lugar en el aula magna del Consejo Nacional de Investigación, contó con la asistencia de más de 500 personas. Comenzó con una mesa redonda, moderada por el periodista Fabrizio del Noce, en la que intervinieron profesores de distintas universidades romanas y representantes del gobierno italiano.

La profesora Paola Binetti, del Campus Bio-Médico, dijo, recordando algunas de las enseñanzas del fundador del Opus Dei, que el dolor es una escuela de solidaridad y una oportunidad concreta para vivir la generosidad. El beato Josemaría recordó que sin una auténtica capacidad de sufrir con los demás y por los demás no es posible querer su bien, invitó a todos a hacerse cargo de los demás, a perdonarse recíprocamente. De esta manera el dolor se hace más soportable.

También intervinieron el viceministro italiano de Sanidad, Antonio Guidi, y el presidente de la Comisión de Higiene y Salud del Senado, Antonio Tommasini.

Antonio Guidi, basándose en su experiencia profesional como neuropsiquiatra infantil, afirmó que "con frecuencia, con la excusa de dar una vida mejor, existe el riesgo de realizar formas de selección, de racismo, de discriminación, que representan un rechazo de la vida verdaderamente inquietante". El viceministro añadió que "los jóvenes, los adultos y los ancianos, cuando encuentran lugares en los que practicar la solidaridad, el interés por los demás, responden con disponibilidad y con iniciativa".

Además de una exposición académica, Antonio Guidi quiso dar un testimonio personal, como discapacitado, y declaró que él había superado las dificultades de su condición física habituándose a convivir con el sufrimiento y con la problemática cotidiana de la enfermedad. "Por las inmensas posibilidades que la vida ofrece a todo el mundo, todos tienen derecho a venir al mundo y a ser ayudados por la familia y por la sociedad", dijo el viceministro.

Jóvenes ante el dolor

Por la tarde, el Simposio dio espacio a estudiantes de medicina y profesionales del Campus Bio-Médico, que pudieron intervenir en distintas mesas redondas.

Fabio Cacciapaglia, estudiante de 4º de Medicina, contó que aprendió a visitar a los enfermos siguiendo el ejemplo del beato Josemaría. "Antes ya había hecho algo, pero con la luz de las enseñanzas del fundador del Opus Dei cambió la óptica con la cual me relaciono con las personas que sufren. Antes hacía estas visitas con la convicción de aportar ayuda, como si pudiese resolver así un problema social. Ahora he descubierto que lo que se recibe, al entrar en contacto con el dolor, es mucho más de lo que se puede dar".

Uno de los testimonios más conmovedores de la jornada fue el del profesor Antonio Riccardi, director del Curso de “Management” sanitario que el Campus Bio-Médico organiza en colaboración con el Policlínico de Milán. Riccardi habló de su sexta hija, María, y de su infausto diagnóstico prenatal, que él y su mujer habían aceptado dolorosamente. Gracias a la oración y al apoyo de colegas y amigos, consiguieron no desanimarse: siguiendo el consejo que solía dar el beato Josemaría, reaccionaron con fe, sin escatimar medios humanos, como si todo dependiera sólo de la medicina, y rezando como si todo dependiera sólo de la oración. Cuando Antonio Riccardi terminó su intervención, su mujer llevó a la pequeña Maria hasta el estrado: era un testimonio vivo de confianza en Dios y en la ciencia médica.