El Papa León XIV realizó su primer viaje apostólico a Turquía y Líbano dejando mensajes de paz, diálogo y fraternidad. En el contexto de la conmemoración de los 1700 años del Concilio de Nicea, el viaje buscó promover el diálogo y la unidad entre los cristianos, así como el diálogo interreligioso en una región marcada por una rica historia y tensiones actuales.
En este libro electrónico recogemos las intervenciones públicas del Romano Pontífice durante esos días.
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Ademàs, destacamos una selección de temas que el Papa abordó en este viaje, donde transmitió un mensaje enfocado en la esperanza, la paz, la alegría cristiana, la fraternidad y la necesidad de dar testimonio y ser reflejo de Dios.
Mensaje de esperanza y de paz
«He deseado hacerme peregrino de esperanza en Medio Oriente, implorando a Dios el don de la paz para esta amada tierra, marcada por la inestabilidad, las guerras y el dolor».
«Desde el corazón del Mediterráneo, mi venerado predecesor se opuso a la “globalización de la indiferencia” con la invitación a sentir el dolor ajeno, a escuchar el grito de los pobres y de la tierra, inspirando así una acción compasiva, reflejo del único Dios, que es clemente y misericordioso».
«¡Sean constructores de paz, anunciadores de paz, testigos de paz!
Oriente Medio necesita actitudes nuevas, para rechazar la lógica de la venganza y la violencia, para superar las divisiones políticas, sociales y religiosas, para abrir capítulos nuevos bajo el signo de la reconciliación y la paz».
«Cuando el Señor habita en nosotros, la esperanza que Él nos da se vuelve fecunda para el mundo».

«La paz no es sólo fruto del esfuerzo humano, sino un don de Dios que transforma el corazón desde dentro».
«La paz se implora con la oración, con la penitencia, con la contemplación, con esa relación viva con el Señor que nos ayuda a discernir las palabras, los gestos y las acciones que debemos emprender».
Alegría y entusiasmo cristiano: llamados a dar testimonio
«Que esta oración [refiriéndose a la de san Francisco: "Oh, Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que lleve yo el amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la unión"] mantenga viva en ustedes la alegría del Evangelio, el entusiasmo cristiano. “Entusiasmo” significa "tener a Dios en el alma"».
«El padre Chárbel, al respecto, hablando de su experiencia de apostolado en las cárceles, dijo que precisamente allí, donde el mundo ve sólo muros y crímenes, en los ojos de los reclusos —a veces perdidos, a veces iluminados por una nueva esperanza— vemos la ternura del Padre que nunca se cansa de perdonar».
«Y cuando miramos con los ojos de Dios, descubrimos que Él ha escogido el camino de la pequeñez para descender en medio de nosotros. Este es el estilo del Señor que todos estamos llamados a testimoniar».
«Esta lógica de la pequeñez es la verdadera fuerza de la Iglesia. En efecto, esta fuerza no reside ni en sus recursos ni en sus estructuras, ni los frutos de su misión derivan del consenso numérico, de la potencia económica o de la relevancia social».

«San Pedro conoce a Jesús gracias al entusiasmo de su hermano Andrés (cf. Jn 1,40-42), quien, a su vez, junto con el apóstol Juan, es llevado al Señor por el celo de Juan el Bautista. San Agustín, siglos más tarde, llega a Cristo gracias a la ardiente predicación de san Ambrosio, y así muchos otros».
«En todo esto, también para nosotros hay una invitación a renovar en la fe la fuerza de nuestro testimonio. San Juan Crisóstomo, gran pastor de esta Iglesia, hablaba del encanto de la santidad como un signo más elocuente que muchos milagros».
Amor, unión y fraternidad frente a nuestros límites y fragilidad
«Se trata (...) de la invitación a buscar siempre, incluso dentro de las distintas percepciones, espiritualidades y culturas, la unidad y la esencialidad de la fe cristiana entorno a la centralidad de Cristo y a la Tradición de la Iglesia».
«A este engaño de las economías consumistas, en las que la soledad se convierte en negocio, conviene responder con una cultura que valore los afectos y los vínculos».
«Sólo juntos nos convertimos auténticamente en nosotros mismos. Sólo en el amor se profundiza nuestra interioridad y se fortalece nuestra identidad. Quien desprecia los vínculos fundamentales y no aprende a soportar incluso sus límites y fragilidades, se vuelve más fácilmente intolerante e incapaz de interactuar con un mundo complejo».

«Hoy más que nunca se necesitan personas que favorezcan el diálogo y lo practiquen con firme voluntad y paciente tenacidad».
«Este es el secreto de la caridad cristiana: antes que ser para los demás, se trata de estar con los demás, en un compartir basado en la fraternidad».
«Partiendo de la conciencia de que ya estamos unidos por este profundo vínculo, a través de un camino de adhesión cada vez más total a la Palabra de Dios revelada en Jesucristo y bajo la guía del Espíritu Santo, en el amor recíproco y en el diálogo, todos estamos invitados a superar el escándalo de las divisiones».

