El Decenario es una antigua costumbre cristiana con la que la Iglesia anima a sus fieles a preparar del mejor modo posible la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés, 7 semanas después de la Resurrección de Jesús.
Ofrecemos algunas oraciones al Espíritu Santo para preparar la fiesta de Pentecostés en formato PDF.
Comienza 10 días antes de la fiesta, es decir, el día de la Ascensión a los cielos. En ese día Jesús prometió a sus discípulos que les enviaría al Paráclito.
El fundador del Opus Dei describe así este momento de la historia de la Iglesia: “Pensemos ahora en aquellos días que siguieron a la Ascensión, en espera de la Pentecostés. Los discípulos, llenos de fe por el triunfo de Cristo resucitado y anhelantes ante la promesa del Espíritu Santo, quieren sentirse unidos, y los encontramos cum Maria matre Iesu, con Maria, la madre de Jesús. La oración de los discípulos acompaña a la oración de María: era la oración de una familia unida” (Es Cristo que pasa, n. 141).
Cuenta don Álvaro del Portillo, que “precisamente porque la Tercera Persona de la Trinidad es la menos invocada, nuestro Padre le tenía una devoción especial. No dudo en afirmar que el Padre, en su predicación, fue un gran heraldo de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad”.
“Me contó muchas veces que desde 1926 o 1927 había vivido con mucha intensidad la devoción a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Todos los años hacía el Decenario al Espíritu Santo, utilizando el libro de Francisca Javiera del Valle. En abril de 1934 compuso una oración al Paráclito que le entregó, manuscrita, a Ricardo Fernández Vallespín, entonces director de la primera Residencia del Opus Dei”.
“El Espíritu Santo realiza en el mundo las obras de Dios: es —como dice el himno litúrgico— dador de las gracias, luz de los corazones, huésped del alma, descanso en el trabajo, consuelo en el llanto. Sin su ayuda nada hay en el hombre que sea inocente y valioso, pues es El quien lava lo manchado, quien cura lo enfermo, quien enciende lo que está frío, quien endereza lo extraviado, quien conduce a los hombres hacia el puerto de la salvación y del gozo eterno” (Es Cristo que Pasa, n.130).