¿Cómo comenzó tu camino artístico?
Nací y crecí en Hawái. A los dieciocho años me mudé a Italia: me había graduado y deseaba emprender un camino artístico, y en Florencia hay una escuela de arte importante, la Sacred Art School.
Estudié arte sacro durante tres años y, una vez finalizados mis estudios, me convertí en profesor en la misma institución.
¿Tienes una obra o un artista favorito?
No tengo una obra ni un artista favorito. En general, me gusta mucho el arte francés del siglo XX, mientras que entre los artistas italianos admiro a Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael.
¿Qué relación existe entre tu fe y tu arte?
Cuando era más joven, no era muy creyente. Mi familia de origen era protestante, pero yo casi nunca asistía a los servicios religiosos. Sin embargo, cuando podía, entraba en las iglesias para admirar el arte que se exhibía en su interior.
En Florencia, en cambio, conocí a muchos jóvenes católicos y, gracias a ellos, mi esposa Mary —quien en ese entonces era mi novia y compañera de estudios— y yo sentimos el deseo de acercarnos a Cristo y ser parte de la Iglesia católica.
Para conocer mejor a Jesús y profundizar nuestro vínculo con Él, comenzamos a leer la Biblia. Desde entonces, entendimos que el Señor está realmente presente en la Eucaristía y que Él es el centro de todo.
Desde ese momento, siempre he tenido el deseo de servir al Señor con mis obras.
Como artista, deseo transmitir la belleza y, a través de ella, ayudar a las personas a acercarse a Jesucristo. Y, de hecho, cada vez que me encargan una obra sacra, es un honor, pero también una gran responsabilidad.

¿Se puede considerar el arte como una herramienta de evangelización?
Sí, una obra de arte ayuda a contemplar los misterios de la fe. Un ángel esculpido, por ejemplo, no es solo materia: nos recuerda la presencia de los ángeles y la comunión de los santos. Lo mismo ocurre con un crucifijo en el altar, que evoca el sacrificio de Cristo y nos ayuda a meditarlo.
El arte sacro no sólo tiene un valor económico, sino un significado profundo: es un puente entre el hombre y Dios. Como dice Dostoievski: “La belleza que salvará al mundo es Cristo”.
¿Qué iglesia en Estados Unidos y cuál en Italia te han impactado más profundamente?
He tenido el privilegio de realizar algunas obras para iglesias en Minnesota diseñadas por Emmanuel Masqueray, un artista y arquitecto francés. Su arquitectura me gusta mucho, es muy particular.
En Italia, me fascina el Duomo de Florencia, porque allí se conserva la Piedad Bandini de Miguel Ángel, que para mí tiene un significado especial. La devoción que transmite Miguel Ángel siempre ha sido una gran inspiración: muchos creen que él no estaba tan cercano al Señor, pero en sus crucifijos, en las deposiciones y en la misma Piedad se hace evidente su deseo de estar cerca de Jesús, un deseo que también tengo yo.
¿Hay alguna obra que hayas realizado a la que estés particularmente ligado?
Recientemente realicé una escultura de María para una ermita dedicada a la Virgen del Amor Hermoso en Los Ángeles. La estatua es de mármol, de tamaño natural, y el proceso fue largo. Entre el encargo, el boceto, la maqueta y la estatua final, tomó cinco meses, pero sin duda valió la pena.

¿Qué representa para ti el Jubileo de los artistas?
El arte y la arquitectura tienen un papel esencial en la fe. Y hoy más que nunca, es necesario mantener viva la tradición religiosa, tratar de transmitir la belleza y acercar a las personas al Señor.
El hecho de que haya un Jubileo dedicado a los artistas es muy importante: subraya el papel fundamental del arte, que no es solo una moda, sino un verdadero lenguaje que siempre se ha utilizado para difundir la belleza, especialmente en el mundo cristiano.