23 de agosto de 1971: Adeamus cum fiducia ad thronum gloriae

Poco sabemos de las gracias extraordinarias que recibió san Josemaría; pero sí algunas de ellas, como lo sucedido el 23 de agosto de 1971, mientras pasaba unos días en Caglio, en el norte de Italia.

Raramente comunicaba san Josemaría sucesos sobrenaturales. Tampoco sacaba a la luz pública episodios de esta índole, salvo si lo consideraba necesario para bien de la Obra y de sus hijos. De manera que, como es lógico, poco sabemos de las muchas gracias extraordinarias que recibió; pero sí algunas de ellas, como lo sucedido el 23 de agosto de 1971.

Pasaba unos días en Caglio, un pueblecito cercano a Como, en el norte de Italia. Esa mañana, después de celebrar misa y dar gracias, estaba leyendo el periódico cuando sintió que, con gran nitidez y fuerza irresistible, se imprimía en su alma una locución divina: Adeamus cum fiducia ad thronum gloriae ut misericordiam consequamur. Vayamos confiadamente al trono de la gloria para obtener misericordia.

La variante respecto al texto de la epístola a los Hebreos 4,16 es: “trono de la gloria”, en lugar de “trono de la gracia”. Explicaba el Fundador que la Señora es trono de la gloria en virtud de su constante e inseparable intimidad de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por medio de su intercesión nos dirigimos a Dios, apelando humildemente a su misericordia (cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 1130).

El Fundador tenía por costumbre recurrir a la intercesión de Nuestra Señora; y esta locución «le confirmó en la necesidad de dirigirse siempre a ella» (Javier Echevarría, Sum. 3276).

El Padre mandó a don Álvaro comunicar por escrito esta locución a los del Consejo; la única ocasión —testimonia Ernesto Juliá Díaz— en que recuerda que procediese de esta forma.

Es interesante lo que refiere Mons. Julián Herranz, que oyó de labios del Padre este episodio sobrenatural a poco de regresar de Caglio. Por entonces ya se había comenzado a trabajar en Cavabianca (sede definitiva del Colegio Romano de la Santa Cruz), y el Padre pidió que se colocase allí un bajorrelieve en piedra, que representase a la Virgen sentada en un trono y coronada por la Santísima Trinidad; en la base irían grabadas las palabras de la locución. Mientras se esperaba la solución jurídica del problema institucional de la Obra, el Padre sugirió que se recitasen como jaculatoria para obtener de Nuestra Señora la deseada solución. Cosa que durante años hicieron sus hijos.

«Por eso —testimonia Mons. Julián Herranz Casado— fue muy grande nuestro gozo y nuestra gratitud a la Santísima Virgen cuando el Papa (que nada sabía de esto) hizo pública su decisión de erigir el Opus Dei en Prelatura personal el 23 de agosto de 1982, aniversario de la especial luz divina recibida por el Fundador once años antes» (Sum. 4030).


Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, (III): Los caminos divinos de la tierra, Ed. Rialp, Madrid, 2002