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1. Amar nuestra realidad actual

“¿Quieres de verdad ser santo?”, preguntaba san Josemaría.

Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces”.

Este “santo de lo ordinario” nos invita a sumergirnos de verdad en la aventura de lo cotidiano: “No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca”.

2. Descubrir ese “algo divino” oculto tras los detalles

Decía san Josemaría: “Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado”.

¿Cómo encontrarlo, cómo establecer una relación con Él? “Sabedlo bien: hay algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que os toca a cada uno de vosotros descubrir”.

En el fondo, se trata de transformar todas las circunstancias del día a día, agradables o menos agradables, en una conversación con Dios. Y por tanto de contemplación: “Pero esa tarea vulgar —igual que la que realizan tus compañeros de oficio— ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta. Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica”.

3. Buscar la unidad de vida

Aquí está, según san Josemaría, la “materia prima” del diálogo con Dios. Se trata de “materializar la vida espiritual” para evitar la tentación de “llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas”.

4- Ver a Cristo en los demás

Nuestra vida cotidiana es esencialmente una vida de relaciones, familiares, amistosas, profesionales… Fuentes de alegría al igual que de tensiones inevitables. Según san Josemaría, el secreto es saber “reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. (…) Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad”.

Las relaciones cotidianas adquieren, desde ese momento, también, un relieve insospechado. “—Niño. —Enfermo. —Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él”.

5. Hacerlo todo por Amor

Todo lo que se hace por Amor adquiere hermosura y se engrandece”. No se trata de intentar hacer grandes acciones o esperar circunstancias extraordinarias para comportarse como un héroe. La cuestión es, más bien, esforzarse humildemente en el pequeño deber de cada momento poniendo todo el amor y hacerlo lo mejor de lo que seamos capaces.

5 pasos para santificar tu día a día (infografía descargable)