A ella le sobra sonrisa y no pierde nunca la ternura en el gesto, incluso cuando narra situaciones difíciles: “Al principio me agobiaba un poco, pero después pensé que la gente te lo dice con cariño, sin ánimo de molestar”. Y es que siempre lo ha tenido muy claro: “Si Dios me da hijos, pues perfecto. Pero si no, yo soy muy feliz con mi marido”.
Su historia es la de un amor presente desde los primeros recuerdos. Se conocieron en ‘parvulitos’ y Cloti confiesa que siempre estuvo enamorada de Antonio, pero la universidad y los estudios en distintas ciudades de España y el extranjero separaron sus caminos por un tiempo.
Fue su pueblo, Morón de la Frontera (Sevilla), quien volvió a reunirles: él montó un negocio de exportación de aceitunas y ella una óptica que ha sido premiada como empresa consolidada de la zona, por su buen hacer y aportación al municipio.
Tiempo después, Antonio y Cloti se casaron, no sin antes hablar en el noviazgo de temas esenciales que luego marcarían su proyecto común: “Hay cosas que hay que dejarlas claras siendo novios; por ejemplo, la educación de los hijos. Antonio me dijo que él no creía pero que en la Iglesia se transmiten unos valores que son muy buenos, por lo que no pondría ninguna pega para educar a los hijos en la religión católica”. En este sentido, Cloti impulsó y coordinó durante un tiempo un proyecto de formación cristiana y actividades deportivas y culturales dirigido a niñas y jóvenes de la región.
Y es que este matrimonio comparte muchas cosas, aunque la fe no sea una de ellas. Cloti, que es supernumeraria del Opus Dei, destaca que su marido ha sido siempre “muy respetuoso” con su práctica de la religión o con su interés por continuar formándose: “Yo hago mis retiros, mis convivencias… Y a él le parece fenomenal. Le gusta esa coherencia de ‘digo una cosa, pero también me esfuerzo en practicarla’”.
Lo que sí han compartido siempre es una inquietud social por mejorar su entorno y ayudar a las personas más vulnerables. Por su parte, Antonio puso en marcha –como una iniciativa privada y sin ánimo de lucro junto a un amigo– el Museo de la cal de Morón, un proyecto cultural que recupera y da visibilidad al oficio de los antiguos caleros de la sierra de esparteros y que ha conseguido reconocimientos internacionales como el de patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO. Y entre otros proyectos, Cloti, a través de la Fundación Multiópticas y Cáritas parroquial, impulsó la iniciativa Miradas solidarias gracias a la que han graduado y regalado gafas a personas sin recursos de la zona.
Una delicada e ineludible conversación
Sin duda, el respeto mutuo en temas de fe y los diversos proyectos vividos en el matrimonio es algo que a Cloti le emociona, pero también la realidad de que después de una boda no siempre llegan los hijos: “Como a los dos años de casados no me quedaba embarazada decidí hacerme unas pruebas y mi marido me acompañó en todo momento. Después de algunos tratamientos naturales, seguía sin quedarme embarazada. En una de las clínicas me dijo la directora que los tratamientos no me iban a funcionar para nada –por la edad– y sólo sería factible la fecundación in vitro”.
Esta opción Cloti no la barajaba por las implicaciones morales que presenta, y entonces empezó a preocuparse por cómo estaría Antonio en un futuro sin hijos: “Pensé que él tenía la misma necesidad que yo de ser padre porque es una persona muy cariñosa con los niños. Nuestros sobrinos tienen verdadera pasión por el tío Antonio”. Por eso, Cloti necesitaba tener una delicada e ineludible conversación con su marido sobre su matrimonio.
Con la voz entrecortada de la emoción, Cloti recuerda lo que Antonio le dijo, con naturalidad y cariño, sobre su amor elegido como esposos: “Yo te he acompañado a los tratamientos porque sé que muchas mujeres tenéis la necesidad de ser madres, pero lo tengo muy claro: yo contigo ya tengo una familia, no necesito tener niños”. Aquellas palabras le dieron la paz que le faltaba para vivir plenamente la felicidad que le aporta su matrimonio.
Con una sonrisa que no se apaga, Cloti recalca lo feliz que es de estar casada con Antonio, de haber apostado por esa vocación compartida, con una fecundidad que va más allá de los hijos: “Le doy muchas gracias a Dios”.