Os he llamado amigos (II): Para iluminar la tierra
El "mandamiento nuevo" que nos confió Jesús al final de su vida en la tierra descubrió una nueva dimensión de la amistad humana: se trata de auténtico apostolado.
Os he llamado amigos (I): ¿Dios tiene amigos?
Dios siempre ha buscado activamente la amistad con los hombres, ofreciéndonos vivir en comunión con Él. Ni la debilidad humana ni el polvo del camino le han hecho cambiar de opinión. Dejarnos abrazar por ese Amor incondicional nos llena de luz y de fuerza para ofrecerlo a los demás.
Algo grande y que sea amor (X): ¡Somos apóstoles!
Para un cristiano el apostolado no es simplemente un encargo que supone ciertas horas; ni siquiera un trabajo importante: es una necesidad que brota de un corazón que se ha hecho «un solo cuerpo y un solo espíritu» con el Señor.
Para mí, vivir es Cristo (VII): apóstoles en medio del mundo. Sentido de misión (II)
El dinamismo propio del apostolado es la caridad, que es don divino: «en un hijo de Dios, amistad y caridad forman una sola cosa: luz divina que da calor» (Forja, 565). La Iglesia crece por medio de la caridad de sus fieles y, solo después, llegan la estructura y la organización, como frutos de esa caridad y para estar al servicio de ella.
Para mí, vivir es Cristo (VI): amados, llamados, enviados. Sentido de misión (I)
Vivir con sentido de misión es saberse enviados por el Señor para llevar su Amor a quienes tenemos cerca. Esto supone decidir en cada momento –bajo el impulso del Espíritu Santo– qué hacer, en función de esa misión que da contenido y finalidad a nuestro paso por la tierra.





