¡El corazón! De vez en cuando, sin poder evitarlo, se proyecta una sombra de luz humana, un recuerdo torpe, triste, "pueblerino"...
–Acude enseguida al Sagrario, física o espiritualmente: y tornarás a la luz, a la alegría, a la Vida. (Surco, 817)
Asoma muchas veces la cabeza al oratorio, para decirle a Jesús: ...me abandono en tus brazos.
–Deja a sus pies lo que tienes: ¡tus miserias!
–De este modo, a pesar de la turbamulta de cosas que llevas detrás de ti, nunca me perderás la paz. (Forja, 306)
Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti.
–Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres..., y cómo lo recibes tú.
–Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas –¡muchas!– sigan igual camino. (Forja, 887)