Durante este encuentro, se van sucediendo preguntas de todo tipo de personas, con las que cuentan a san Josemaría sus preocupaciones: un padre de familia que no sabe si le conviene dedicar tiempo a una labor social, otro que quiere saber cómo contagiar la alegría de la fe.
Una madre de familia, viuda, con varios hijos pregunta cómo ser fuerte para educarlos. Otro, profesor universitario, habla de la libertad de enseñanza… También está una enferma que quiere saber cómo ayudar más al crecimiento del Opus Dei, una pregunta sobre la vocación de los hijos, etc.
San Josemaría termina con una bendición para la Argentina, y –como están presentes personas de los países vecinos– también a Uruguay y Paraguay:
“Y ahora os doy la bendición. (…) Para toda la tierra Argentina, para aquellos bosques maravillosos para Paraguay, para aquella tierra del otro lado del Plata: la bendición de Dios Omnipotente, la protección de la Madre del Cielo, y para vuestros hogares, para vuestros hijos y para las guitarras de vuestros hijos, para la alegría de vuestros corazones. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.