La coincidencia con la Semana Santa ha retrasado la celebración de la marcha al Cielo de Montse, que tuvo lugar el 26 de marzo de 1959, hace ahora 57 años, pero no ha menguado el cariño de familiares, amigos y fieles que acudieron para rezar por ella y pedirle su ayuda para tantas pequeñas y grandes necesidades. El rector del Oratorio, Ignasi Sala, ofició la Misa de modo solemne, con el altar adornado de anturios, cantos y acompañamiento de órgano.
En la homilía recordó que estamos en el año de la Misericordia y explicó que había elegido el Evangelio de las bienaventuranzas porque el ejemplo de quienes lucharon por vivirlas nos ayuda en el camino de la santidad. “Montse, además, es un referente especialmente cercano para la gente joven: gracias a su correspondencia a la formación cristiana que recibió en su familia, en los colegios donde estudió –los de Niño Jesús y Jesús María- y, más adelante, en el club juvenil Llar, se fue forjando en el amor de Dios y de los demás”.
“Aunque recordamos más los últimos meses, a lo largo de su corta vida fue diciendo ‘sí’ a Dios en las cosas pequeñas, con admirable sencillez, para luego -cuando llegó la enfermedad- poder decirlo en las grandes, como se reza en la estampa para la devoción privada”.
El rector destacó también la devoción que le tienen a Montse tantas personas y cómo se refleja en el libro de firmas que está en la cripta, muy visitada por grupos, personas de lugares cercanos y distantes también; y sobre todo por jóvenes que participan en el Congreso Univ, en Roma, y que pasan por Barcelona de camino a Italia.
El acto finalizó con un responso en la cripta donde descansan sus restos mortales, una capilla luminosa con la Anunciación en el retablo. Frente a la entrada, al lado de la lápida de Montse, la talla de la Virgen de Montserrat que tenía en casa de sus padres, a la que tanto le rezó, adornada con flores sencillas, de vivos colores.