La Madre Teresa y el beato Josemaría Escrivá de Balaguer

Testimonio del Rev. Brian Kolodiejchuck, M.C., postulador de la causa de canonización de la Madre Teresa de Calcuta, con ocasión de la presentación del libro “Un santo per amico” que tuvo lugar en Roma el 26 de febrero.

Es sorprendente comprobar qué distintos resultan los carismas y los caracteres de los santos en la Iglesia. A veces parece incluso que se oponen entre sí, pero cuando se llega a conocer con profundidad la vida y el espíritu de cada uno, se acaba por percibir el común denominador que les une: ser reflejo del modo de ser de Cristo, el Santo por excelencia.

Así sucede en el caso de dos de los grandes personajes de la Iglesia Católica del siglo XX: el beato Josemaría y la Madre Teresa, dos personas y dos carismas muy diversos, y al mismo tiempo con tantos puntos compartidos.

Ya es casualidad la coincidencia temporal: la Providencia divina quiso que en los mismos días en que la Madre Teresa llegaba a Dublín desde Skopje (Macedonia) para iniciar su vida religiosa, a finales de septiembre o a principios de octubre de 1928, el beato Josemaría, en Madrid, viera la Voluntad de Dios acerca de lo que sería el Opus Dei.

Entre esos puntos en común no puedo dejar de señalar el gran amor a la Iglesia, al Papa, a la confesión sacramental; o la fe indiscutida en el valor de la oración como punto de partida de toda acción apostólica; y tantas otros aspectos, como la capacidad de emprender ambiciosas iniciativas de servicio a los demás.

Incluso algunas facetas del carácter de los dos reflejan muchas veces este común denominador, y también la capacidad de resolver en un instante problemas en apariencia humanamente irresolubles.

Entre otros muchos, quisiera detenerme a comentar un punto particularmente característico del carisma de la Madre Teresa: su amor por los pobres, por los enfermos, por los moribundos; en definitiva, por los más necesitados de ayuda. En ellos, la Madre Teresa veía al mismo Cristo.

También en la vida del beato Josemaría encontramos un gran compromiso por ayudar a Cristo presente en las personas que padecen necesidades. No sólo mediante el gran esfuerzo que realiza el Opus Dei por formar a las personas, manifestado en tantos centros, colegios, universidades, etc.

Existe también un gran esfuerzo de compromiso social por mejorar las condiciones de todos los seres humanos y, más importante aún, de ser capaces de entender el sentido verdadero y el valor sobrenatural de estos sufrimientos.

Lo vemos muy en particular en los primeros años de la historia del Opus Dei, como se recoge en varios de los testimonios recopilados en este libro, y sobre todo en las palabras de quienes fueron testigos del trabajo pastoral del beato Josemaría en los hospitales de Madrid, como Sor María Jesús Sanz, Asunción Muñoz y sor Isabel Martín. Los pobres, los enfermos, los desahuciados, fueron las armas para vencer en su batalla de que el Opus Dei echara a andar.

En ambos casos, tanto para el fundador del Opus Dei como para la Madre Teresa, en la raíz de este compromiso se advertía la fe, que les hacía descubrir a Cristo en cada hombre.