Tu amigo

Un día le di a mi padre la estampa de san Josemaría y desde entonces nunca se separó de ella.

Este testimonio tenía que haberlo publicado desde hace mucho tiempo, pero creo que el protagonista (que ya está en el cielo) me ha hecho un recordatorio. Mi papá se llamaba Y., venía de una familia judía (tradicional) que había salido de Polonia un poco antes de la segunda guerra mundial. Por cosas de la vida, él nació en Colombia, pero se erradicó en Ecuador donde conoció a mi madre y después de algunos años de matrimonio nací yo. Tengo una gran amiga que dice que san Josemaría siempre nos cuida y prepara el camino. Yo estudiaba en el colegio de chicas de la Obra en Quito.

"Creo que tu amigo me cuidó"

El tiempo pasó y yo empecé a tener un cariño especial por san Josemaría; así que le puse estampas de él en todos los blazers de mi padre. Un día nos llamaron a decir que papá había tenido un accidente muy grave y que teníamos que ir al hospital. Tuve que ir sola, porque mi mamá estaba fuera de la ciudad. Al ingresar a la habitación de la clínica y saber cómo había sido el accidente, yo esperaba verlo todo entubado, porque el auto había dado vueltas de campana en una de las autopistas más grandes de la ciudad. Al contrario, cuando entré, me sonrió y sacó una de las estampitas y me dijo: "Creo que tu amigo me cuidó", y se levantó como si nada. Yo le di un gran abrazo y fuimos juntos al oratorio del hospital a dar gracias a Dios y a mi "amigo". Pero este es sólo el inicio de una gran amistad.

Mi papá fumaba mucho así que estuvo algunas veces en terapia intensiva por esta causa. Cada vez que lo llevaban me decía: “Dame a tu "amigo", que él me cuida”. Una vez le dio una neumonía tan fuerte que casi se muere. Lo único que hice fue rezar y decirle a Jesús que si se lo iba a llevar al cielo no importaba que se lo llevara (al final todos hemos nacido para regresar con Él) pero, de lo contrario, que aguantara un poquito más. Se curó milagrosamente, pero quedó con muchas secuelas. Le tocó vivir cinco años con infartos cerebrales y demás, cada día se apagaba como una lamparita.

Un día encontré la tertulia del Padre con una joven judía en el que san Josemaría le decía que quiere mucho a los judíos porque Jesús y la Virgen son judíos y son los amores de su vida. Fui corriendo a contarle a mi papá que ya sabía por qué san Josemaría lo cuidaba tanto y él, bromeando, me dijo: "Siempre te he dicho que este hombre es muy inteligente". Durante toda su enfermedad tenía frente a su cama la foto de su primera nieta y la estampa de san Josemaría. Yo le preguntaba si ofrecíamos la enfermedad para ir al cielo y él aceptaba con sus ojos.

Seguro que se fue al cielo porque nunca había visto tanta paz en la cara de un difunto

Llegó el día de su partida: fue una larga agonía. Le conté lo que sucedía a un sacerdote que es prácticamente de la familia y él me dijo: “Conversa con su ángel custodio”. Yo tomé un cuadro de la Virgen de Guadalupe y se lo enseñé a mi padre (me acordaba de san Josemaría) y le dije a su custodio: "Última batalla: cualquier cosa, le avisas a san Josemaría y a la Virgen". Seguro que se fue al cielo porque nunca había visto tanta paz en la cara de un difunto. Así que imagino que estos grandes amigos me cuidan ahora desde arriba.

D.L.W., Ecuador


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