Eliana Palma es una abuela chilena que comparte en esta entrevista su visión acerca del papel que los abuelos tienen en las familias y en la sociedad y cuenta cómo ha sido feliz en los 60 años que ha vivido junto a su marido, Tito.
1) Estamos trascurriendo el año de la misericordia, y tanto jóvenes como mayores estamos invitados a vivirlo. ¿Cómo crees que los abuelos podrían encarar este año de la misericordia? Desde la experiencia de los años, ¿qué rol crees que juega la misericordia en la vida de una persona?
Como es lógico, los abuelos tenemos una cierta ventaja respecto a los jóvenes: hemos visto muchas cosas en la vida y por eso la observamos quizás con otros ojos. Cuando uno es joven desea que todo salga bien a la primera. Se es muy amigo de la perfección, del perfeccionismo quiero decir. También en el matrimonio. Pero la vida va mostrando que esto no siempre es posible. Y que los tropiezos son casi más frecuentes que las victorias. Al final, cuando uno tiene cierta edad, comprende la importancia de tener a alguien cerca que lo sostenga. Y eso son los abuelos en la vida de las personas. Una casa con las puertas abiertas. Es un poco así, pero de los abuelos casi siempre se acuerda la gente en los momentos difíciles. Parece que esa es parte de su misión. Apoyar en esas situaciones. En el fondo, ser abuelo es ser misericordioso. Nos resulta más fácil hacer vista gorda a los defectos de nuestros hijos y nietos para ver, en cambio, el montón de cosa buenas que tienen. Es el regalo que Dios nos da cuando pasan los años.
Eso son los abuelos en la vida de las personas. Una casa con las puertas abiertas
Me gusta pensar que Dios también nos ve así. Tiene algo de abuelo. Así es su misericordia, es lo que nos mantiene en pie. Dios es también la casa de puertas abiertas. Como los abuelos, muchos se acuerdan de él en los momentos duros de la vida. Y allí está siempre esperando para acompañar y animar a seguir caminando.
Pero delante de Dios todos somos niños. Los abuelos también. Por mucho que tengamos años de experiencia y hayamos visto de todo, Dios ha visto siempre más. Y es bonito saber que da igual el momento de la vida en el que estás, Dios siempre estará esperándote con los brazos abiertos.
Me gusta pensar que Dios también nos ve así. Tiene algo de abuelo. Así es su misericordia, es lo que nos mantiene en pie. Dios es también la casa de puertas abiertas. Como los abuelos, muchos se acuerdan de él en los momentos duros de la vida.
2) Eliana, cuéntanos un poco sobre ti
Nací en una pequeña ciudad en el centro de Chile, Limache, en una familia donde soy la cuarta de cinco hijos. Tuve una infancia muy feliz, bastante sencilla, junto a mis papás y hermanos. El año pasado fallecieron dos de ellos con una diferencia de una semana. Mi hermana menor falleció también hace varios años. Hoy quedamos mi hermana mayor que está muy enferma y yo.
3) Has estado casada por 61 años. ¿Cómo fue posible esta fidelidad y constancia en el Matrimonio?
Sí, con Tito alcanzamos a estar casados y juntos acá en la tierra durante 60 años. Hoy ya son 61. Él falleció el 21 de octubre del año pasado. Se había enfermado hace 8 años.
Mi marido fue un hombre buenísimo. El amor de mi vida. Era un hombre noble con muchas virtudes. Me pasé la vida aprendiendo de él, y eso me hizo muchísimo bien. Lo admiré siempre y cada día más. Y esto durante todos los años en que estuvo bien de salud y también durante esos años de enfermedad en que estuvo muy limitado.
La fidelidad en el matrimonio nunca me la planteé. No era un tema. Para mí fue algo obvio, fue lo que vi en mis padres y él en los suyos. Tito me quiso muchísimo y siempre me lo decía. Y se lo agradezco. Sabíamos que debíamos hacernos felices el uno al otro, en las pequeñas y grandes cosas. Esa era nuestro matrimonio. Y eso era lo que también deseábamos transmitir a nuestros hijos y nietos.
A veces, cuando escucho sobre tantas separaciones, se me viene a la mente que éramos de la época en que lo que se trizaba se arreglaba y no se desechaba como se hace hoy. Arreglar cuantas veces sea necesario, pero ni pensar en desechar. Creo que tener esto en mente ayuda mucho.
4) Tienes hijos y nietos, incluso algunos de ellos han vivido contigo, en la misma casa, durante varios años. ¿Cómo ha sido esa experiencia para ti? ¿Qué rol crees que juegan los abuelos en esta situación?
Tenemos cuatro hijos y quince nietos. En el año 1994 llegó a vivir a nuestra casa la familia de mi hija, con seis niños. El mayor de 12 años y el menor, recién nacido. Con Tito nos volcamos sobre esos seis nietos. Vimos siempre esta situación tan especial como venida de Dios. Sin duda alguna, Él nos daba la fortaleza. Nunca nos sentimos cansados. Pensamos que estábamos jugando un rol importante en esa situación.
Los nietos ahora están más grandes. El mayor tiene 34 años y el menor 22. Y los papeles parece que empiezan a darse vuelta, porque han sido grandes apoyos tanto para mi marido como para mí. Entre ellos hay un sacerdote. ¡Así de generoso es Dios!
Se me quedaron muy grabadas unas palabras del Papa en una de sus catequesis sobre la familia: “un pueblo que no custodia a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria, ha perdido la memoria”.
Siempre hemos sido de esos abuelos que han respetado absolutamente la libertad tanto de nuestros hijos como de nuestros nietos. Dios estaba siempre presente, pero entraba en las vidas más por el ambiente que por las palabras. También lo digo en el sentido de que no impusimos jamás fechas o días en que “debíamos” juntarnos. Eso debía nacer del “querer hacerlo”. Pienso que a los abuelos, cuando se les toma en cuenta, cuando se les demuestra cariño y preocupación, pueden dejar huellas muy buenas en sus nietos. Por eso me apena ver nietos que no toman en cuenta a sus abuelos. Y padres que no se los acercan. Gracias a Dios, nuestra experiencia ha sido justamente la contraria.
5) En la catequesis sobre la familia, el Papa Francisco ha dicho que las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los jóvenes. ¿Tú qué piensas de esto? ¿Cuál ha sido tu experiencia con tus nietos? ¿Cuál crees es la responsabilidad de los abuelos en este sentido?
Así es. De hecho, se me quedaron muy grabadas unas palabras del Papa en una de sus catequesis sobre la familia: “un pueblo que no custodia a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria, ha perdido la memoria”. Excluirlos es como rechazar el pasado. Duele ver cómo muchas veces se les considera una carga. Me acuerdo cuando mis abuelos nos contaban sus historias de vida. ¡Con qué atención les escuchábamos! Entonces no nos imaginábamos el bien que eso nos traería y el ejemplo que nos estaban dando.
Entre tantos recuerdos, tengo uno de un nieto, hoy médico, que siendo muy pequeño, se sentaba en el piso frente a mi marido y le decía muy serio, mirándole a los ojos: “Nonno, ¿conversemos?”. Ahí se notaba claramente cómo le atraían sus palabras. Hablar con el abuelo no era ningún aburrimiento ni menos una obligación. Luego, ya mayores, veíamos sus distintos intereses por querer saber nuestra opinión sobre libros, flores, historia, maquinarias, actualidad, la ciudad, el país y un largo etcétera. Pienso que una de las principales cosas que les atrajo fue que nos veían siempre disponibles para lo que quisieran preguntarnos o decirnos. Había que evitar el aura de abuelo o abuela sin tiempo, ganas o fuerzas para estar con sus nietos. También tengo que decir que nosotros hemos aprendido muchísimo de ellos. Y que sus ganas era quizás iguales a las nuestras por estar con ellos.
A los padres que aún les cuesta darse cuenta que los abuelos podemos ser una ayuda cuando se nos pide, les diría que mientras sus padres gocen de salud, y siempre, no dejen de acercarlos a sus hijos.
6) Hemos dicho que los años y la experiencia de la vida son una ventaja. Envejecer también tiene retos y dificultades. ¿Qué ha sido en tu opinión lo más difícil y como lo superas?
Siempre he visto el envejecer como algo muy normal, como algo que tarde o temprano también le llega a uno. La vida pasa sumamente rápida y es importante seguir adelante con muchísima esperanza.
Creo que lo más difícil que me ha tocado enfrentar ha sido la enfermedad irreversible de Tito y luego su muerte. Aunque yo misma me sorprendo al ver cómo esa gran cantidad de buenos recuerdos que dejó me ha facilitado enormemente seguir adelante. Mi marido era 11 años mayor. Cuando enfermó, que fue algo muy repentino, tuvimos ocasión de ir viendo con mis hijos y nietos, cómo iba desgastándose y cómo eso nos iba agrandando el corazón. Íbamos sintiendo más y más ternura hacia él, que fue una persona que siempre nos protegió. Ahora lo hacíamos nosotros. Queríamos cuidarlo, regalonearlo más y más. El haberlo tenido con nosotros 8 años enfermo fue para todos un gran regalo, una gran bendición. Es una página imborrable en la historia de nuestra familia. Algo de pena y de dolor, pero en un marco de mucha alegría y unidad.
7) ¿Qué consejos le darías a una pareja de recién casados que están empezando a formar una familia?
A esas parejas de recién casados les diría que el matrimonio es un camino maravilloso. Un camino para recorrer juntos. Es bueno ser realistas y saber que no existe el matrimonio “color de rosa”. A veces idealizamos demasiado las cosas. Pero sí es posible luchar para ir convirtiendo este camino en algo muy hermoso y "entusiasmante".
Muchas veces habrá desencuentros, pero es lo natural y si existe buena voluntad, saldrán queriéndose todavía más. Es una mala idea pensar que una dificultad es ya un motivo para pensar en la separación. O para asustarse. Les diría también que la confianza y el respeto son fundamentales. Y eso significa tratarse bien, de palabra y con los hechos. Otra cosa es aprender a perdonar, también en las tonterías de cada día, que a veces son las más difíciles. Es absurdo discutir para resolver “quien tiene la razón”. Esa mentalidad envenena el matrimonio. Pensar en el futuro, soñar juntos. Querer envejecer juntos. Eso produce una gran ilusión.
El camino del matrimonio para quienes lo hemos recorrido y para los que empiezan a hacerlo, es maravilloso. Vale la pena desgastarse por llevarlo adelante.
Para nosotros, y pienso que para todos, es muy importante que Dios sea el centro de la familia. Recurrir a Él, agradecerle todo. Agradecerle cada día que me haya regalado a mi marido, a mi mujer. Rezar y sufrir juntos es de las cosas que más unen. Dios al centro es lo que más une. El camino del matrimonio para quienes lo hemos recorrido y para los que empiezan a hacerlo, es maravilloso. Vale la pena desgastarse por llevarlo adelante.