Busqué la llave sin suerte y al otro día recé la oración de Josemaría Escrivá pidiendo encontrar el llavero. Efectivamente lo encontré: estaba a dos metros del lugar donde se me había caído, y a un metro de una boca de tormenta. ¡La llave quedó trabada entre dos piedras y por un pelito no se la llevó la intensa correntada!
A un metro de la boca de la tormenta
Un sábado de noche muy lluvioso iba en auto al cumpleaños de un amigo. Al llegar estacioné, abrí la puerta y se me cayó la llave del coche, que desapareció en el chorro de agua que corría al lado del cordón de la vereda.
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