Un apostolado optimista

Don Álvaro escribe que, en la labor de apostolado, hemos de confiar en la fuerza transformadora de la gracia de Dios, con optimismo: "La oración es la palanca que mueve el Corazón Misericordioso del Salvador".

“Deseo con estas líneas impulsaros a realizar un apostolado cada vez más intenso, plenamente confiados en el Señor. Pensad (…) en la fuerza transformadora de la gracia divina, capaz de esclarecer las inteligencias más ciegas, hasta el punto de convertir, en un solo instante, al perseguidor Saulo en el Apóstol Pablo. Estos prodigios se siguen realizando también en nuestros días.

(…)

Sed, pues, optimistas, aunque la realidad concreta que muchas veces palpáis a vuestro alrededor sea difícil. No basamos nuestra esperanza en los medios humanos –aunque hemos de poner todos los que estén a nuestro alcance-, sino en Jesucristo Nuestro Señor, que es Dominus dominantium (Ap. 19, 16), Señor de los que dominan, que ha conquistado el mundo entero mediante su Sacrificio en la Cruz.

Os parecerá a veces que el non serviam!, que tantos hombres y mujeres pronuncian tristemente con sus vidas, compone un clamor más fuerte que el serviam! que –con la gracia divina- sale cada día de los labios y de los corazones de todos los que deseamos ser dóciles a la gracia. No os dejéis engañar por las apariencias. Os repito que el Señor triunfa siempre.

(…)

La oración es nuestra fuerza. Es la palanca que mueve el Corazón Misericordioso del Salvador, siempre dispuesto a ayudar a los suyos. (…) Pero es bueno que le urjamos. Si nos exigimos a fondo en nuestra lucha cotidiana, hijas e hijos míos, veréis cómo resurge la Iglesia en todo el mundo, cómo arraiga la fe en tantas almas; si en cambio no peleamos, aun estando ayudados por la gracia, engrosaremos el clamor de ese non serviam!, con una grave responsabilidad de nuestra parte, puesto que Dios nos ha llamado con especial confianza. (…)

Con la oración constante (…), ha de ir inseparablemente unido el esfuerzo diario de cada uno por impregnar de espíritu cristiano el ámbito en el que se mueve. No penséis que podéis contribuir muy poco: cada uno, cada una, puede llegar a mucho, porque la eficacia apostólica depende, en primer lugar, de vuestro amor a Dios y de la visión sobrenatural con que realicéis el apostolado entre quienes os rodean.

Pero déjame que te pregunte, hijo mío: ¿cómo has aprovechado este año las ocasiones que se te han presentado para acercar las almas a Dios? ¿Has procurado insistir una vez y otra, sin desanimarte por la aparente falta de correspondencia de parte de algunas personas? ¿Has buscado nuevas vías para llegar a más gente? Y, fundamentalmente: ¿somos apóstoles que basan su acción en una oración profunda y en una abundante mortificación? ¿Trabajamos con perfección por el Señor, ofreciendo un ejemplo claro de cristianos coherentes, en el ejercicio de nuestra labor profesional? ¿Nos esforzamos por aprender de los demás, mirando sus virtudes y sus cualidades?” (Carta, 1-XII-1990, III, n. 110-112)