1. Introducción
2. La situación política de Chile
3. La situación de la Iglesia católica
4. San Josemaría y el Opus Dei en Chile
5. El viaje a Chile
6. Cronología del viaje
7. Las reuniones con san Josemaría
8. Reflexiones finales
Estudio publicado por María Eugenia Ossandón Widow en el número 11 de la revista Studia et Documenta. Agradecemos el permiso para reproducirlo.
Artículos relacionados: Tras los tiempos de sangre: Josemaría Escrivá en el Chile de Pinochet - ¿Qué nos dijo san Josemaría a los chilenos hace 50 años? - Los comienzos y el desarrollo de la Obra en Chile
Introducción
Han pasado más de cuarenta años desde la visita de san Josemaría Escrivá de Balaguer a Chile, que tuvo lugar del 28 de junio al 9 de julio de 1974.
Ese viaje constituyó la tercera escala de un largo periplo por el continente americano. Antes de llegar a Santiago, Escrivá estuvo en São Paulo y en Buenos Aires. Aunque hay aspectos comunes con la estancia en los diversos países americanos, los días transcurridos en Chile tuvieron características propias: la más evidente fue que no hubo encuentros multitudinarios (como en Brasil y Argentina), como se explicará más adelante, y san Josemaría gozó de relativa buena salud (después de estar en Santiago tuvo que guardar cama y no se recuperó del todo hasta volver a Roma). El fundador del Opus Dei falleció el 26 de junio de 1975, por lo que se podría afirmar que el último año de su vida lo comenzó a vivir en Buenos Aires y en Santiago de Chile.
Las condiciones políticas de algunos de los diversos países latinoamericanos eran bastante delicadas. En Chile, después de un Gobierno de corte marxista, se había instalado una junta militar. La sociedad estaba dividida, fuertemente politizada, y el mundo eclesiástico no había quedado al margen de esa situación. En estas líneas se presenta en forma resumida el contexto del viaje.
Las principales fuentes utilizadas han sido los diarios y las transcripciones de los encuentros de Mons. Escrivá de Balaguer con grupos numerosos. De particular interés es el diario escrito por Alejandro Cantero (Diario del viaje a América), médico que acompañó a san Josemaría en todo el itine- rario, el Diario del Centro Alameda (centro del Opus Dei anejo a la sede de la Comisión Regional del Opus Dei en Chile) durante los días de la estancia del fundador en Chile; y otro cuaderno pequeño en el que Adolfo Rodríguez –entonces consiliario de la Obra en el país– registró el horario y el calendario de actividades de esos días. Se consultaron también los diarios de los centros del Opus Dei que visitó san Josemaría. Todos estos documentos están conservados en el Archivo General de la Prelatura del Opus Dei (AGP).
Se han revisado todas las transcripciones de las reuniones de Escrivá con grupos numerosos (solo esas fueron registradas y posteriormente transcritas); algunas de estas, además, fueron filmadas. De los otros encuentros con el fundador únicamente queda constancia en los diarios, donde se recogen algunas ideas de lo que se habló en esos momentos.
Otras fuentes examinadas fueron las relaciones testimoniales redactadas por quienes estuvieron con Escrivá de Balaguer en Chile, en vistas a su proceso de canonización. Algunos –no sólo miembros del Opus Dei– quisieron dejar por escrito sus recuerdos e impresiones de esa visita; la mayoría lo hizo en 1975, un año después de la estancia de san Josemaría en Chile, por lo que los textos se pueden considerar bastante fidedignos. Algunos de los autores refieren que en la redacción de sus evocaciones se apoyaron en cartas o apuntes personales de los momentos en los que estuvieron con el fundador.
Como el viaje se mantuvo en estricta privacidad, no hay otras fuentes como periódicos o revistas[1].
La situación política de Chile
En 1974 el Gobierno chileno estaba en manos de una junta militar que había asumido el poder después de derrocar a Salvador Allende Gossens.
Allende, médico, miembro del Partido Socialista, había vencido en las elecciones del 4 de septiembre de 1970. Su Gobierno fue conocido como de la Unidad Popular (UP), ya que este era un conglomerado político compuesto por el Partido Socialista (marxista desde su fundación en 1933, guevarista en 1964[2]), el Partido Comunista, el Partido Radical y el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU). El programa de la Unidad Popular consistía en estatizar rápidamente las empresas, producir euforia mediante una fuerte alza de las remuneraciones financiada por una mayor emisión monetaria, aprovechar la exaltación para impulsar reformas constitucionales que sustituyeran el bicameralismo por una Asamblea Popular o Única, que además designaría la Corte Suprema. Según el plan, al elegir la Asamblea, el entusiasmo generalizado haría que la Unidad Popular venciera en los comicios y reuniría por tanto los tres poderes. Se realizaría de este modo la ansiada planificación global marxista-leninista aunque, según Allende, con el respeto de las leyes: era la «vía chilena al socialismo»[3]. El proyecto del presidente no era compartido por su grupo político, ya que unos defendían la revolución armada como único camino y otros la transformación del Estado de manera paulatina. Unos propugnaban el modelo centralizado soviético; otros, el control del proletariado. Estas divergencias internas del conglomerado de Gobierno afectaban al Ejecutivo, porque el pacto de la Unidad Popular exigía que el mandatario gobernase contando con un comité de representantes de los partidos, cuyo ascenso unánime era necesario para cualquier determinación trascendente que quisiera tomar[4].
Repetidos atropellos al derecho de propiedad y actos terroristas de los grupos revolucionarios de izquierda, sin la correspondiente sanción, fueron exacerbando el descontento que ya existía debido primero a la carestía y luego a la racionalización de las provisiones básicas[5]. Aumentaron los grupos paramilitares; cada partido político tenía su brigada armada[6]. La crisis de gobierno se hacía evidente: no prosperó ninguna solución pacífica. La polarización política había aumentado.
El 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas derribaron el Gobierno de la Unidad Popular[7]. Asumió el poder una junta militar compuesta por los comandantes en jefe Augusto Pinochet Ugarte (Ejército), José Toribio Merino Castro (Armada), Gustavo Leigh Guzmán (Fuerza Aérea), y el general director de Carabineros, César Mendoza Durán. Los propósitos declarados por la Junta consistían en la restauración moral, institucional y material del país, por lo que no se fijaron un plazo para permanecer en el poder, y por este motivo no lo consideraron un golpe de Estado sino un pronunciamiento[8]. Sin embargo, de hecho fue un golpe, ya que la Junta interrumpió la tradición democrática chilena con la idea de construir una nueva[9]. El país quedó bajo un prolongado régimen de estado de sitio (estado o tiempo de guerra). El Congreso Nacional fue disuelto, los partidos políticos proscritos y, más tarde, el registro electoral destruido. Se volvió a la calma, aunque en algunos sectores esta fue relativa, ya que comenzó la detención de los militantes de los partidos de izquierda, considerados enemigos internos[10]. Esta acción policiaca fue especialmente intensa durante el primer año de Gobierno; estuvo dirigida por un organismo militar que gozó de autonomía y actuó de forma secreta, aunque dependía de la Presidencia del Gobierno[11].
El 26 de junio de 1974 Pinochet pasó a ser el jefe supremo de la nación, y la Junta el órgano legislativo en el que se exigía la unanimidad para la aprobación de una nueva ley[12]. El poder judicial continuó en sus funciones sin ser disuelto o intervenido; sin embargo, respecto a las denuncias contra las autoridades militares confió más en estas que en las versiones de las víctimas[13]. En líneas generales, la actitud de parte de la sociedad chilena durante los primeros años del régimen militar fue similar a la del poder judicial: la situación de grave crisis justificaba la expulsión de los elementos subversivos que habían llevado al país a su ruina. Habría que añadir que la censura que el Gobierno impuso a los medios de comunicación conllevó desinformación al respecto. La sociedad continuó dividida y polarizada, ya que las noticias sobre los excesos del Gobierno se consideraban versiones tergiversadas de los hechos[14].
Recordaba el cardenal arzobispo de Santiago, Raúl Silva Henríquez:
Parecía que, en efecto, la información sobre la situación del país y de la Iglesia se estaba exagerando en Europa. Se hablaba de miles de muertos, y se atribuía al golpe militar una intencionalidad “fascista”. […] Las informaciones desmedidas que circularon en otros países causaron un indudable daño a Chile, sobre todo porque no contribuyeron a detener las cosas terribles que sí ocurrían; al ser manifiestamente falsas, crearon en muchas personas la tendencia instintiva a pensar que toda la información –incluso la verdadera– tenía el sesgo de una campaña ideológica o de un ataque intencionado[15].
La situación de la Iglesia católica
A mediados de siglo comenzó en Chile la actividad pastoral de nuevas realidades eclesiales centradas en la formación de los laicos, como Schoenstatt y Opus Dei. Los jesuitas y los llamados padres franceses (Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María: SSCC) destacaban entonces en la educación cristiana de los jóvenes. En esos años falleció el padre Alberto Hurtado Cruchaga, jesuita con fama de santidad[16], que había dejado una huella de vida espiritual y preocupación por los más pobres que fue continuada a través del Hogar de Cristo. Algunos sacerdotes habían destacado en la formación cristiana de los universitarios, centrada en la Sagrada Escritura y en la liturgia, como Juan Salas, cuyos discípulos fueron Jaime Eyzaguirre, Julio Philippi, Armando Roa, Mario Góngora, Roberto Barahona, Antonio Moreno, Beltrán Villegas (SSCC), Humberto Muñoz, entre otros[17]. Sin embargo, como Pío XII advertía en 1955, los graves problemas en América Latina eran la falta de clero, el proselitismo protestante, el liberalismo anticatólico y la difusión del marxismo[18]. En efecto, en Chile, las doctrinas de Marx y Lenin encontraron un terreno fértil especialmente entre los jóvenes estudiantes con inquietudes sociales que iban al extranjero, principalmente a Bélgica. Por eso, el conflicto generacional estuvo marcado por la influencia de doctrinas revolucionarias más que por el movimiento hippie[19]. En 1961 fue nombrado arzobispo de Santiago monseñor Raúl Silva Henríquez, salesiano[20]. Una de sus preocupaciones fundamentales fue la evangelización de los pobres: promovió la creación de veinticinco nuevas parroquias y convocó la Gran Misión General de Santiago en 1963. Por carácter y por formación, el cardenal Silva Henríquez no se mantuvo aséptico en materias políticas. Simpatizaba con los católicos afines a algunos postulados socialistas, pero no aceptaba una posible conciliación entre cristianismo y marxismo[21]. Por este motivo, su actitud fue interpretada como filomarxista por unos y conservadora por otros[22].
Como se ha advertido, el marxismo penetró rápidamente en la Iglesia latinoamericana, también en la chilena. El 11 de agosto de 1968 la catedral de Santiago fue ocupada bajo el lema «Por una Iglesia junto al pueblo», por un grupo de cristianos revolucionarios llamado Iglesia Joven. Los protagonistas fueron unos doscientos laicos (obreros, estudiantes, empleados), nueve sacerdotes y tres monjas[23].
En las elecciones presidenciales de 1970, «un grupo de ciento veinte sacerdotes apoyó públicamente la candidatura marxista de Salvador Allende»[24]. En abril de 1971 nació el Grupo de los Ochenta, que pasó a denominarse Secretariado Sacerdotal Cristianos por el Socialismo[25]. Fue en Chile donde este movimiento adquirió mayor concentración, porque el terreno era más apto: los partidos Socialista (de inspiración marxista) y Comunista eran los más antiguos del continente; la evolución política interna que había llevado a Allende a la presidencia parecía relacionada con los cambios en la Iglesia (la jerarquía parecía discretamente abierta y avanzada; el partido Demócrata Cristiano había sufrido dos crisis que llevaron primero a la escisión del grupo que se constituiría como MAPU y luego a la conformación de la Izquierda Cristiana)[26]. Entre los miembros destacados del Secretariado figuraban algunos sacerdotes, religiosos y diocesanos, como Esteban Gumucio (SSCC), Pablo Fontaine (SSCC), Gonzalo Arroyo (SJ), Martín Gárate (Congregación de Santa Cruz, CSC), Pablo Richard y Alfonso Baeza. Ellos apoyaban el proyecto de la Unidad Popular y a Salvador Allende, pues veían en el marxismo el compromiso político necesario para llevar adelante los cambios de estructura que permitirían conseguir una sociedad justa. Algunos sacerdotes extranjeros se adhirieron a esta propuesta sacudidos por la miseria de un sector de la población del país[27]. Los sacerdotes que integraban este grupo mantuvieron relaciones con sus respectivos obispos, que no quisieron cortar con ellos aun cuando les advirtieron que no podían tomar públicamente posición política de partido[28].
Hubo otro grupo sacerdotal, llamado de los Doscientos, que se reunió en julio de 1971 para reflexionar sobre el sacerdocio y la justicia en el mundo[29]. El Comité Permanente del Episcopado les envió una carta para indicarles que se evitara todo lo que pudiera dar a la reunión carácter político o la apariencia de ello; que no se diera publicidad a la reunión ni a sus conclusiones, ya que todos los sacerdotes que habían enviado propuestas a la asamblea plenaria lo habían hecho manteniendo una adecuada reserva; que era inadecuado que participaran en ella quienes habían abandonado el ministerio y menos aún que lo hicieran en compañía de sus esposas, ya que en nada ayudaría al estudio sereno y profundo sobre el celibato sacerdotal[30]. Ambos grupos coexistieron: los Ochenta para acentuar la expresión social de los cristianos revolucionarios, los Doscientos para enfatizar la lucha en el interior de la Iglesia[31].
Doce chilenos, miembros del Secretariado Cristianos por el Socialismo, viajaron a Cuba y, junto con otras sesenta y ocho personas, firmaron el Mensaje a los cristianos de América Latina, el 3 de marzo de 1972[32]. El documento alentaba directamente a los pueblos latinoamericanos a la violencia para promover el cambio radical del sistema político y social del continente. La conferencia episcopal chilena les dirigió una carta en la que claramente se reprobaba la actitud político-partidista del manifiesto, que era contraria a las orientaciones de la Iglesia, y los invitaba a reconsiderar su vocación sacerdotal, ya que con esa conducta ocasionaban confusiones y tensiones perjudiciales a la Iglesia y a ellos mismos[33].
Poco después, tuvo lugar el Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo, del 23 al 30 de abril de 1972. La idea de la reunión había nacido durante un curso sobre el marxismo, organizado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en Santiago, a fines de 1971[34]. El Encuentro no encontró apoyo en la jerarquía de la Iglesia chilena[35]. Al terminar, sus dirigentes enviaron un mensaje a Pablo VI en el que le comunicaban las principales conclusiones del Encuentro junto con reafirmar la común fe en Cristo. El cardenal secretario de Estado Jean-Marie Villot escribió al arzobispo Silva Henríquez para informarle que las conclusiones eran inaceptables, pero que en vista de la adhesión a la Santa Sede le encargaba transmitirles el deseo de Pablo VI de ver reafirmada también la lealtad a los obispos y que la aspiración a la justicia social no asumiera la lucha de clases[36].
Un elemento de incidencia moral algo anterior en el tiempo, que afectó a la unidad de la Iglesia chilena, fue la difusión de la píldora anticonceptiva. El cardenal Silva Henríquez conoció anticipadamente, como otros, el texto de la encíclica Humanae vitae. Convocó teólogos de su confianza y concluyó que convenía suspender su publicación, como escribió cablegráficamente a Pablo VI[37]. Una vez publicada la Humanae Vitae, en Chile estalló una gran polémica liderada por dieciocho teólogos que hicieron una declaración de prensa en contra de la encíclica. Varios obispos chilenos defendieron débilmente la Humanae vitae, probablemente porque Silva Henríquez se había comportado del mismo modo en un programa especial de televisión que asesoraron teólogos de la Universidad Católica[38]. En esa ocasión el purpurado manifestó que había que recibir el documento pontificio «con religiosa sumisión», pero a través de la conciencia individual, y enfatizó que el texto
«no era infalible, irreformable ni siquiera definitivo»[39]. Más tarde cambió de postura respecto de la encíclica, y la conferencia episcopal se adhirió plenamente a ella[40].
La actividad dirigida por sacerdotes y religiosos más afectada fue la enseñanza, porque algunos consideraron que había sido un error fomentar las diferencias de clase al formar a los grupos privilegiados (las clases altas). En 1971 los provinciales de los Sagrados Corazones y de los jesuitas ofrecieron entregar sus colegios al Estado, en un comodato de cinco años. No invocaban razones económicas, sino de principios. Los obispos detuvieron la gestión[41].
En el último año del gobierno de la Unidad Popular, la Iglesia chilena se encontraba dividida, al igual que el resto de la sociedad. La Conferencia Episcopal chilena, reunida en Punta de Tralca, entregó un mensaje al pueblo chileno que concluía así: «Terminamos pidiendo a todos los chilenos “que creen en Dios y que lo adoran” que oren incesantemente por la Patria en esta hora difícil. No nos hundamos en el caos, el odio y la miseria. La hora es grave, y no puede estirarse mucho más el hilo que aún une a las dos partes del país, sin consecuencias irremediables»[42].
Después del derrocamiento de Allende e iniciada la pesquisa de los considerados subversivos, fue creado el Comité Ecuménico de Cooperación para la Paz de Chile por impulso de Silva Henríquez en noviembre de 1973. Fue conocido como Comité Pro Paz[43]. Su objetivo era ocuparse de los chilenos «en grave situación económica o personal», aunque en realidad se preocupó especialmente de los perseguidos por el nuevo Gobierno.
Otro organismo nacido en este periodo fue el Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados (Conar). Estaba presidido por el obispo luterano Helmut Frenz, acompañado del obispo católico Jorge Hourton. Su objetivo era ayudar a los extranjeros latinoamericanos en Chile, sobre quienes había caído también la sospecha del Gobierno[44]. En tres meses de acción, porque después fue disuelto por sus organizadores, Conar pudo situar unas cinco mil personas en el extranjero, «labor que contó en buena medida con la complacencia del Gobierno, que veía en ello la solución de un difícil problema político»[45].
La Conferencia Episcopal pidió un intermediario ante el Gobierno que pudiese poner especial atención a los planteamientos de la Iglesia, y propuso al general Oscar Bonilla, católico, ministro del Interior[46]; sin embargo, Pinochet prefirió que fuera el general Jorge Court, quien realizó esa tarea de modo oficioso[47]. Por lo delicado de la situación, en el seno de la Conferencia Episcopal se acordó que ningún obispo hiciera declaraciones públicas oficiales y que se someterán a una disciplina colegiada[48].
Durante el primer año del régimen militar, las relaciones de la Conferencia Episcopal con la Junta fueron cordiales, pero no exentas de graves tensiones a raíz de la situación de algunos ordinarios –como Jorge Hourton (administrador apostólico de Puerto Montt) y José del Carmen Valle (obispo de Iquique)– y de los sacerdotes que habían pertenecido a Cristianos por el Socialismo. Otros hechos –como la mención de Chile por Pablo VI en el Angelus del 7 de octubre de 1973, la discusión sobre el modo de celebrar las fiestas patrias con el tradicional Te Deum en la catedral de Santiago, la intervención de las universidades católicas por parte del Gobierno y la acción del Comité Pro Paz– terminaron por deteriorar las relaciones. El card. Silva Henríquez, en sus Memorias, calificó 1974 como el año de la ruptura con el Gobierno, pero de hecho no fue así, porque tanto él como otros obispos –que reconocían que el Gobierno había salvado a Chile del marxismo– mantuvieron relaciones con el presidente[49].
En 1974 la Iglesia de Santiago había crecido en tal modo que ese año contó por primera vez con cuatro obispos auxiliares: Sergio Valech Aldunate, Fernando Ariztía Ruiz, Jorge Hourton Poisson y Enrique Alvear Urrutia.
La Nunciatura, a cargo de Mons. Sotero Sanz Villalba desde 1970[50], tuvo que ser especialmente prudente con el Gobierno. El nuncio estuvo presente en la ceremonia ecuménica tradicional de fiestas patrias (Te Deum del 18 de septiembre de 1973), pero no mostró un abierto apoyo[51]. También intervino, sin éxito, apoyando la acción del episcopado, para impedir la intervención militar en los colegios católicos Saint George (llevado por la Congregación de Santa Cruz) y Monjas Inglesas (de la Congregación del Sagrado Corazón). Consiguió sacar del país a quienes pidieron asilo político en sus edificios[52].
San Josemaría y el Opus Dei en Chile
Las actividades del Opus Dei en Chile comenzaron en 1950. Un joven sacerdote español, Adolfo Rodríguez Vidal, llegó a Santiago el 5 de marzo de ese año, con el encargo de comenzar la difusión del mensaje espiritual del Opus Dei. Mons. Raúl Pérez Olmedo, vicerrector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, se había dirigido a Mons. Escrivá de Balaguer para recibir su ayuda y consejo respecto de la atención espiritual de los jóvenes. Con este impulso viajó Rodríguez Vidal a Santiago. En 1953 llegaron a la capital chilena las primeras mujeres del Opus Dei, quienes comenzaron la Escuela Hogar Lar.
Poco a poco fueron incorporándose hombres y mujeres al Opus Dei, solteros y casados, de diversos ambientes socioeconómicos. En 1960 se comenzó a desarrollar una labor asistencial en el barrio El Salto, una zona periférica de Santiago, a partir de un establo y una lechería adjunta; en 1961 se dieron los primeros pasos de lo que después sería Fontanar, una escuela para empleadas del hogar que quisieran completar la enseñanza escolar y recibir preparación profesional; en 1963, en Chimbarongo se abrió la escuela agrícola Las Garzas. A fines de los años sesenta, un grupo de padres de familia comenzó los colegios Tabancura y Los Andes, cuya atención espiritual quedó confiada a sacerdotes del Opus Dei. En esos años se comenzaron a realizar viajes a Valparaíso, Viña del Mar, Rancagua y Concepción, para dar a conocer el mensaje del Opus Dei[53].
Desde Roma, Josemaría Escrivá de Balaguer seguía con atención la situación del país, así como la de los demás lugares donde los miembros de la institución por él fundada desarrollaba su tarea evangelizadora. Por ejemplo, ya en 1960, al despedirse del joven sacerdote, recién ordenado, José Miguel Ibáñez, que volvería a Chile unos meses después, lo animó a realizar un hondo trabajo pastoral advirtiéndole que una parte del clero chileno estaba más ocupado en política que en tareas ministeriales[54].
Los chilenos que estuvieron con Escrivá en Roma entre 1964 y 1974 recuerdan que les hablaba del amor matrimonial, de la apertura a la vida[55], y del peligro del marxismo, entre otras cosas. Por ejemplo, «[nos] dijo que en Chile había algunos que deberían ser más generosos con aquellos que tenían menos, especialmente en los campos; nos habló del peligro del comunismo, dijo que él había pasado por eso y que era terrible»[56]. En otra ocasión, en 1972, recordando la situación de España en los años 1931-1932, señalaba: «Hay que rezar mucho para que no haya una lucha fratricida, una guerra entre hermanos»[57].
En abril de 1973, cuando la situación en Chile era más tensa aún, en un encuentro con jóvenes universitarios en Roma, durante la Semana Santa, Escrivá de Balaguer preguntó a un estudiante: «–¿Dónde has nacido tú? –En Chile, Padre. –¡Qué tierra más simpática! Sois muy majos y el Señor arreglará las cosas. Tened paciencia, mucha esperanza y rezad más que nunca. Somos muchos los que rezamos por Chile. Yo tengo a vuestro país en el corazón. ¡Dios os bendiga!»[58].
Después del golpe del 11 de septiembre, el 21 de ese mes los militares allanaron la sede de la Comisión Regional del Opus Dei en Chile, el Centro Universitario Alameda y la administración doméstica, tres centros aledaños. Constataron que no había armas y se fueron sin hacer comentarios[59].
El primer día de octubre, Escrivá de Balaguer escribió a Rodríguez Vidal:
Me dio una alegría grande la noticia de que todos […] estabais bien, y aprovecho ahora el viaje de Umberto [Farri] para deciros que os he acompañado durante estas pasadas semanas con mi cariño y mis oraciones, pidiendo al Señor y a la Santísima Virgen que protegieran a todas mis hijas y mis hijos de Chile, y que no dejaran de su mano a esa bendita tierra que tanto quiero.
Me habéis conmovido al veros bien apoyados en la oración y que, a pesar de las circunstancias, no habéis dejado ni por un momento de seguir adelante con la labor apostólica. ¡Dios os bendiga! […].
Y tened esperanza, porque el Señor sabe sacar de todas las circunstancias, aun de las más adversas, un gran bien para las almas, si somos fieles.
No dejéis de estar muy unidos a las intenciones de mi Misa. Os quiere, os abraza y os bendice vuestro Padre
Mariano
Acuso recibo, con todo mi cariño, a los que me habéis escrito después de estos últimos sucesos: gracias y, ¡otra vez!, que el Señor y su Madre Santísima guarden y bendigan a Chile y a los chilenos[60].
Meses después, en abril de 1974, Lillian Calm, chilena, estuvo con Escrivá de Balaguer en Roma. Una hora después dejó por escrito lo que había sido esa conversación, para no olvidar nada. Ella se había preparado para referirle noticias que le dieran alegría. Él se interesó por ello y después siguió preguntándole cómo estaban en Chile, ya que habían sufrido mucho y ahora había una campaña internacional contra el país. Le señaló que parte del clero tenía la responsabilidad de la situación:
Exigid a los sacerdotes que os hablen de Dios y que no transmitan sus dudas, ni su falta de fe, ni su marxismo. ¿Sabes? Es el demonio el que se ha metido, pero nosotros no nos podemos dejar engañar. El marxismo es enemigo de Dios. ¿Está claro? Pero ellos quieren unir cristianismo con marxismo. Eso es unir a san Miguel con Satanás: el agua y el aceite. El marxismo es un veneno. Y no os dejéis engañar: hoy hay sacerdotes marxistas, ¿está claro?[61].
El viaje a Chile
En Chile se supo que san Josemaría iría a Argentina en la última semana de abril de 1974. La noticia fue acogida con alegría por los fieles del Opus Dei, que comenzaron a pensar en la posibilidad de viajar a Buenos Aires y a acariciar la idea de que pudiera ir a Santiago[62].
A los pocos días la noticia era que el fundador del Opus Dei estaría en Santiago, posiblemente después de estar en Brasil y Argentina, y que luego viajaría a Perú[63]. La otra posibilidad era que el viaje se realizara en septiembre[64]. Algunas personas y familias completas ya habían comprado el billete para viajar a la capital vecina[65].
Cuando Escrivá de Balaguer estaba en Argentina, el 9 de junio Del Portillo comunicó a Rodríguez Vidal que el fundador del Opus Dei iría a Chile a fines de mes[66]. Rodríguez Vidal viajó del 12 al 16, para ver con ambos la duración y el programa de la estancia en Chile[67]. Se supo entonces que el fundador llegaría a Santiago el 28 de junio.
Mientras, en Santiago se trabajaba en terminar de instalar la casa en la que viviría esos días Mons. Escrivá y sus acompañantes[68]: era la sede de la Comisión Regional que se acababa de reestructurar[69].
Cronología del viaje
Antes de presentar el calendario de actividades desarrolladas por Josemaría Escrivá en Santiago de Chile, conviene tener presente un par de datos.
El primero es que movilizarse en automóvil por las calles de Santiago en julio de 1974 era bastante rápido, sobre todo al compararlo con las dificultades actuales debido al aumento del tráfico. El viaje desde la Comisión Regional al aeropuerto podía hacerse en media hora, lo mismo que hacia la Casa de Retiros Antullanca, entonces a las afueras de Santiago, en la zona opuesta[70]. De la sede de la Comisión al Colegio Tabancura, era necesario contar con quince minutos. Pocos minutos se necesitaban para ir desde la Comisión a la sede de la Asesoría, y menos para ir al Monasterio San José de las carmelitas descalzas.
El segundo dato que conviene tener presente es que Josemaría Escrivá de Balaguer tenía 72 años y sufría de insuficiencia renal. Antes de comenzar el viaje por Latinoamérica, se sometió a un control médico en Pamplona, donde, conociendo su vitalidad y celo pastoral, consideraron que era posible que lo realizara ya que un médico iba en la comitiva. Le dieron indicaciones farmacológicas y dietéticas y consejos sobre el ritmo de actividad[71].
Viernes 28 de junio
El avión de la British Caledonian en el que viajaban Josemaría Escrivá de Balaguer y sus acompañantes despegó a las 12 hrs. de Buenos Aires rumbo a Chile[72].
A las 12.45 hora chilena, el avión aterrizó en el aeropuerto Pudahuel en Santiago[73]. Desde la Comisión Regional fueron a recogerlos en dos automóviles. Se había notificado del viaje del fundador al Ministerio de Relaciones Exteriores con el propósito de poder utilizar la sala de protocolo y de que uno de los automóviles pudiera llegar hasta el avión, lo que fue aceptado sin inconvenientes[74].
Los coches llegaron a la sede de la Comisión, sita en calle Marchant Pereira 575, donde se alojaría durante su estancia, poco después de las 14.00 hrs. El retraso en llegar a la casa se debió a un malentendido entre el jefe de protocolo enviado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y el jefe del aeropuerto, que los obligó a esperar por más de veinte minutos en la sala de protocolo mientras se revisaban los pasaportes[75]. Al llegar, Mons. Escrivá y sus acompañantes pasaron a saludar a las mujeres del Opus Dei que atendían los servicios domésticos y luego almorzaron[76].
Después de estar un breve rato de sobremesa con los miembros de la Comisión Regional lo invitaron a retirarse a descansar, pero quiso estar con los numerarios de la casa contigua, el Centro Alameda[77]. Eran las 15.30 hrs.[78].
A las 17.00 hrs. pasó a saludar brevemente a las mujeres de la administración doméstica[79].
A las 18.00 hrs. recibió al consejo directivo de la escuela agrícola Las Garzas[80].
La cena era a las 19.45 hrs. Después estuvo otro breve momento de tertulia con los miembros de la Comisión Regional[81].
Sábado 29 de junio
Después de celebrar la Misa y tomar desayuno, estuvo «un tiempo largo en su despacho hablando con don Adolfo Rodríguez Vidal y don José Miguel Ibáñez. También estaban don Álvaro [del Portillo] y don Javier [Echevarría]»[82]. El médico aconsejó algunos medicamentos a Mons. Escrivá, que padecía esos días una ligera faringitis irritativa[83].
A las 11.15 tuvo una tertulia con numerarias y agregadas en el salón de actos del Centro Alameda[84].
Al mediodía estuvo en sala de estar de la Comisión Regional, conversando con algunos de sus miembros[85].
A las 12.30 hrs. llegó Mons. Sotero Sánz, nuncio apostólico en Chile, en visita a Mons. Escrivá de Balaguer y a Del Portillo[86]. La visita se prolongó por unos 45 minutos[87].
13.30 hrs., almuerzo y luego tertulia con los miembros de la Comisión Regional.
Se tenía previsto llevar a Mons. Escrivá a un lugar de campo, cercano, donde pudiera pasear, ya que se le había recomendado que caminara diariamente, pero no fue posible por la fuerte lluvia[88]. Lo que hizo, entonces, fue caminar durante media hora por la galería de la casa, acompañado de don José Miguel Ibáñez[89].
17.15 tertulia con muchachos que frecuentaban los medios de formación en el salón de actos del Centro Alameda[90].
19.30 Mons. Escrivá de Balaguer asistió a la bendición eucarística solemne en el oratorio del Centro Alameda[91].
19.45 cena y, enseguida, tertulia con los miembros de la Comisión Regional.
Domingo 30 de junio
Por la mañana, el médico tomó la presión arterial a Mons. Escrivá de Balaguer.
Debido al temporal que afectaba por varios días la zona central del país, tuvo que suspenderse una tertulia general prevista en el Colegio Tabancura a las 11.00 hrs. Las familias que llegaron a Santiago desde Viña del Mar y Rancagua recibieron la indicación de que fueran al Centro Alameda. Allí, Mons. Escrivá las recibió en el cuarto de estar, hasta poco antes de las 12.00 hrs.[92].
12.00 tertulia con numerarios en el cuarto de estar de la Comisión Regional[93].
Hacia las 12.30 recibió a la familia de Mario Cuevas y Gabriela Mönckeberg, ambos del Opus Dei[94]. E inmediatamente después a la de Carlos Cuevas y Ana Luz Ossandón, que también pertenecían al Opus Dei[95].
13.30 almuerzo y tertulia con los miembros de la Comisión Regional[96].
Paseo por la galería de la casa, acompañado de José Enrique Diez.
17.15 tertulia con numerarias, agregadas y supernumerarias jóvenes en el salón de actos del Centro Alameda; duró unos cuarenta y cinco minutos[97].
19:45 cena y tertulia, que consistió en ver unas diapositivas de la Casa de Retiros Antullanca, en la zona oriente de la capital[98].
Lunes 1 de julio
Mons. Escrivá seguía con faringitis[99].
11.30 tertulia con supernumerarias en el salón de actos del Centro Alameda[100]. Terminó a las 12.15 hrs.[101].
13.30 almuerzo y tertulia con los miembros de la Comisión Regional[102].
15.10 pasó un momento a saludar a las mujeres del Opus Dei que atendían los servicios domésticos de Antullanca[103].
17.15 tertulia con supernumerarios en el cuarto de estar del Centro Alameda[104].
19.45 cena y tertulia[105].
Martes 2 de julio
Se tomaron muestras a Mons. Escrivá que fueron llevadas al laboratorio clínico[106].
10.30 presidió el círculo breve a los miembros de la Comisión Regional[107].
11.45 recibió a los nueve supernumerarios promotores de los colegios Tabancura y Los Andes, en el cuarto de estar de la sede de la Comisión Regional. El encuentro duró unos quince minutos[108].
12.45 estuvo con la familia de Víctor Galilea, miembro del Opus Dei, y su mujer Gloria Vial, en Antullanca[109].
13.00 consagró un altar en Antullanca[110]. Estuvieron presentes algunos numerarios con quienes estuvo, después, unos quince minutos[111].
13.30 almuerzo en Antullanca. Inmediatamente después pasó un momento a la zona de la administración doméstica (un cuarto de hora)[112].
14.15 improvisada tertulia con numerarios en el cuarto de estar de Antullanca (zona de la casa de retiros)[113]. Breve paseo por el porche cubierto[114].
17.30 tertulia general en el Colegio Tabancura[115].
19.45 cena y tertulia, en la que vieron diapositivas de algunas iniciativas apostólicas que llevaba adelante el Opus Dei en Chile[116]. Visita de Sergio Rillon, subsecretario de la asesoría jurídica de la Junta de Gobierno, para invitar a Mons. Escrivá a una reunión con dos miembros de la Junta al día siguiente. La invitación fue amablemente declinada[117].
Miércoles 3 de julio
Mons. Escrivá amaneció afónico debido a la faringitis. Por este motivo estuvo toda la mañana en la casa, acompañado de Álvaro del Portillo y de Javier Echevarría[118]; se suspendieron las tertulias que se habían previsto para este día[119]. Probablemente esa mañana escribió una carta a la Junta de Gobierno para responder a la invitación que le habían hecho[120].
12.00 consagró doce aras de altar en una de las oficinas de la Comisión Regional[121].
13.30 almuerzo y tertulia con los miembros de la Comisión, en la que evitaron que hablara[122].
Después, dieron un paseo por el parque de la Viña Cousiño en Macul (Santiago) y recorrieron en automóvil una zona residencial de la ciudad[123].
17.15 tertulia de más de una hora con numerarios en la sala de estar del Centro Alameda. Mons. Escrivá casi no habló[124].
Después de la cena, en la tertulia se mostraron diapositivas de lugares y personas en algunas de las actividades de formación del Opus Dei[125].
Jueves 4 de julio
10.15 recibió a la familia de Eduardo Infante y María de Tezanos Pinto, primeros supernumerarios de Chile, en la sede de la Comisión Regional[126].
10.25 recibió a Georgina Echeverría viuda de Astaburuaga, del Opus Dei, y a su familia[127].
11.00 visitó al cardenal Raúl Silva Henríquez en las oficinas del arzobispado; lo acompañaban Del Portillo y Rodríguez Vidal[128]. Luego dieron un paseo en automóvil por algunas calles del centro de la ciudad y se dirigieron al cerro San Cristóbal donde se venera una imagen de la Virgen en su cumbre[129].
A mediodía, cerca de las 12.30 hrs., un grupo de universitarios, vestidos con el traje típico, cantaron canciones folklóricas en el patio interno de la sede de la Comisión Regional[130].
13.30 almuerzo y tertulia con numerarios en el cuarto de estar de la sede de la Comisión Regional[131].
17.15 tertulia con matrimonios (supernumerarios y cooperadores) en el salón de actos del Centro Alameda. Debido a la numerosa participación se instaló un receptor de televisión en el corredor para poder seguir el encuentro[132].
19.45 cena y tertulia[133].
Viernes 5 de julio
8.30 celebró Misa en el oratorio del Centro Alameda a la que asistieron numerarias y algunas agregadas; dirigió unas palabras antes de distribuir la comunión[134].
10.00 consagró el altar del oratorio de la administración del Centro Alameda y de la Comisión Regional; asistieron el personal y agregadas[135].
10.30 visitó a las carmelitas descalzas del Monasterio de San José sito en la Avenida Pedro de Valdivia 3252[136].
11.00 recibió a Juan Ríos y Rosa Yrarrázaval, supernumerarios, con sus hijos[137]. A continuación recibió a la familia de Fernando Agüero y María Elena Aguirre, también del Opus Dei[138].
11.30 tertulia con numerarias, agregadas y supernumerarias en la sede de la Asesoría Regional[139].
13.30 Almuerzo en la sede de la Comisión Regional.
14.00 tertulia con numerarios y supernumerarios jóvenes en el salón de actos del Centro Alameda[140].
17.30 tertulia general en el Colegio Tabancura[141].
19.45 cena y tertulia en la que vieron diapositivas del acto de investidura de doctores honoris causa en la Universidad de Navarra el anterior 9 de mayo, del Santuario mariano de Torreciudad, de la Escuela Agrícola Las Garzas y de algunas actividades organizadas por el Opus Dei en Chile[142].
Sábado 6 de julio
10.15 recibió a la familia de Alfredo Rioseco y Araceli Ventura, de Viña del Mar, ambos supernumerarios[143].
10.30 recibió a la familia de Pedro Undurraga y Fanny Mackenna, ambos cooperadores, en el Centro Alameda[144].
11.30 tertulia general en el Colegio Tabancura[145].
Al volver a casa, Mons. Escrivá paseó por el corredor y se le acercaron algunos de los jóvenes que vivían en Alameda, en una improvisada tertulia “peripatética”, como fue descrita[146].
13.30 Almuerzo en la sede de la Comisión.
Hacia las 15.30 hrs. estuvo en Antullanca donde plantó un abeto gris, ayudado por Del Portillo, y acompañado por las mujeres que atienden la administración doméstica de esa casa[147].
17.15 tertulia con muchachos que frecuentaban los medios de formación espiritual del Opus Dei, en el auditorio del Centro Alameda[148].
19.45 cena y tertulia con los miembros de la Comisión Regional, en la que el peso de la conversación la llevó san Josemaría[149].
Domingo 7 de julio
8.30 celebró Misa en el oratorio del Centro Alameda, a la que asistieron varios numerarios; dirigió unas palabras antes de distribuir la Comunión[150].
10.30 recibió a la familia de José Correa y María Elena Reyes, ambos del Opus Dei, en la sede de la Comisión Regional[151].
Después recibió a la familia de Inés Llona viuda de Johnson, en el Centro Alameda[152].
11.45 tertulia general en el Colegio Tabancura[153].
13.30 almuerzo y tertulia con los miembros de la Comisión Regional[154].
17.30 tertulia con chicas que asistían a los medios de formación espiritual del Opus Dei, en el Colegio Tabancura[155].
18.45 o 19.00 tertulia con numerarios en el Centro Alameda[156].
Lunes 8 de julio
Después de considerar la posibilidad en los días anteriores, a primera hora de la mañana se decidió que el fundador y sus acompañantes viajarían a Perú al día siguiente[157].
10.00 consagró cinco aras y dos cálices[158].
10.30 recibió a Carlos Silva y Josefina Johnson[159].
10.45 recibió a la familia de Emilio Donoso y Ana María Silva, ambos supernumerarios[160].
11.30 tertulia general en Tabancura[161].
13.15 almuerzo y breve tertulia con los miembros de la Comisión Regional[162].
14.15 salida al Santuario de Lo Vásquez (a 90 km. de Santiago, hacia la costa)[163].
15.30 llegada a Lo Vásquez. Rodríguez dirigió el rezo del Rosario en el Santuario; se cantó la Salve y después san Josemaría añadió dos Padrenuestros por el Romano Pontífice y las autoridades civiles y eclesiásticas. Mons. Escrivá dio la bendición de viaje a los que se habían unido a la peregrinación y volvió a Santiago[164].
18.00 reunión con quienes trabajan en la Comisión Regional[165].
18.30 en la zona de la administración doméstica, Mons. Escrivá, Del Portillo y Rodríguez se reunieron con la Asesoría Regional.
18.45 tertulia con numerarios y algunos supernumerarios en el cuarto de estar del Centro Alameda[166].
19.45 cena.
20.30 pasó a la administración del Centro Alameda para despedirse[167].
21.00 tertulia con los miembros de la Comisión Regional[168].
Martes 9 de julio
7.00 celebró Misa en el oratorio de la Comisión Regional.
7.30 desayuno[169]. Pasó con Del Portillo y Rodríguez a la zona de la administración doméstica para despedirse de quienes trabajaban ahí. Salieron al aeropuerto, donde lo esperaba un numeroso grupo de personas para despedirlo. El automóvil pudo llegar hasta el avión de Air France en el que viajaría, que despegó hacia las 9.15 rumbo a Lima[170].
Las reuniones con san Josemaría
El ambiente
Inicialmente se había pensado en alquilar algún teatro para los encuentros en los que se preveía mayor asistencia, pero el mismo día 28 de junio Javier Echevarría comunicó que Josemaría Escrivá prefería que las reuniones tuvieran lugar en la sede de alguna labor apostólica desarrollada por fieles del Opus Dei, en vez de espacios públicos, de por sí menos íntimos y menos familiares[171].
Por eso, los encuentros con el fundador se realizaron principalmente en dos sitios. Se escogió el Colegio Tabancura para las reuniones más numerosas. Sus comedores –que ocupaban un galpón o barracón– se habilitaron como un enorme cuarto de estar. Junto a la pared más larga se puso al centro una tarima sobre la que se colocaron un par de sofás y un sillón. A un costado, sobre una pequeña mesa, una imagen de la Virgen. Detrás se puso una colgadura que representaba una zona de Santiago colonial. El otro lugar fue el salón de actos del Centro de Cultura Universitaria Alameda, anejo a la sede de la Comisión Regional, que se decoró de modo similar.
La gran mayoría de los chilenos que pertenecía al Opus Dei no conocía directamente al fundador: tenían fotos, referencias de quienes lo habían conocido, pero nada más. Poco antes del viaje a Chile, se proyectó en los diversos centros la filmación de una de las tertulias realizadas en España, con motivo de un viaje de san Josemaría a Península Ibérica, en 1972[172].
En cuanto al modo en el que se desarrollaron esas reuniones en Chile, seguimos los relatos de testigos oculares:
Quiero describir a grandes rasgos el ambiente que había en las tertulias generales que hubo en el Colegio Tabancura […]. Pude asistir a todas, menos una, la última, que fue el lunes 8 de julio. […] Estas tertulias estaban destinadas a todo el mundo: mujeres, hombres, niños; de todas las condiciones y ocupaciones dentro de la sociedad, comenzando, por supuesto, por nosotros, los de Casa[173], que no nos perdíamos ninguna. Por eso el apelativo de “generales”, para distinguirlas de las que teníamos en familia y de las que hubo para los que participan de la labor de San Rafael y de San Gabriel[174]. Bastaba tener una tarjeta para entrar, tarjeta que había que conseguirse con bastante esfuerzo, sobre todo cuando se aspiraba a una repetición, porque todos querían ver al Padre [J. Escrivá de Balaguer].
[…] Abarrotados los comedores [del Colegio] de gente, esperábamos ansiosos la llegada del Padre. No se hacía esperar: le recibíamos con un cerrado aplauso. Y empezaba la tertulia, en la que todos nos sentíamos a gusto, como en familia, según lo escuché de varias personas, es especial de aquellas a quienes yo conseguí entrada algún día.
El Padre, junto con don Álvaro, don Javier y don Adolfo, se ponía en una tarima especialmente preparada. Nos dirigía siempre al principio unas pocas palabras incisivas, y, acto seguido, se interrumpía a sí mismo, recordando que venía para hablar con nosotros, para que le contáramos y preguntáramos cosas. Se sucedían las preguntas de todo tipo: desde aquella [que] pedía más luz sobre un tema de vida interior hasta el que pedía consejo para dar solución cristiana a un caso particular. El Padre con todos se prodigaba en muestras de cariño[175].
Estos encuentros duraban entre cuarenta y cinco minutos y una hora. Las intervenciones estaban relativamente preparadas, porque se sabía quiénes harían una pregunta a Mons. Escrivá (quien quería dirigirse al fundador lo planteaba con anticipación[176]), pero ello no impidió las iniciativas espontáneas. Quien se levantaba para dirigirse a san Josemaría solía hacer un breve saludo y leer un papel para evitar que la emoción hiciera olvidar lo que quería decir. Otra persona, junto a quien tenía el micrófono, estaba provista de una linterna encendida, lo que permitía dirigir la atención del fundador hacia la persona que preguntaba, ya que tenía muy disminuida su capacidad visual. Las respuestas eran atinentes, prácticas, breves, dirigidas al interlocutor en modo personal (no al público), con una calidez que Mons. Escrivá solía expresar con el tono de la voz, un gesto de la cara o el uso de las manos. Por eso el texto escrito es parco y resulta incompleto a la hora de transmitir el mensaje. Es, por lo tanto, indispensable mirar las filmaciones que se pudieron realizar de la mayoría de esos encuentros, para captar su mensaje en toda su integridad[177]. «Se adaptaban las tertulias del Tabancura a toda clase de auditorios, cosa bien poco frecuente en reuniones arriba de las cuatrocientas personas de los más diversos tipos. El Padre [J. Escrivá], con delicadeza y discreción, trataba aquellos temas como el de la santa pureza, de modo que cada uno entendiera lo que le hacía falta, expresándose, sin embargo, con mucha claridad»[178].
El tipo de esas reuniones de familia que llamábamos tertulias –con muchos centenares de personas– fue exactamente eso: no un sermón ni una conferencia, sino un diálogo directo; y aun dentro de este género, no una sucesión grave de preguntas y respuestas por los micrófonos y parlantes del local, sino una conversación animada y suelta, como si sólo estuviera con un pequeño grupo de personas, en medio de risas, llantos, salidas espontáneas, y a veces también sollozos y carcajadas alternativas de los asistentes. […] Y cuando alguno, por no haber captado este ambiente de sencillez que el Padre irradiaba en torno suyo, hacía una pregunta o tenía una intervención un tanto retórica o protocolar, el Padre –evitando cuidadosamente lo que pudiera sonar a reproche– contestaba de tal modo que restablecía de inmediato el tono sencillo, para sí y para su interlocutor, que terminaba siempre ganado y contagiado por la sencillez del Padre. Los escasísimos comentarios peyorativos que oí de los asistentes a las tertulias de Santiago –dos, específicamente– provenían de sendos catedráticos universitarios, de hábitos solemnes, que esperaban una reunión acartonada, una conferencia teológica formal, y les chocó el clima desenvuelto y espontáneo de esas auténticas tertulias de familia. Pero eso mismo que chocaba a unos pocos graves señores, era lo que cautivaba a todo el resto de los asistentes, no sólo a los espíritus simples o juveniles, sino también a muchos intelectuales de nota. […] Recuerdo precisamente a un catedrático de filosofía, Juan de Dios Vial […], que a la salida de una tertulia me comentaba dónde residía, a su entender, la fuerza arrolladora de la palabra del Padre: en el hecho de no teorizar, de no pontificar, de no hacer exposiciones generales según la convención habitual de una conferencia o incluso de una homilía; en el hecho, me decía, de no perder nunca pie en la realidad inmediata de sus oyentes, de hablar siempre al corazón, directamente, haciéndose entender de todos[179].
Al terminar cada encuentro, Mons. Escrivá de Balaguer pedía que rezaran por él, dirigía una oración por todas las autoridades del país (civiles y eclesiásticas) y daba su bendición a los presentes. En las reuniones de la mañana, si acababan alrededor de las 12.00, se rezaba el Angelus[180].
Temas comunes a todos
Josemaría Escrivá tuvo veintidós encuentros: algunos con centenares de asistentes (las tertulias generales) y otros con grupos reducidos. No están incluidas en esa cifra las tertulias o conversaciones de sobremesa, en el cuarto de estar, con las personas con las que vivía esos días en Santiago, es decir, los miembros de la Comisión Regional. Tampoco la cifra comprende las breves reuniones con las familias que recibió, que sumaron trece.
Los contenidos fueron más o menos los mismos, con diversos matices según el público asistente. Presentamos de modo sucinto los temas tratados en esos encuentros, señalando las particularidades según los concurrentes.
Como se ha dicho, el objetivo del viaje de san Josemaría era «tratar de las cosas de Dios en Chile. No hablaremos de ningún asunto material, ni temporalista, ni político, porque es ajeno a mi misión»[181].
De lo primero que habló fue de fe. La circunstancia del mal tiempo en Santiago –una lluvia abundante y persistente– fue ocasión para decir que le estaban exigiendo fe en la existencia de la Cordillera de los Andes, porque no la veía[182]. A partir del 3 de julio, primer día de sol desde su llegada, hizo notar que no había pensado que estuviera tan cerca, lo que le sirvió para ejemplificar que pensamos que Dios está lejos, pero que «lo encontramos en nuestra vida diaria, en nuestros momentos de cada día aparentemente iguales […]. Si queremos ir a Él lo encontramos en cualquier momento»[183].
Fueron varias las ocasiones en las que señaló que había que conservar el tesoro de la fe católica, que seguía siendo la misma y que el Concilio Vaticano II no la había cambiado[184]. Se refirió a los sacramentos, especialmente a la Confesión y a la Eucaristía. Por ejemplo, afirmó que su viaje habría valido la pena si una persona que estuviera lejos de la vida sacramental se confesara a raíz de su predicación: «¡No hagáis inútil mi venida a Chile! ¡Que sea mucha la gente que se acerque al perdón de Dios! ¡Que mucha gente tenga en paz su alma y sea feliz!»[185]. Habló de la Misa[186], la bendición eucarística[187], y del cuidado de las cosas referentes al culto[188]. Recomendó las tradicionales prácticas de vida cristiana: la oración mental[189]; la devoción a la Virgen, especialmente con el rezo del Rosario[190]; a san José[191]; al Ángel Custodio[192]; a los santos[193].
Se refirió claramente a la crisis en la Iglesia, pero el problema –señalaba– no estaba en ella misma, santa, esposa de Cristo, sino en los eclesiásticos, por los que había que rezar[194]. Precisamente, el periplo por América fue motivado por la necesidad de confirmar a los cristianos en la fe, ante las confusiones doctrinales que se difundían bajo el alero de un supuesto “espíritu del Concilio”, que no era más que la difusión de determinadas opiniones[195]. Por eso, Mons. Escrivá no dudó en recomendar algunas medidas, como acudir a sacerdotes que utilizasen el traje eclesiástico, y que continuaran confesando en el confesonario[196]; o asesorarse a la hora de escoger un libro o una película[197].
Algunas de las intervenciones en las tertulias consistieron en la petición de un consejo sobre el modo de acercar a la fe a personas que profesaban otro credo religioso. En sus respuestas manifestó que había que respetar la libertad de esas conciencias y que a través de la amistad y de la oración por ellos, se acercarían a la verdadera fe[198]. Precisamente en uno de los encuentros generales, tuvo ocasión de dirigirse a una joven judía:
−Padre, yo soy judía, pero creo en la religión cristiana. O sea, en la religión católica. Mi más ferviente deseo es convertirme al catolicismo, pero soy menor de edad y mis padres no me lo permiten.
−Mira, yo te voy a contar una cosa que te dará mucha alegría […]. El primer amor de mi vida es un hebreo: Jesús de Nazaret. ¡De tu raza! Y el segundo, María Santísima, Virgen y Madre, madre de ese hebreo, madre mía y madre tuya. Y después, te digo que seas muy buena con tus papás: que tengas paciencia, que reces. No muestres ningún gesto de insurrección.
¿Está claro? Y el señor de Nazaret, Jesús hebreo, Jesús rey de todos los corazones y de todas las voluntades, moverá a tus papás a dejarte, tranquila y serena, seguir el camino que ya guardas escondido en el alma, esa vita abscondita cum Christo in Deo. ¡Quiere mucho a tus papás! Mientras tanto, ve aprendiendo la doctrina de Jesucristo. Y reza. Reza hija mía. Tu bautismo de deseo ya lo tienes. Reza y jamás una palabra de crítica a tus papás. Eso está muy claro. Has de amarlos con toda el alma y mostrarlo con los hechos. Serás una buena hija de Cristo si eres una buena hija de tus papás[199].
El mensaje principal de san Josemaría era que el cristiano, por el hecho de estar bautizado, debía santificarse en su sitio, en su familia, trabajo y demás circunstancias ordinarias. En las tertulias generales hubo quienes se dirigieron al fundador del Opus Dei pidiéndole consejo sobre algún aspecto de ese mensaje, aplicado al ejercicio de la propia tarea. Así lo hicieron, por ejemplo, unas periodistas[200], una investigadora en ciencias[201], un coronel del ejército[202], unos médicos[203], una asistente social[204], varias empleadas del hogar[205], una profesora[206], una dueña de casa[207], una modista[208].
Mons. Escrivá respondió a varias preguntas sobre vida matrimonial, sobre la responsabilidad de los padres en la educación de los hijos[209]. En sus respuestas confirmó las enseñanzas de la Humanae vitae[210] y dio consejos prácticos para fomentar el amor conyugal[211].
En las tertulias generales de los días 5, 6 y 7 de julio, hubo padres que preguntaron sobre la vocación de los hijos; este argumento dio ocasión de hablar acerca de la importancia de la educación cristiana en la familia, de la oración diaria de los padres por los hijos y de su responsabilidad para darles la orientación oportuna, así como del respeto de la libertad de los hijos cuando llega la hora en que ellos han de tomar una decisión sobre su futuro (mujer o marido, profesión, ambiente)[212].
El tema de la libertad cristiana fue abordado también en otras ocasiones: don que Dios ha dado a los hombres[213], los padres deben educar a los hijos en libertad y luego respetarla[214]; la libertad se ejercita en la obediencia[215]; cada uno responde a Dios porque quiere[216]; se frecuentan los medios de formación cristiana en un centro del Opus Dei sin coacción de nadie[217].
Dados los acontecimientos relativamente recientes en el país, Mons. Escrivá se refirió a la incompatibilidad entre ser católico y marxista[218]. Señaló que había sido la Virgen quien había protegido a Chile[219], además del esfuerzo de los chilenos[220]. Sobre todo, instó varias veces a los chilenos a quererse, a no pelear:
Uníos entre vosotros: quereos. […] Que os comprendáis los chilenos, que os disculpéis, que conviváis, que os queráis… Y después, cada uno tiene derecho a defender sus propias ideas respetando las de los demás. Los católicos podemos escoger muchas ideas, pero no la marxista. Sigo sin referirme a la política, porque el marxismo es una herejía. Mejor dicho: un conjunto de herejías brutales, que llevan a tratar a las criaturas como bestias, no como hijos de Dios[221].
Que améis a todas las personas de Chile sin excepción –sin ninguna excepción de ninguna clase. Que tengáis corazón muy grande para ver con afecto, insisto, a todo el mundo. Que no peleéis. Los chilenos os podéis entender muy bien sin pelear, porque sois buenos cristianos. Y, así, todo se arreglará, con justicia, con caridad, con amor[222].
Refiriéndose expresamente a los sacerdotes, decía: «¡Estamos para servir a todos! A los católicos, a los acatólicos, a los anticatólicos... Yo tengo obligación de amarlos a todos y de servirlos a todos»[223].
En algunas ocasiones, a raíz de una pregunta o bien en relación al marxismo, Escrivá de Balaguer se refirió a la llamada “cuestión social”, haciendo ver que las injusticias sociales debían corregirse. A una persona que trabajaba en finanzas, le dijo que su profesión podía acercarlo a Dios y que desde ella se podía hacer una gran labor social; advirtió, sin embargo, que «si de ahí sale sólo el capitalismo y el afán de dinero, no»[224], no se conseguiría ni uno ni otro objetivo. Animó a empresarios a ayudar a las personas más pobres a mejorar su situación: «Yo no quiero que se hundan los de arriba, sino levantar a los de abajo. ¿Por qué hemos de hundir a los de arriba? Lo humano es levantar a los de abajo, ¿lo veis o no lo veis? Y tampoco hablo de sociología, hablo en cristiano»[225]. A un agricultor que le comentó algo sobre los muchachos campesinos de la Escuela Agrícola Las Garzas y se refirió a que había vuelto la paz a los campos, le dijo:
Hijos míos, que a estos hombres después se les facilite la posibilidad de tener algo suyo en el campo, algo suyo, personal, que les sirva de base física donde poner sus pies y los pies de los suyos: de la mujer, de los hijos. Esto es razonable. Y de paso, ayudar al desarrollo industrial y económico del campo. Pero que ellos tengan también algo. Yo no soy sociólogo y no me meto en sociologías. Sociólogos sois vosotros y no necesitáis que os den lecciones, porque con un corazón muy grande sabéis vivir la justicia y la caridad[226].
Esta intervención aludía a la aplicación de la reforma agraria y a las ocupaciones ilegales de los campos; la respuesta de Escrivá apuntaba a la raíz del problema, cosa inesperada para más de alguno de los oyentes.
El sustrato en el que se apoyaban todas las intervenciones de Mons. Escrivá era la filiación divina del cristiano, así como la condición humana común de ser hijos de Dios por ser criaturas suyas. La propuesta de vida cristiana, de comportamiento social y de vida espiritual, descansaba sobre la realidad bautismal.
Otro aspecto interesante de la predicación de san Josemaría fue el modo de referirse a los trabajos domésticos. Manifestó gran aprecio por esas tareas[227].
A los cooperadores del Opus Dei, les agradeció su esfuerzo y los animó no sólo a dar, sino a darse: «He venido a América y especialmente a Chile, para demostraros, insisto, que lo que Cristo Jesús os pide es lo que no habíais pensado nunca en darle, eso que consideráis que es sólo vuestro, exclusivo, que es intangible: tiempo, comodidad, un poco de vuestra vida, un poco de lo necesario, que los demás no tienen. […] Primero, vida religiosa de todos»[228].
Y comenzó a enumerar aspectos concretos: dirección espiritual, confesión frecuente, comunión diaria…
Las tertulias fueron ocasión de oír de labios del fundador un poco de la historia del Opus Dei. Se refirió a diversos episodios históricos tanto en las reuniones generales como en las de grupos pequeños. Fueron relatos vivaces, varios de los cuales se han utilizado en los documentales audiovisuales sobre el Opus Dei. Por ejemplo, mencionó los inicios del Opus Dei, cuando él, sacerdote joven, atendía a enfermos tuberculosos, paupérrimos, por los hospitales de Madrid[229]; la aprobación de la Santa Sede de modo que pudieran ser admitidos como cooperadores del Opus Dei también personas no cristianas[230]; el inicio de los medios de formación para gente joven[231]; la experiencia de catequesis con niños de barrios pobres, en la periferia de Madrid[232]; los comienzos del apostolado con las mujeres[233] y la posibilidad de que algunas mujeres de la Obra realizaran estudios universitarios de teología en facultades eclesiásticas[234], etc.
Las tertulias con personas jóvenes
Hubo tres encuentros específicos para gente joven que participaba en los medios de formación espiritual del Opus Dei. En cada uno, el fundador comenzó con una breve introducción, incisiva: deseos de hacer cosas grandes por Chile[235], la mirada de Jesús[236], las mujeres del Evangelio[237].
Los temas tratados en esas reuniones fueron variados: se refirió a algunas virtudes, como por ejemplo, a la sinceridad, la veracidad, la generosidad, la pureza, la valentía para hablar de Dios e influir cristianamente en el ambiente. Abordó también la necesidad del estudio bien hecho, el trato con los padres y los hermanos, la conveniencia de mejorar la propia formación doctrinal y de tener vida espiritual, la lucha ascética, la Eucaristía, la catequesis, la devoción a la Virgen, la posible vocación.
En estas tertulias, así como en las demás, san Josemaría ilustraba con ejemplos, utilizaba palabras incisivas, interpelaba a una respuesta personal ante Dios. En general, las preguntas se referían a amistades, ambientes, familia, por lo tanto siempre las respuestas tenían una dimensión apostólica, es decir, sugerían cómo comunicar a los demás el bien recibido de Dios.
Los encuentros con miembros del Opus Dei
A todos, jóvenes y mayores, solteros y casados, habló de profundizar en la vida espiritual, aumentar el amor a Dios, dar una respuesta más generosa a las gracias que Dios concede; y, por lo tanto, les exigió una mayor responsabilidad apostólica.
Se detuvo bastante, y con fuerza, para hacer ver que eran todavía pocas las personas del Opus Dei en Chile y que se podía desarrollar más la labor apostólica, para llegar a mucha gente y hacerla feliz[238]. No podía ser que el Opus Dei trabajara establemente sólo en Santiago, la capital del país[239]. Señaló dos aspectos que permitirían multiplicarse: valentía, audacia[240] y no quedarse en lo fácil[241]. Además animó a los fieles de la Obra a ser sinceros y dóciles en la dirección espiritual[242], y a ser afectuosos: a demostrar más el cariño[243].
Para poder comunicar mejor el mensaje del amor de Dios, subrayó la unicidad de cada persona y que, por lo tanto, era conveniente hablar a solas con las amistades y dedicarles el tiempo necesario[244]. Señaló que advertir el peligro de un mal no era quitar la libertad, al contrario[245].
Tuvo oportunidad de recalcar que en el Opus Dei no hay más que una llamada, una vocación, no hay miembros de segunda categoría[246]; comentó que era un gran don de Dios e implicaba en todos el mismo deber de luchar por ser santos, la misma responsabilidad apostólica. Insistió en la gran libertad que hay en el Opus Dei para recorrer el camino, y que Jesucristo es el único modelo[247].
San Josemaría impulsó a los varones a organizar actividades de formación cristiana para obreros o para empleados, así como ya la tenían para campesinos la Escuela Agrícola Las Garzas[248].
Otra indicación suya se refirió a los pequeños oratorios que hay en las sedes del Opus Dei y en las sedes de actividades de formación cristiana. En una de las tertulias generales, a raíz de una intervención que refería que algunas personas criticaban la riqueza de los oratorios de los centros del Opus Dei, san Josemaría dijo que lo que había visto era limpieza y buen gusto, y añadió que se estaba quejando, desde que había llegado, de que los oratorios eran muy pobres[249]. Como relata un testigo, en las visitas a los diversos centros del Opus Dei: «Nos señaló que todo estaba puesto con mucho cariño y con limpieza, pero que debíamos ser más generosos en las cosas del Señor; incluso, de visita en diversos oratorios, nos indicó múltiples sugerencias prácticas para introducir, con poco gasto, mejoras que hermosearan esos lugares y sus objetos»[250].
San Josemaría fue claro al explicar las enseñanzas de la Iglesia y al advertir lo que no estaba bien y había que cambiar. En más de una ocasión lo advirtió: «¿Habéis venido a que yo os dé vaselina o a que os diga la verdad?»[251]. Por ejemplo, ante un grupo de supernumerarios, se preguntó: «¿Verdad que soy un poco bestia? Pero no: ¡soy madre con vosotros! Os quiero mucho, pero os tengo que decir las cosas así»[252]. Y más adelante, en una tertulia general, terminó diciendo «Me perdonáis? ¿No os habré ofendido? Si acaso, os pido perdón»[253].
De alguna manera, él mismo resumió uno de los objetivos de su visita a Chile ante un grupo de mujeres del Opus Dei: «El Señor me ha traído para algo, para despertaros de este sopor. Padre [me diréis], ¿está descontento? No hijas, estoy contento de vosotras ¿eh?, y a la vez no estoy contento porque podríais y deberíais ser más; porque es un momento extraordinario en la Iglesia, por el mal que hay. Por lo tanto, también es extraordinario el trabajo que tenemos obligación de hacer»[254].
Nos parece oportuno volver a señalar que los textos escritos han de ser completados con las imágenes. En efecto, la lectura de las transcripciones de los encuentros puede dejar la impresión de dureza en algunas expresiones, pero las relaciones testimoniales y los diarios de los centros manifiestan que todo estaba envuelto de afecto y causaba, por lo tanto, el efecto deseado. Por ejemplo, en el diario de Antullanca sólo se recogió lo siguiente de la tertulia del 5 de julio de 1974 en la sede de la Asesoría Regional: «El Padre estuvo maravilloso, cariñoso a pesar que nos habló muy fuerte, se nos quedaba mirando una por una, con su vista recorría a todas, se le veía como queriéndonos encender a cada una, era francamente emocionante y no tengo palabras para describir cómo fue esa tertulia»[255]
Las visitas especiales
El fundador del Opus Dei solía ir a visitar al nuncio y al ordinario del lugar. En Chile fue el nuncio quien visitó a Escrivá de Balaguer. Álvaro del Portillo lo había ido a saludar al poco de llegar a Santiago, el 28 de junio[256].
Al día siguiente, sábado 29, Mons. Sotero Sanz Villalba[257] fue a la sede de la Comisión Regional hacia las 12.30 hrs. El encuentro con san Josemaría y Álvaro del Portillo se prolongó hasta la hora de almuerzo, cuando el nuncio se marchó. La entrevista fue cordial y afectuosa[258].
El martes 2 de julio, llegó a la sede de la Comisión Regional Sergio Rillon Romaní, abogado y oficial de Marina, asesor jurídico de la Junta de Gobierno, para invitar a Mons. Escrivá a una reunión con la Junta al día siguiente[259]. No se había solicitado esa audiencia. Del Portillo y Rodríguez recibieron a Rillon y, junto con agradecer en nombre de Escrivá la muestra de atención, declinaron la invitación porque se quería evitar una errónea interpretación política del viaje, ya que la estancia del fundador del Opus Dei en Chile «era por razones exclusivamente espirituales y apostólicas»[260].
Al día siguiente, Rodríguez Vidal llevó a destino una carta de Escrivá de Balaguer con la que declinaba formalmente la invitación[261], junto con unas medallas conmemorativas, de bronce dorado, de la bendición por Pablo VI de la imagen de la Virgen que se venera en la ermita del campus de la Universidad de Navarra, el 21 de noviembre de 1965[262].
Cada miembro de la Junta respondió a la misiva del fundador del Opus Dei, con fecha de 8 de julio[263]. Josemaría Escrivá partió de Chile el 9 por la mañana, y no hay constancia de que esas cuatro cartas hayan llegado al destinatario durante su estancia en Chile.
La visita de Mons. Escrivá al arzobispo de Santiago es poco conocida. El cardenal Silva Henríquez escribió sus memorias, que se recogen en tres volúmenes y el nombre del fundador del Opus Dei aparece sólo como tema de conversación con el obispo Tarancón, en Madrid[264]; no menciona la entrevista que tuvo con el fundador en 1974. Tampoco esta se encuentra registrada en la ficha sobre los encuentros con personalidades eclesiásticas y civiles realizadas durante el viaje a Chile: sólo está señalada la visita del nuncio[265]. Esto se explica por la brevedad del evento: con antelación se había fijado la cita para el jueves 4 de julio a las 11.00 hrs., ya que el fundador solía pedir audiencia al obispo de la ciudad que visitaba. Escrivá de Balaguer acudió a la sede del arzobispado, en el centro de la ciudad, acompañado por Del Portillo y Rodríguez. Los recibió Silva Henríquez junto con otra persona cuyo nombre se desconoce. El encuentro duró pocos minutos: al parecer se limitó a un saludo cortés, aunque frío[266].
De la entrevista, san Josemaría refirió solamente que el cardenal lo había recibido con todas sus galas[267].
El 4 de julio, tarde, llegó a la sede de la Comisión Regional una carta de la priora del Monasterio de San José dirigida a Adolfo Rodríguez. En ella pedía –si cabía en el programa– que el fundador del Opus Dei fuera a visitarlas:
Hemos sabido que Monseñor Escrivá de Balaguer se encuentra actualmente en Santiago. Sé que a su paso por España visitó varios conventos de Carmelitas, por el entrañable amor que tiene a nuestra Madre Teresa. Por lo mismo esperamos que, entre sus muchos compromisos, pueda hacerse un ratito para llegar hasta aquí. Pues tanto alcanzas cuanto esperas, esperamos conseguir esta gran bondad del Padre: pero si no le fuese posible, siempre lo tendríamos presente en nuestras oraciones como si hubiésemos recibido su visita[268].
Mostraron la carta al fundador al día siguiente, apenas hubo celebrado la Misa, y se decidió que irían allí esa misma mañana. El Monasterio está a unos pocos minutos en coche desde la sede de la Comisión Regional.
La visita fue a las 10.30 de la mañana en el locutorio. Duró poco más de veinte minutos. Quien llevó la voz cantante fue Mons. Escrivá:
Vengo a pedir una limosna de oración: rezad. Ya veis que la Iglesia está muy mal. La Iglesia, no; la Iglesia es Santa, es la Esposa de Jesucristo: siempre bella, siempre joven, siempre sin mancha, siempre dulce y buena… somos los eclesiásticos; rezad.
[…] Madre priora, perdón. ¿Me permite decir una cosa? ¿Puedo? La dirección espiritual: ¡téngala usted!, ¿está claro? Por amor de Dios, ¡que no les metan mal espíritu! Defiéndanse, no salgan de la clausura, por ningún motivo. ¡Pónganse todas enfermas en cama!, no salgan de la clausura.
[…] No toleréis que toquen nada de vuestras Constituciones, de vuestras Reglas, de vuestras costumbres santas. […] Sed santas. Si lo sois, nos ayudaréis a ser santos. Pedid para que los sacerdotes lo seamos[269].
Además, las animó a alimentar una viva piedad eucarística y a tener devoción a San José. Antes de marcharse les dijo que le habían endulzado el alma y que él les endulzaba el paladar: después, les dejó en el torno una caja de bombones y caramelos[270].
Al salir, dentro todavía del monasterio, se encontraron con Mons. Francisco Valdés, obispo de Osorno[271].
Adolfo Rodríguez lo reconoció y lo presentó a Mons. Josemaría Escrivá, que tuvo palabras de reconocimiento al verlo con hábito capuchino. El obispo, que había oído la plática del locutorio, le comentó que no se usaba hablar así de santidad en ese momento, mientras lo abrazaba[272].
La respuesta de las religiosas no se hizo esperar y escribieron al fundador del Opus Dei:
No tenemos palabras para agradecerle la visita que nos hizo. En las conversaciones con el Señor esperamos saber decírselo para que Él le pague todo el bien que recibimos de usted […]. Quedamos felices y muy endeudadas con usted y con su Obra; siempre estarán presentes en nuestras oraciones[273].
Reflexiones finales
La estancia de san Josemaría en Chile fue breve (casi once días) e intensa: tenía por objetivos confirmar a los católicos en la fe e impulsar los apostolados del Opus Dei en Chile.
Sus condiciones de salud no eran buenas, pero se sobrepuso para poder estar con los fieles del Opus Dei y con las personas que, de alguna manera, estaban cerca. Como recuerda Rodríguez Vidal: «Todos nosotros estábamos felices... felices e ignorantes de lo que aquello había sido para él. Ignorantes también de que el médico analista que hizo unos análisis de control le había dicho al Dr. Blanco, que le había llevado las muestras, que “aquel enfermo debía estar en cama”»[274]. Fue en Perú donde tuvo que hacerlo[275]. Desde Lima escribía Echevarría a Roma: «No dejéis de encomendar el viaje […]. Solamente os insisto, porque realmente la paliza que se está llevando es épica, y no hay modo de recortarla»[276].
Además de las reuniones con numerosas personas, mantuvo encuentros personales y con familias. Solía llevar él el peso de las conversaciones. Demostró estar al tanto de la situación del país, especialmente en materia eclesiástica. Lo que se vivía en Chile, por lo demás, era común a otras naciones donde, bajo el concepto de “espíritu del concilio” se difundían ideas y prácticas litúrgicas contrarias a las enseñanzas del Magisterio. La visita al Card. Silva Henríquez fue motivada por su hábito de visitar a los obispos del lugar donde iba, para manifestar que el trabajo de los fieles del Opus Dei se realizaba en unión con los obispos de las respectivas diócesis. A Escrivá le interesaba saludar a las autoridades eclesiásticas, conforme a su costumbre de trabajar en unión y servicio a la diócesis; no le interesaba, en cambio, reunirse con las autoridades gubernamentales.
El contenido de los encuentros con san Josemaría podría resumirse en animar a los católicos a vivir a fondo su fe y las buenas costumbres. No se cansó de hablar sobre el amor a Dios y el amor de Dios por los hombres; recomendó recibir con frecuencia los sacramentos y formarse bien la conciencia, evitando todo lo que pudiera ser nocivo para el alma. Por este motivo hizo hincapié en el error y daño que supone seguir la doctrina marxista y llevar una vida de libertinaje sexual. Fomentó los deseos de tener vida espiritual: tratar a Dios de modo personal.
Escrivá de Balaguer no tuvo reparos en usar palabras fuertes y claras para impulsar a los fieles del Opus Dei a una mayor responsabilidad en el crecimiento de la Obra. La visita de san Josemaría efectivamente significó un impulso en las actividades de formación espiritual y doctrinal que desarrollaban los fieles del Opus Dei en Chile, lo que merece otro estudio[277].
María Eugenia Ossandón Widow. Licenciada en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctora en Teología (especialidad
en Historia de la Iglesia) por la Pontificia Università della Santa Croce (Roma), en la que es docente en el Departamento de Historia de la Iglesia. En 2014 ha publicado su tesis doctoral Colaborar en el terreno de la caridad . Santa Sede y Comité Internacional de la Cruz Roja entre los siglos XIX y XX. Investigadora del Istituto Storico San Josemaría Escrivá y miembro del comité editorial de la revista Studia et Documenta.
e-mail: m.ossandon@pusc.it
[1] Relación testimonial de Francisco Javier Silva Johnson, sin fecha, AGP, A-1296-01-30. La información sobre el viaje del fundador del Opus Dei salió en televisión y en prensa una vez que se hubo marchado, Diario del Centro de la Asesoría Regional, 17 y 21 de julio de 1974, AGP, U.2.2, D-5621.
[2] El marco internacional de los acontecimientos chilenos es el de la «guerra fría», la división del mundo en torno a los dos colosos, Estados Unidos y Unión Soviética. El primero influía en Chile a través de la Alianza por el Progreso –que condicionaba algunas ayudas económicas– y el segundo principalmente a través de asesoramiento técnico-industrial y político. La Revolución Cubana liderada por Fidel Castro en 1959 se convirtió en el modelo del socialismo latinoamericano y determinó la convicción de que el único camino hacia el cambio social era la lucha armada. Las guerrillas eran el instrumento que harían desatar la revolución. Sobre el Gobierno de la Unidad Popular y sus precedentes, cfr. Joaquín Fermandois, La revolución inconclusa . La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular, Santiago de Chile, CEP, 2013; Tanya Harmer, Allende’s Chile and the Inter-American Cold War, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2011; Gonzalo Vial, Chile . Cinco siglos de historia . Desde los primeros pobladores prehispánicos hasta el año 2006, Santiago de Chile, Zig-Zag, 2009, vol. II, pp. 1244-1286; Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo . Chile en la política mundial 1900-2004, Santiago de Chile, Universidad Católica de Chile, 2004, pp. 335-391; Gonzalo Rojas Sánchez, La agresión del oso . Intervención soviética y cubana en Chile 1959-1973, Santiago de Chile , El Roble, 2003; Sofía Correa Sutil – Consuelo Figueroa Garavagno – Alfredo Jocelyn-Holt Letelier – Claudio Rolle Cruz – Manuel Vicuña Urrutia, Historia del siglo XX chileno, Santiago de Chile, Sudamericana, 20023, pp. 210-276; Patricia Arancibia Clavel (ed.), Los orígenes de la violencia política en Chile . 1960-1973, Santiago de Chile, Universidad Finis Terrae – Libertad y Desarrollo, 2001.
[3] El planteamiento pacifista de Allende no perduró en su discurso político; desde 1972 no lo volvió a mencionar. Sobre el origen y desarrollo de la «vía chilena al socialismo», cfr. Fermandois, Mundo, pp. 347-352; Rojas Sánchez, La agresión, pp. 36-39.
[4] Cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1278-1279; Simon Collier – William F. Sater, Historia de Chile, 1808-1994, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, pp. 331-334.
[5] Los grandes focos de violencia durante el Gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) fueron la reforma universitaria –pedida por grupos de estudiantes– y la reforma agraria –realizada a través de la ocupación de predios–, en la cual participaron por iniciativa propia el Frente de Acción Popular (FRAP, conglomerado que pasó a llamarse Unidad Popular en las elecciones de 1970) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, creado en 1965) para evitar que la Democracia Cristiana fuera la única beneficiaria del proceso. Las ocupaciones de terrenos urbanos también aumentaron: 8 (1968), 73 (1969), 220 (1970). A fines de 1966 se creó la sección chilena del Ejército de Liberación Nacional (ELN) creada por Ernesto «Che» Guevara en Bolivia, cuyos miembros eran conocidos como «elenos»; uno de sus dirigentes era Beatriz Allende, hija de Salvador Allende. Cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1264-1275. Los hechos de violencia política bajo Jorge Alessandri Rodríguez (que gobernó entre 1958 y 1964) sumaron 104; bajo Frei, 363 y bajo Allende (en sus casi tres años en el poder), 708. El número de heridos en estos hechos de violencia sumaron: 243 bajo Alessandri, 415 Frei, 1.126 bajo Allende; los muertos fueron 25, 41 y 111 bajo los respectivos mandatarios. Cfr. Patricia Arancibia Clavel – M. de los Ángeles Aylwin Ramírez – Soledad Reyes del Villar, Los hechos de violencia en Chile: del discurso a la acción, Santiago de Chile, Universidad Finis Terrae – Libertad y Desarrollo, 2003, p. 16.
[6] La más conocida fue la GAP (Grupo de Amigos Personales), custodia personal del presidente Allende, formada por más de ciento cincuenta jóvenes bien armados y adiestrados.
[7] Sobre los hechos del 11 de septiembre, que comenzaron con la ocupación de Valparaíso por la flota de guerra en la madrugada, el bombardeo del palacio La Moneda y de la casa particular del presidente de la República, y el suicidio de Allende, cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1292-1293; Correa – Figueroa – Jocelyn-Holt – Rolle – Vicuña, Historia, pp. 274-276; Collier – Sater, Historia, pp. 356-358; Óscar Soto Guzmán, El último día de Salvador Allende, Madrid, El País, 1998; Gonzalo Martínez Corbalá, Instantes de decisión, Chile 1972-1973, México, Grijalbo, 1998.
[8] La Junta llamó pronunciamiento al golpe de Estado después de la declaración firmada por el Colegio de Abogados de Chile, en octubre de 1973. En esta la intervención militar era considerada un legítimo derecho de rebelión del pueblo, al ver quebrantada su más alta norma jurídica, la Constitución de 1925, y porque la Junta había indicado que se recuperaría la normalidad constitucional (cfr. Antecedentes histórico-jurídicos: 1972-1973, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1980, pp. 182-188).
[9] Cfr. Renato Cristi, El pensamiento político de Jaime Guzmán . Una biografía intelectual, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2011, p. 84; Belén Moncada Durruti, Jaime Guzmán: una democracia contrarrevolucionaria, Santiago de Chile, RIL, 2006, p. 163. Guzmán fue asesor político de la Junta y miembro de la Comisión encargada de redactar la nueva Constitución.
[10] En estos casos se usa el término «violación de los derechos humanos» porque el concepto se aplica sólo a la relación de los Estados con los ciudadanos, no así para calificar similares acciones perpetradas por los particulares. Estas son calificadas de homicidio, acto terrorista, etc. Este uso se debe a que los Estados han adherido a la Declaración Universal de Derechos Humanos y han ratificado los pactos internacionales que rigen estas materias. La noción de violación de derechos humanos subraya la responsabilidad del Estado en la materia, ya que cuenta con la fuerza pública y otras instituciones para denunciar y castigar los crímenes cometidos por los particulares que se encontrarían indefensos. Las víctimas de violación de derechos humanos durante el periodo 11 de septiembre de 1973 a 1990 fueron 2.298 personas (190 eran militares y carabineros). Cfr. Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (conocido como Informe Rettig debido al presidente de la Comisión, Raúl Rettig Guissen), Santiago de Chile, 1996, vol. I, pp. 13-14; datos estadísticos en vol. II, anexo VI.
[11] La DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) fue creada para centralizar la acción que realizaban los organismos análogos que dependían de las diferentes ramas de las fuerzas armadas y de orden. Actuó también al margen de las autoridades del propio gobierno. Las víctimas de 1973 (cuatro meses) sumaron 1.236; las de 1974, 329. Cfr. Informe Rettig, vol. II, pp. 720-721, 967 y anexo VI, p. 1366.
[12] Sobre el gobierno de Pinochet señalamos algunas obras con distintos puntos de vista: Carlos Huneeus Madge, El Régimen de Pinochet, Santiago de Chile, Sudamericana, 2000; Luis Vitale et al., Para recuperar la memoria histórica . Frei, Allende y Pinochet, Santiago de Chile, ChileAmérica-CESOC, 1999, pp. 239-294; Gonzalo Rojas Sánchez, Chile escoge la libertad . La presidencia de Augusto Pinochet Ugarte, 11-IX. 1973 – 11 .III .1990, Santiago de Chile, Zig-Zag, 1998, 2 vols.
[13] Cfr. Informe Rettig, vol. I, p. 85; Correa – Figueroa – Jocelyn-Holt – Rolle – Vicuña, Historia, p. 283.
[14] Cfr. Fermandois, Mundo, p. 402; Informe Rettig, vol. I, p. 434.
[15] Ascanio Cavallo (ed.), Memorias. Cardenal Raúl Silva Henríquez, Santiago de Chile, Copygraph, 1994, vol. III, pp. 13-14. Las «cosas terribles» hacen referencia a las torturas, «asombrosas y espeluznantes», Fermandois, Mundo, p. 396.
[16] Alberto Hurtado Cruchaga (1901-1952) fue canonizado en 2005. Un par de reseñas biográficas: Mauro Matthei Puttkamer, Testimonios de santidad en Chile a partir de 1920 hasta la actualidad, en Marcial Sánchez Gaete (dir.), Historia de la Iglesia en Chile, vol. IV, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2014, pp. 431-434; Óscar Álvarez Gila – Carmen-José Alejos Grau,La acción social y cultural de los católicos hasta el Vaticano II, en Josep-Ignasi Saranyana (dir.), Teología en América Latina, vol. III, Madrid, Iberoamericana, 2002, pp. 224-226.
[17] Cfr. Vial, Chile, vol. II, p. 1251.
[18] Cfr. Pío XII, Carta Ad Ecclesiam Christi, 29 de junio de 1955, al Card. Adeodato Giovanni Piazza, para los obispos de América Latina reunidos en Río de Janeiro, AAS 47 (1955), pp. 539-544. Sobre la falta de clero, cfr. El estudio sociológico del jesuita Renato Poblete Barth, Crisis sacerdotal, Santiago de Chile, Editorial del Pacífico, 1965.
[19] Cfr. Vial, Chile, vol. II, p. 1245.
[20] Raúl Silva Henríquez (1907-1999) fue ordenado en 1938, nombrado obispo de Valparaíso el 24 de octubre de 1959, y arzobispo de Santiago de Chile el 14 de mayo de 1961 (asumió el 24 de junio), fue creado cardenal el 19 de marzo de 1962. Su sucesor fue Mons. Juan Francisco Fresno, nombrado el 3 de mayo de 1983.
[21] Cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1248-1249.
[22] Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. III, p. 19. Por ejemplo, entre las acciones que se interpretaron a favor de su filomarxismo se encuentra su parecer favorable en la Pontificia Universidad Católica de Chile al doctorado honoris causa a Pablo Neruda, poeta de activa militancia comunista, en 1969 (cfr. Miguel Ortega [ed.], El cardenal nos ha dicho 1961/1982, Santiago de Chile, Editorial Salesiana, 1982, pp. 71-72) y el haber accedido a la petición de Fidel Castro de reunirse con él durante su visita a Chile (en noviembre de 1971), pero se desconoce que había solicitado el parecer a la Santa Sede, que le recomendó aceptarla y tomar algunas medidas, como la de tenerla junto con otros dos sacerdotes (cfr. Cavallo [ed.], Memorias, vol. II, pp. 212-216). En cambio, fue juzgado conservador al poner en duda la visión cristiana y la fidelidad a la vocación sacerdotal de los participantes en el Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo celebrado en Santiago, en abril de 1972, cfr. Juan Antonio Cavero G., Fermento revolucionario del catolicismo latinoamericano, en Nueva Sociedad, n. 13, julio-agosto de 1973, p. 31.
[23] Cfr. Vial, Chile, vol. II, p. 1249; Cavero G., Fermento, p. 8. El cardenal Silva Henríquez suspendió a divinis a los ocho sacerdotes que dirigieron la operación, y la levantó cuando le escribieron pidiéndole perdón y que reconsiderara la medida. Más adelante abandonaron el sacerdocio. Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. II, pp. 140-143; Fernando Aliaga Rojas − José Marín Rojas − Jorge Osorio Vargas – Ricardo Pavez Contreras, Documentos de la Conferencia episcopal chilena, II parte, s.l., Equipo de Servicios de la Juventud, pp. 182-183.
[24] Cavero G., Fermento, p. 26.
[25] En diciembre de ese año fue suprimido el adjetivo “sacerdotal” y más adelante se llamó simplemente Movimiento Cristianos por el Socialismo. Cfr. Pablo Richard, Cristianos por el socialismo . Historia y documentación, Salamanca, Sígueme, 1976, p. 58. La declaración se encuentra en Instituto de Estudios Políticos, ¿Consecuencia cristiana o alienación política? Cristianos por el Socialismo, Santiago de Chile, Editorial del Pacífico, 1972, pp. 151-154.
[26] Cfr. Cavero G., Fermento, p. 29.
[27] Cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1249-1250.
[28] Cfr. Carlos Oviedo Cavada, secretario de la Conferencia Episcopal chilena, Carta circular a los presidentes de las conferencias episcopales de América Latina, sobre la reunión latinoamericana de Cristianos por el socialismo, en Santiago de Chile, 12 de enero de 1972, en Id., Documentos del episcopado . Chile 1970-1973, [Santiago de Chile], Mundo, 1974, p. 123.
[29] Tal era el argumento de la II Asamblea Ordinaria de obispos, que se reunió en octubre de ese año. Sobre la Asamblea, cfr. Víctor Martínez de Artola – Carmen-José Alejos Grau – Josep-Ignasi Saranyana, Magisterio pontificio y asambleas eclesiásticas en el siglo XX, en Saranyana (dir.), Teología, vol. III, pp. 131-132.
[30] Cfr. Raúl Silva Henríquez, Francisco de Borja Valenzuela, Juan Francisco Fresno, Manuel Sánchez y Emilio Tagle, Carta del Comité Permanente del Episcopado y del Consejo de Arzobispos de Chile a los sacerdotes participantes en la reunión a efectuarse en Santiago con fecha 16, 17 y 18 del presente, 13 de julio de 1971, en Oviedo Cavada (ed.), Documentos, pp. 103-104.
[31] Cfr. Richard, Cristianos, pp. 50-51. En diciembre de 1971 la Conferencia Episcopal chilena recibió un documento de los Doscientos, preparado por uno de sus dirigentes, que anunciaba el fin de la Iglesia y la desaparición del clero célibe, proponía trabajar con cris- tianos (no mencionaba católicos) y una redistribución de las diócesis. El autor era un vicario diocesano del que Silva Henríquez no menciona el nombre (cfr. Cavallo [ed.], Memorias, vol. II, p. 221).
[32] El documento está recogido en Instituto de Estudios Políticos, ¿Consecuencia cristiana…?, pp. 281-284. Los diez sacerdotes chilenos eran: Martín Gárate (CSC), Pablo Richard, Carlos Condamines, José Arellano, Ignacio Pujadas, Óscar Letelier, Guillermo Redington (CSC), Juan Marín, Sergio Concha (CSC), Juan Latulipe (Misioneros Oblatos de María Inmaculada, OMI); los dos aspirantes al sacerdocio eran Mauricio Laborde (CSC) y Germán Cortés (Misioneros de la Sagrada Familia, MSF). Fidel Castro, en su visita a Chile, se reunió con el Secretariado Cristianos por el Socialismo el 29 de noviembre de 1971 y los invitó a Cuba; sobre esta reunión, cfr. Richard, Cristianos, pp. 67-69.
[33] Cfr. Carta a los sacerdotes que firmaron el «Mensaje a los cristianos de América Latina» en La Habana el 3 de marzo de 1972, 11 de abril de 1972, en Oviedo Cavada (ed.), Documentos, pp. 132-133 (y en Instituto de Estudios Políticos, ¿Consecuencia cristiana…?, pp. 285-287). La carta se envió primero a los destinatarios a través de sus superiores eclesiásticos; después de un tiempo fue hecha pública –ya que el mensaje redactado en Cuba había sido profusamente difundido– en coincidencia con el Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo, aunque no era dirigida a esa reunión. Cfr. ibid., p. 235, nota 35.
[34] Cfr. Cavero G., Fermento, p. 30. El encuentro contó con la participación de más de cuatrocientas personas, sacerdotes y laicos, provenientes de toda América Latina. Algunos de sus documentos se encuentran en Instituto de Estudios Políticos, ¿Consecuencia cristiana…?, pp. 155-189.
[35] Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. II, pp. 221-223.
[36] Cfr. ibid., p. 226.
[37] Los teólogos eran Juan Ochagavía, Juan de Castro, Egidio Viganó, Roger Vekemans y otros, señaló el cardenal. Ellos le propusieron consultar a otros purpurados: Julius Döpfner (Munich), Léon Josef Suenens (Bruselas), Bernard Alfrink (Amsterdam) y así se hizo. Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. II, pp. 133-134.
[38] La opinión de los teólogos (sin firma), fechada el 12 de agosto de 1968, está publicada bajo el título Profesores de teología de la U . C . de Santiago se refieren a la Humanae vitae, «Mensaje» (septiembre 1968), pp. 426-428.
[39] Cit. en Vial, Chile, vol. II, p. 1294.
[40] Cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1293-1294; Cavallo (ed.), Memorias, vol. II, pp. 135-136; Declaración de los obispos de Chile sobre problemas de la actualidad, agosto 1969, «Revista Católica» (1969), p. 5767, en Aliaga Rojas – Marín Rojas – Osorio Vargas – Pavez Contreras, Documentos, II parte, p. 123. La conferencia episcopal chilena no emanó ningún documento sobre la Humanae vitae: hizo propio el documento de Medellín (6 de septiembre de 1968) en el que explícitamente adopta las indicaciones del magisterio pontificio. Cfr. Luigi Sandri (a cura di), Humanae vitae e magistero episcopale, Bologna, EDB, 1969, p. 429.
[41] Cfr. Vial, Chile, vol. II, pp. 1250-1251; Declaración del Comité Permanente del Episcopado sobre la entrega de colegios católicos al Estado, 24 de agosto de 1971, en Oviedo Cavada (ed.), Documentos, pp. 110-111.
[42] Los obispos de Chile, Por un camino de esperanza y de alegría, 11 de abril de 1972, en Oviedo Cavada (ed.), Documentos, pp. 133-136. Las «dos partes del país» a las que se refiere el documento, son el Gobierno y la oposición.
[43] Los miembros del Comité fueron el obispo Fernando Ariztía (presidente), los jesuitas Fernando Salas (secretario ejecutivo) y Patricio Cariola; Baldo Santi (Orden Madre de Dios, OMD); el obispo luterano Helmut Frenz; el pastor metodista Tom Stevens; el pastor metodista pentecostal Julio Assad; el administrador apostólico ortodoxo José Elías; el pastor bautista Luis Pozo; el representante de la Unión Evangélica Latinoamericana Augusto Fernández y el rabino Ángel Kreiman. Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. III, p. 9.
[44] Cfr. ibid ., pp. 7-10.
[45] Informe Rettig, vol. I, p. 434.
[46] El general Bonilla había colaborado con Conar y pensaba que ciertos desmanes podían ser producto de elementos infiltrados en las Fuerzas Armadas. Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. III, pp. 15-16.
[47] Cfr. Rojas Sánchez, Chile escoge la libertad, vol. I, p. 114.
[48] Cfr. Cavallo (ed.), Memorias, vol. III, p. 15.
[49] Cfr. ibid., pp. 23 y 26; Rojas Sánchez, Chile escoge la libertad, vol. I, pp. 118-119. El Comité Pro Paz fue acusado en 1975 de apoyar a miembros del MIR prófugos y el Gobierno pidió su cierre; al día siguiente se creó la Vicaría de la Solidaridad, con los mismos objetivos y el Gobierno no pudo impedir su acción. Tampoco se puede negar que hubo izquierdistas radicales en ella. Cfr. Informe Rettig, vol. III, p. 969; Vial, Chile, vol. II, p. 1347.
[50] Sotero Sanz Villalba (1919-1978) en 1970 fue nombrado nuncio en Chile, donde permaneció hasta 1977, cuando pasó a desempeñarse como delegado apostólico en México. En 1978 llegó Mons. Angelo Sodano a ocupar la Nunciatura.
[51] Pese a las circunstancias, la ceremonia se realizó. Cfr. Braulio Fernández Biggs – Patricio Fernández Ugarte – Sebastián Urruticoechea Ríos, Conversaciones con J . M . Ibáñez Langlois, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2015, p. 129, donde el entrevistado recuerda lo contrario.
[52] Cfr. Jaime Rojas – Franz Vanderschueren, Chiesa e golpe cileno . La política della Chiesa da Frei a Pinochet, Torino, Claudiana, 1976, pp. 122. Aquí se señala que los asilados entre agosto de 1974 y abril de 1975 fueron setenta y seis; pero no indica cifras de los que se refugiaron en la Nunciatura en septiembre de 1973 y noviembre de 1975.
[53] Sobre los inicios del Opus Dei, cfr. Speria Cayo Tamburrino, Chile, en José Luis Illanes (coord.), Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Burgos-Roma, Monte Carmelo – Istituto Storico San Josemaría Escrivá, 2013, pp. 231-233.
[54] Relación testimonial de José Miguel Ibáñez Langlois, 26 de julio de 1975, AGP, A.5, 0220- 01-05.
[55] Relación testimonial de Bernardita Johnson Llona, 23 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1297- 01-49; Relación testimonial de Jorge Rodríguez Ariztía, sin fecha, AGP, A.5, 1290-01-26; Relación testimonial de Consolación Pérez González, 30 de julio de 1975, AGP, A.5, 0237- 03-01.
[56] Relación testimonial de María Galilea Linares, 23 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1297-1-33.
[57] Relación testimonial de Elena Vial Correa, 6 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1297-01- 97.
[58] Relación testimonial de Alejandro González Gatica, 15 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1290- 01-28.
[59] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5472; Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621.
[60] Carta de Josemaría Escrivá de Balaguer a Adolfo Rodríguez Vidal, 1 de octubre de 1973, AGP, A.3.4, 0305-03, carta 731001-01. Se refiere a Umberto Farri, italiano, miembro del Opus Dei. Josemaría Escrivá solía firmar Mariano por devoción a la Virgen y porque era uno de sus nombres de Bautismo.
[61] Relación testimonial de Lillian Calm Espinosa, en la que transcribe una carta suya del 4 de abril de 1974, AGP, A.5, 1297-01-11.
[62] Diario del Centro de la Asesoría Regional, 26 de abril de 1974, AGP, U.2.2, D-5621.
[63] Diario del Centro de la Comisión Regional, 5 de mayo de 1974, AGP, M.2.2, D-62-4.
[64] Diario del Centro de la Asesoría Regional, 5 de mayo de 1974, AGP, U.2.2, D-5621.
[65] Diario del Centro de la Asesoría Regional, 7 de mayo de 1974, AGP, U.2.2, D-5621.
[66] Diario del Centro de la Comisión Regional, 9 de junio de 1974, AGP, M.2.2, D-62-4.
[67] Diario del viaje a América (en las fechas correspondientes), II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro de la Comisión Regional, aunque pone como fecha de vuelta el 15 de junio, AGP, M.2.2, D-62-4.
[68] Acompañaban a Mons. Escrivá de Balaguer sus colaboradores más estrechos: Álvaro del Portillo (que lo sucedió al frente del Opus Dei en 1975), Javier Echevarría (prelado del Opus Dei entre 1994 y 2016) y el médico Alejandro Cantero.
[69] Los preparativos comenzaron antes de saber que el fundador iría a Santiago, ya que el viaje a Argentina les hizo pensar que era muy probable que cruzara la Cordillera de los Andes: Diario del Centro de la Comisión Regional durante mayo y junio de 1974, AGP, M.2.2, D-62-4. Las lluvias del periodo hicieron patente que había desperfectos en la construcción del techo: Diario de la administración doméstica del Centro Alameda durante el mismo periodo, AGP, U.2.2, D-5473.
[70] Diario del viaje a América, II, 2 de julio de 1974, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[71] Cfr. Diego Martínez Caro – Alejandro Cantero Fariña, ¡Santificado sea el dolor! Aspectos médicos de la biografía del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, «Scripta Theologica» 34 (2002), p. 615.
[72] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. Sobre los acompañantes, cfr. supra, nota 68.
[73] Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1. El Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2) dice que «aterrizó puntualmente a las 12.30». Son dos horas de vuelo; una hora de diferencia según el huso horario. «El viaje desde Buenos Aires es corto, pero una serie de circunstancias ajenas a ellos lo convirtió en un viaje que duró prácticamente toda la mañana», Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0241-03-09.
[74] Nota Algunos detalles “sin importancia”, sin fecha ni firma (probablemente de Rodríguez Vidal), AGP, A.2, 0063-02-04.
[75] Nota Algunos detalles “sin importancia”, sin fecha ni firma (probablemente de Rodríguez Vidal), AGP, A.2, 0063-02-04; Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 11 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1290-01-24; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2.
[76] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473.
[77] Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0241-03- 09; Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2), donde se señala que el encuentro duró 55 minutos y que estuvieron presentes los numerarios de otro centro del Opus Dei.
[78] Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[79] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473.
[80] Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0241- 03-09; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[81] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[82] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. San Josemaría, durante su estancia en Chile, celebró diariamente la Misa a las 7.50 (Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1), salvo cuando se indica otra hora.
[83] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[84] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473. En ese relato se dice que la reunión fue a las 11.30, pero el plan de actividades las preveía a las 11.15 cuando se realizaban en Alameda y a las 11.30 cuando eran en el Colegio Tabancura (Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1). El autor del Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2) indica que vio a Escrivá de Balaguer dirigirse a esa reunión a las 11.05 hrs. y en el Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1), en el calendario de las actividades diarias, se señala que ese encuentro tuvo lugar a las 11.45 hrs.
[85] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[86] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2. En el Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1), la visita está registrada en el día lunes 1 de julio. El médico anotó que el nuncio llegó a las 12.45 hrs.: Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[87] Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal (donde no detalla el día ni la hora), 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0241-03-09.
[88] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[89] Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[90] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario de Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[91] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[92] El encuentro duró una media hora (Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2); treinta y cinco minutos señala el Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2); en cambio el Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1), le asigna veinte minutos. Sobre el encuentro: Catequesis en América, vol. II, pp. 41 y 53, AGP, Biblioteca, P05.
[93] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[94] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; octavilla con algunos datos de la familia, 30 de junio de 1974, AGP, A.2, 0063-01-05.
[95] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Catequesis en América, vol. II, p. 68, AGP, Biblioteca, P05; Relación testimonial de Ana Luz Ossandón de Cuevas, 30 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1297-01-65; octavilla con algunos datos de la familia, 30 de junio de 1974, AGP, A.2, 0063-01-05. Carlos y Mario Cuevas son hermanos. Las dos parejas trabajaban en la puesta en marcha y promoción de los colegios Los Andes y Tabancura.
[96] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[97] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2 D-5621; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[98] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[99] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[100] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[101] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2.
[102] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[103] Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506.
[104] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2.
[105] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. Ese día murió el presidente de Argentina, Juan Domingo Perón; al conocer la noticia, san Josemaría pidió a los presentes que rezaran por la paz en ese país.
[106] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[107] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. El círculo breve es un medio de formación espiritual, dirigido a los fieles del Opus Dei, que consiste en un breve comentario del Evangelio, dos pláticas sobre aspectos de la vida cristiana y un examen de conciencia personal.
[108] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[109] Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 6 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-24; octavilla con algunos datos de la familia, sin fecha, AGP, A.2, 0063-01-05; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[110] Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506.
[111] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2.
[112] Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506; Relación testimonial de Luz María Ugarte Frías, 20 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1297-01-94; Relación testimonial de Consolación Pérez González, 30 de julio de 1975, AGP, A.5, 0237-03-01.
[113] Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 8 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-24.
[114] El paseo fue muy breve, por el frío y la humedad, por lo que volvieron al cuarto de estar (Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2).
[115] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[116] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[117] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. El Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1) señala que Rillon llegó a las 19.30 hrs. El único dato que explicaría esta invitación, es un escrito de Roma a la Comisión Regional, en el que se hace referencia a un supernumerario (sin dar el nombre) que se movió por propia iniciativa (escrito del Consejo General a la Comisión Regional, 17 de abril de 1979).
[118] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621.
[119] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2.
[120] Cfr. infra, nota 259.
[121] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[122] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. Fue Del Portillo quien llevó el peso de la reunión, en la que todos intervinieron.
[123] Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 9 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-24; Relación testimonial de Eduardo Guilisasti Gana, sin fecha, AGP, A.5, 1296- 01-16; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2. Administraba esos terrenos el padre de José Miguel Ibáñez (Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2). En cambio, el Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1) pone este paseo en la tarde del día siguiente.
[124] Relación testimonial de Guillermo Mönckeberg Balmaceda, 15 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1296-01-25; Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 9 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-24; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1 ), que la coloca a las 18.00 hrs.
[125] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[126] Relación testimonial de Javier Infante de Tezanos Pinto, 10 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1296-01-19; Relación testimonial de María de Tezanos Pinto de Infante, 15 de julio de 1975, AGP, A.5, 1297-01-92; octavilla con algunos datos de la familia, sin fecha, AGP, A.2, 0063-01-05; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[127] Relación testimonial de Georgina Echeverría de Astaburuaga, 8 de julio de 1975, AGP, A.5, 1297-01-27; Relación testimonial de Lucía Astaburuaga Echeverría, 23 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1297-01-04; octavilla con algunos datos de la familia, 4 de julio de 1974, AGP, A.2, 0063-01-05. Según las octavillas de este y del anterior encuentro, que señalan la hora a lápiz, el orden de las reuniones con cada familia fue al revés de lo que se indica aquí, pero nos apoyamos en el Diario del viaje a América, II (AGP, M.2.2, D-1056-2) y en el Cuaderno El Padre en Chile AGP, M.2.2, D-1811-1.
[128] Relación testimonial de Rodolfo González Gatica, sin fecha, AGP, A.5, 1296-01-15; Rela- ción testimonial de Juan Carlos Croxatto Ovando, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1290- 01-29; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[129] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[130] Relación testimonial de Rodolfo González Gatica, 1 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1296-01- 15; Relación testimonial de Guillermo Mönckeberg Balmaceda, 15 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1296-01-25; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[131] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. Mons. Escrivá se había recuperado bastante de la faringitis.
[132] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621.
[133] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[134] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1), donde se señala que estuvieron presentes unas sesenta y cinco personas.
[135] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473; Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506.
[136] Esa mañana, después de celebrar la Misa, Mons. Escrivá leyó la carta –que había llegado la noche anterior– que la priora había dirigido a Rodríguez para invitar al fundador (Catequesis en América, vol. II, pp. 89-94, AGP, Biblioteca, P05 y en Catequesis en América, vol. II, pp. 106-109, AGP, Biblioteca P04).
[137] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; octavilla con algunos datos de la familia, sin fecha, AGP, A.2, 0063-01-05.
[138] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; octavilla con algunos datos de la familia, sin fecha, AGP, A.2, 0063-01-05.
[139] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[140] Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2): la tertulia estaba prevista para ese día por la mañana, pero fue retrasada para poder ir al convento carmelita; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile (AGP, M.2.2, D-1811-1), que señala que la tertulia fue a las 14.30 hrs.
[141] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[142] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2. En ese acto de investidura, recibieron el doctorado Mons. Franz Hengsbach, obispo de Essen y fundador de Adveniat, y Jérôme Lejeune, profesor de Genética fundamental en la Universidad de París. Sobre los nombramientos, cfr. Yolanda Cagigas Ocejo, Los primeros doctores honoris causa de la Universidad de Navarra (1964-1975), SetD 8 (2014), pp. 263-271.
[143] Octavilla con algunos datos de la familia, AGP, A.2, 0063-01-05; Diario del viaje a Amé- rica, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[144] Relación testimonial de María Emilia Undurraga Mackenna, 10 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1297-01-95; octavilla con algunos datos de los miembros de la familia que estarían presentes, AGP, A.2, 0063-01-05; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[145] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2.
[146] Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[147] Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[148] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1. Se instaló circuito interno de televisión para los que quedaron fuera del salón.
[149] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[150] Relación testimonial de Fernando Eguiguren Tagle, 15 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1296- 01-11; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro Alamed
[151] Relación testimonial de María Elena Reyes de Correa, 18 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1297-1-78; octavilla con algunos los datos de la familia, con fecha equivocada, AGP, A.2, 0063-01-05; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[152] Se trataba de una familia muy amplia: sumaron setenta y cuatro personas, porque estaban las familias de los hijos; no cabían en el cuarto de estar de la Comisión: Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; octavilla con los datos generales de los hijos y sus respectivas familias AGP, A.2, 0063-01-05; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[153] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621.
[154] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[155] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[156] Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 9 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-24; Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[157] Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3.
[158] Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3 (se dice que fueron consagradas siete aras además de los dos cálices).
[159] Después de la tertulia del 7 de julio, en la que hubo una intervención desagradable, porque una señora dijo que en el Opus Dei se coaccionaba a los jóvenes (cfr. infra, nota 212), muchas personas hicieron llegar a Mons. Escrivá diversos regalos; uno de ellos –el más valioso– fue una pulsera de oro: una cadena con una medalla por cada hijo, con el nombre y fecha de nacimiento. Con el estuche en el que venía, estaba una simple tarjeta de visita que decía: «Para el Padre, de parte de Carlos, Josefina y sus once hijos libérrimos». Ninguno de la familia era del Opus Dei. El fundador quiso agradecer personalmente el regalo, que volvió a entregar –con su bendición– al matrimonio: Catequesis en América, vol. II, pp. 201-203, AGP, Biblioteca, P05; Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[160] Octavilla con algunos datos de la familia, 8 de julio de 1974, AGP, A.2, 0063-01-05.
[161] Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3; el Diario del Centro de la Asesoría Regional (AGP, U.2.2, D-5621) señala el clima en el que se desenvolvió la tertulia: «Hoy a las 11.00 fue la última tertulia general, todos queríamos reparar de alguna forma el mal rato de ayer». En el Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2) se añade: «Esta tertulia se prolongó porque todos querían aprovechar la ocasión para demostrarle al Padre su cariño y agradecimiento por todo lo que su visita estaba suponiendo para nosotros. El Padre tampoco daba muestras de querer terminar». No se filmó porque los equipos estaban ya embalados para el viaje a Lima.
[162] Sobre el horario del almuerzo: Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473. Sobre la tertulia: Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3.
[163] Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[164] Diario del Centro de la Asesoría Regional, AGP, U.2.2, D-5621; Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[165] Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3.
[166] Relación testimonial de Enrique Blanco Martínez, 9 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-1-24. Por lo que se entiende del relato, al parecer no era un encuentro organizado previamente, sino que quienes lo esperaron de vuelta de Lo Vásquez se quedaron con él en el cuarto de estar de Alameda (Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1; Diario del Centro Alameda, AGP, M.2.2, D-1811-2).
[167] Catequesis en América, vol. II, p. 233, AGP, Biblioteca, P05; Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[168] Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[169] Diario de la administración doméstica del Centro Alameda, AGP, U.2.2, D-5473.
[170] Diario del viaje a América, III, AGP, M.2.2, D-1056-3. Se pudo evitar la espera en el aeropuerto porque, en lugar de avisar al Ministerio de Relaciones Exteriores, se comunicó el viaje al jefe del aeropuerto. Alejandro Cantero pudo pasar a revisión los pasaportes en forma expedita: Nota Algunos detalles “sin importancia”, sin fecha ni firma (probablemente de Rodríguez Vidal), AGP, A.2, 0063-02-04.
[171] Catequesis en América, vol. II, pp. 40 y 162-163, AGP, Biblioteca, P05. Estaba prevista la primera tertulia general en el teatro Las Condes (Diario del Centro Alameda, domingo 30 de junio, AGP, M.2.2, D-1811-2).
[172] Diario del Centro de la Comisión Regional, 8 y 26 de mayo de 1974, AGP, M.2.2, D-62-4.
[173] Los que pertenecen a la familia espiritual del Opus Dei.
[174] La tarea de formación espiritual que se realiza con jóvenes y con adultos se encomienda a los arcángeles san Rafael y san Gabriel respectivamente.
[175] Relación testimonial de Carlos José Errázuriz Mackenna, 8 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-27.
[176] Diario del Centro de la Asesoría Regional, domingo 19 a lunes 27 de mayo, miércoles 29 de mayo, jueves 30 de mayo de 1974, AGP, U.2.2, D-5621.
[177] Algunos de los encuentros privados fueron filmados. La película de la tertulia del domingo 7 de julio no incluye una desacertada intervención (se hizo un corte); sólo se advierte que ocurrió algo desagradable al observar un cambio en el rostro de los presentes. Cfr. infra, nota 212.
[178] Relación testimonial de Carlos José Errázuriz Mackenna, 8 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-27. Corrobora esta afirmación la Relación testimonial de Isabel Margarita Fuenzalida Briceño (27 de julio de 1975, AGP, A.5, 1297-01-31), que –al terminar el encuentro– oyó decir a unas niñas de unos ocho años que habían entendido todo. Para cerciorarse de que así era, les hizo algunas preguntas.
[179] Relación testimonial de José Miguel Ibáñez Langlois, 3 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0220- 01-05. Se refiere a Juan de Dios Vial Larraín, abogado, filósofo y profesor universitario.
[180] Relación testimonial de Carlos José Errázuriz Mackenna, 8 de septiembre de 1975, AGP, A.5, 1290-01-27. Las oraciones por las autoridades al finalizar cada encuentro numeroso fue una norma habitual en los viajes de san Josemaría, no se debía a ningún motivo específico del país en el que se encontrara.
[181] AGP, A.4, f740701-t. La signatura archivística se compone, entre otros elementos, de un número que comprende la fecha (740701 = 1 de julio de 1974).
[182] AGP, A.4, t740630sv; AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740704ge.
[183] AGP, A.4, t740704ge.
[184] AGP, A.4, t740701sv; AGP, A.4, t740704ge; AGP, A.4, t740705sv; AGP, A.4, t740705ge; AGP, A.4, t740706ge; encuentro con las carmelitas descalzas del Monasterio de San José, AGP, A.4, t740705rel.
[185] AGP, A.4, t740706ge; AGP, A.4, t740705ge.
[186] AGP, A.4, f740629-t; AGP, A.4, f740705-t; AGP, A.4, t740705ge; AGP, A.4, t740706ge.
[187] AGP, A.4, t740706ge.
[188] AGP, A.4, f740705-t; AGP, A.4, t740706ge; apuntes de la homilía en el Centro Alameda, 6 de julio de 1974, carta de Javier Echevarría a Roma, 10 de julio de 1974, AGP, A.2, 63-1-2.
[189] AGP, A.4, t740701sv; AGP, A.4, t740704ge; AGP, A.4, t740705ge; AGP, A.4, t740707ge.
[190] AGP, A.4, t740704ge. El día 8 de julio san Josemaría fue al Santuario de Lo Vásquez a rezar el Rosario, acompañado por un buen número de fieles. Catequesis en América, vol. II, pp. 155-159, AGP, Biblioteca, P05.
[191] AGP, A.4, t740702ge; AGP, A.4, t740704ge.
[192] AGP, A.4, t740706ge.
[193] AGP, A.4, t740706ge.
[194] AGP, A.4, f740630-t; AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740701sv; AGP, A.4, f740705-t;
encuentro con las carmelitas descalzas, Monasterio de San José, 5 de julio de 1974, AGP, A.4, t740705re; AGP, A.4, t740706asv.
[195] Cfr. Philippe Chenaux, Le temps de Vatican II . Une introduction à l’histoire du Concile, Desclée de Brouwer, Paris 2012, pp. 169-204. El autor realiza un balance y presenta las cuestiones aún abiertas a la investigación, entre las que destaca la necesidad de revisar el estudio sobre la información y opinión pública sobre la asamblea conciliar.
[196] AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740702ge; AGP, A.4, t740706ge. En muchos sitios los confesionarios habían sido eliminados de las iglesias.
[197] AGP, A.4, f740629-t; AGP, A.4, t740705ge.
[198] AGP, A.4, t740629sv; AGP, A.4, t740704ge.
[199] AGP, A.4, t740705ge. Escrivá de Balaguer se adaptó al uso corriente en Chile de la palabra papás, en lugar de padres. La frase en latín corresponde a Col 3,3.
[200] AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740706ge; AGP, A.4, f740707-t.
[201] AGP, A.4, f740630-t.
[202] AGP, A.4, t740705ge. El coronel Espinoza, cuyos hijos frecuentaban los medios de formación en centros del Opus Dei, fue vestido de civil a las tertulias (Diario del Centro de la Asesoría Regional, 5 de julio, D-5621).
[203] AGP, A.4, t740702ge; AGP, A.4, t740705ge; AGP, A.4, t740707ge.
[204] AGP, A.4, t740705ge.
[205] AGP, A.4, t740702ge; AGP, A.4, , t740707ge; AGP, A.4, f740707-t.
[206] AGP, A.4, t740702ge.
[207] AGP, A.4, t740704ge.
[208] AGP, A.4, t740702ge.
[209] AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740704ge. Respondió a varias preguntas sobre la educación de los hijos: AGP, A.4, t740705.
[210] AGP, A.4, t740706asv; AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740705ge; AGP, A.4, t740707ge.
[211] AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740702ge; AGP, A.4, t740704ge; AGP, A.4, t740706ge; AGP, A.4, t740707ge.
[212] En la tertulia del 7 de julio una señora intervino del siguiente modo (cfr. supra, nota 159):
«Tenemos una queja contra el Opus Dei y consiste en lo siguiente: que cuando nuestros hijos manifiestan interés en recibir mayor educación y formación religiosa –que hace tanta falta en todos los hogares, sobre todo en el momento que atraviesa la Iglesia– y empiezan a asistir a las reuniones del Opus Dei, estos niños inmediatamente son controlados y –avan- zando el tiempo– obligados y –continuando el tiempo– presionados en forma grave, con grave disturbio de las conciencias...». El fundador le respondió que eso era una calumnia y añadió: «Eso no se hace en el Opus Dei porque somos muy amigos de la libertad. ¿No será que tú eres una madre tiránica, que quiere como una clueca tener los hijos como los pollos debajo de las alas? ¡Ama la libertad de los hijos! Llega un momento divino, único, en el cual cada uno tiene que tomar su determinación personal, escuchándote a ti si es tu hijo: escuchándote, pero no obedeciéndote. Puede obedecerte y puede no obedecerte», AGP, A.4, t740707ge. Se trataba de una señora conocida que había provocado un escándalo en dos ocasiones: en un centro de mujeres del Opus Dei, al saber que a su hija le habían sugerido pensar –en términos generales– si acaso Dios la llamaba; y en la ordenación sacerdotal de su hermano (de la Hermandad Sacerdotal de Schoenstatt) cuando interrumpió la ceremonia diciendo que lo estaban obligando a ordenarse (Adolfo Rodríguez Vidal, Informe de lo ocurrido en la tertulia general del domingo 7 de julio de 1974 en Tabancura [Santiago de Chile], 11 de julio de 1974, AGP, A.2, 63-2-4). La mención a la gallina clueca cayó mal, porque la expresión en Chile suena muy fuerte.
[213] AGP, A.4, t740702asv.
[214] AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740702bsv.
[215] AGP, A.4, f740630-t.
[216] AGP, A.4, f740701-t.
[217] AGP, A.4, f740707-t.
[218] AGP, A.4, t740702bsv; AGP, A.4, t740706ge.
[219] AGP, A.4, t740704ge.
[220] «No han sido las armas de los militares –yo no hablo de política, que no sé ni es mi oficio– sino vuestro esfuerzo, vuestra generosidad, vuestra oración, vuestro esfuerzo sacrificado el que ha contribuido a que el marxismo […] no saliera adelante en vuestra tierra», AGP, A.4, t740702bsv.
[221] Catequesis en América, vol. II, p. 44, AGP, Biblioteca, P05.
[222] AGP, A.4, f740707-t.
[223] AGP, A.4, t740706ge. No hemos encontrado –ni en las transcripciones de los encuentros, ni en los relatos testimoniales– la frase atribuida a san Josemaría que haría referencia a que fue necesario derramar sangre para conseguir la caída del marxismo en Chile, como se recoge en Rojas – Vanderschueren, Chiesa, p. 97, que presenta el Opus Dei como fuerte apoyo del gobierno militar (pp. 95-98), lo que no tiene fundamento.
[224] AGP, A.4, t740701sv.
[225] AGP, A.4, t740702bsv.
[226] AGP, A.4, t740707ge.
[227] AGP, A.4, f740707-t.
[228] AGP, A.4, t740704ge.
[229] AGP, A.4, t740629sv; AGP, A.4, t740630sv; AGP, A.4 t740702ge.
[230] AGP, A.4, t740704ge
[231] AGP, A.4, f740707-t.
[232] AGP, A.4, f740707-t.
[233] AGP, A.4, f740707-t.
[234] AGP, A.4, f740707-t.
[235] AGP, A.4, t740629sv.
[236] AGP, A.4, t740706asv.
[237] AGP, A.4, f740707-t.
[238] AGP, A.4, f740630-t; AGP, A.4, t740630sv.
[239] AGP, A.4, f740705-t; AGP, A.4, t740630sv.
[240] AGP, A.4, f740629-t; AGP, A.4, f740630-t; AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740701sv; AGP, A.4, t740702bsv; AGP, A.4, t740705sv.
[241] AGP, A.4, f740630-t; AGP, A.4, t740701sv.
[242] AGP, A.4, f740629-t.
[243] Relación testimonial de Juan Carlos Croxatto Ovando, agosto de 1975, AGP, A.5, 1290-01-29. Esta idea la repitió en una tertulia general, por lo tanto dirigiéndose a todos: «[Los chilenos] a veces os ponéis un poquito como de cartón, tiesos. ¡No os enfadéis! Aquí estamos para decirnos sinceramente la verdad. Tenéis un corazón grande como Los Andes […]. Y lo ocultáis, lo escondéis. ¡No seáis así! Meted el corazón. ¿Qué sería de la vida humana sin corazón? Sería inhumana», AGP, A.4, t740707ge.
[244] AGP, A.4, f740629-t.
[245] AGP, A.4, f740629-t.
[246] AGP, A.4, f740629-t; AGP, A.4, f740630-t; AGP, A.4, f740701-t; AGP, A.4, t740705sv.
[247] AGP, A.4, f740705-t; AGP, A.4, t740630sv; AGP, A.4, t740705sv.
[248] AGP, A.4, t740701sv; AGP, A.4, t740704sv.
[249] AGP, A.4, t740705ge.
[250] Relación testimonial de José Miguel Ibáñez Langlois, 4 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0220- 01-05. Sobre algunos de los arreglos que indicó: Diario de la administración doméstica Antullanca, 2 y 6 de julio de 1974, AGP, U.2.2, D-5506. Una vez en Perú, Escrivá hizo escribir a Rodríguez aconsejándole que viajara a Lima para ver los oratorios de los centros del Opus Dei y obtuviera ideas para mejorar los de Santiago, Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal, 29 de julio de 1975, AGP, A.5, 0241-03-09.
[251] AGP, A.4, t740701sv.
[252] AGP, A.4, t740702bsv.
[253] AGP, A.4, t740704ge. En la tertulia del 7 de julio (cfr. supra, nota 212), san Josemaría pidió perdón a la señora, por si había dicho algo que la hubiese ofendido, AGP, A.4, t740707ge.
[254] AGP, A.4, f740705-t.
[255] Diario de la administración doméstica Antullanca, AGP, U.2.2, D-5506.
[256] Nota manuscrita, sin firma (la caligrafía es de Javier Echevarría), AGP, A.2, 0063-01-09.
[257] Cfr. supra, nota 50.
[258] Diario del Centro Alameda (AGP, M.2.2, D-1811-2), donde además se indica que el nuncio, al pasar, saludó sonriente. El otro Diario recoge que Mons. Escrivá habló con claridad de algunos temas a los que el nuncio asintió (Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2).
[259] El redactor del Diario del viaje a América, II (AGP, M.2.2, D-1056-2) señala que la reu- nión sería solamente con Pinochet y Merino y no indica el día; en cambio, el cuaderno escrito por Rodríguez Vidal recoge que la Junta deseaba recibir al fundador del Opus Dei al día siguiente. «Le atiende don Álvaro conmigo y declinamos de parte del Padre la invitación. El Padre no había solicitado esa audiencia».
[260] Diario del viaje a América, II, AGP, M.2.2, D-1056-2.
[261] «He iniciado este viaje sacerdotal por tierra americana, con deseo de aprender de estos pueblos maravillosos tantas enseñanzas de fe y de piedad que todos encierran. Y he venido a aumentar en las almas, con mi predicación, sus deseos de tratar a Dios, de ser mejores cristianos y, por tanto, mejores ciudadanos de sus países. Al recibir la invitación de Vuestras Excelencias, me encuentro afectado por un ataque gripal, que me impide cualquier actividad. Deseo, de todos modos, dejar constancia de cuánto rezo, he rezado y he hecho rezar por esta gran nación, especialmente cuando se ha visto amenazada por el flagelo de la herejía marxista –hablo sacerdotalmente, la única norma de conducta de mi vida entera–; y puedo asegurar a Vuestras Excelencias que continuaré rogando a Dios Nuestro Señor, por intercesión de su Madre Santísima, para que proteja y conduzca siempre a las autoridades y al pueblo chileno hacia un mayor bienestar espiritual y social». Carta de Josemaría Escrivá de Balaguer al presidente, general Augusto Pinochet Ugarte, y a los miembros de la Junta de Gobierno, almirante José Toribio Merino Castro, general Gustavo Leigh Guzmán, general César Mendoza Durán, 3 de julio de 1974, copia AGP, A.3.4, 308-01, carta 740703-01.
[262] Diario del viaje a América, 2 de julio de 1974, II, AGP, M.2.2, D-1056-2; Cuaderno El Padre en Chile, AGP, M.2.2, D-1811-1.
[263] Las cartas de Augusto Pinochet Ugarte, José Toribio Merino Castro, Gustavo Leigh Guzmán y César Mendoza Durán se conservan en AGP, A.2, 0063-01-13. Mendoza fue el único en mencionar el porqué de la reunión: «la invitación para departir con vuestra Señoría, ha obedecido al sincero deseo de compartir nuestra mutua fe cristiana y de intercambiar comunes anhelos de esperanza y progreso para el pueblo de Chile».
[264] Cavallo (ed.), Memorias, vol. III, p. 245.
[265] Nota manuscrita, sin firma (la caligrafía es de Javier Echevarría), AGP, A.2, 0063-01-09.
[266] Nota manuscrita, sin firma (la caligrafía es de Javier Echevarría), AGP, A.2, 0063-01-09.
[267] Relación testimonial de Juan Carlos Croxatto Ovando, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 1290-01-29.
[268] La carta está reproducida en Catequesis en América, vol. II, p. 89, AGP, Biblioteca, P05. El Monasterio de San José es el primero de la Orden Carmelita en Chile. Se estableció en 1690, aunque la sede actual es de 1942.
[269] Encuentro con las carmelitas descalzas del Monasterio de San José, 5 de julio de 1974, AGP, A.4, t740705rel.
[270] Encuentro con las carmelitas descalzas del Monasterio de San José, 5 de julio de 1974, AGP, A.4, t740705rel.
[271] Francisco Maximiano Valdés Subercaseaux OFM (1908-1982), fue obispo de Osorno desde 1956. En 1998 se abrió su causa de beatificación, y fue declarado venerable en 2014.
[272] Tanto alcanzas cuanto esperas, en Catequesis en América, vol. II, p. 95, AGP, Biblioteca, P05.
[273] Carta de la priora del Monasterio de San José a san Josemaría Escrivá de Balaguer, 6 de julio de 1975, en Catequesis en América, vol. II, p. 95, AGP, Biblioteca, P05.
[274] Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0241-03-09. «Al examinar los resultados, el jefe del Laboratorio [Clínico Central de la Universidad Católica de Santiago], prof. Croxatto, sin conocer la identidad del enfermo, advirtió su gravedad y sugirió la conveniencia de que el paciente permaneciera en cama y se iniciase un programa de diálisis. Sin embargo, ni el beato Josemaría ni los que le acompañaban llegaron entonces a conocer a tiempo este dictamen médico», Martínez Caro – Cantero Fariña, ¡Santificado sea el dolor!, p. 616.
[275] Relación testimonial de Adolfo Rodríguez Vidal, 14 de agosto de 1975, AGP, A.5, 0241- 03-09; Catequesis en América II, p. 235, AGP, Biblioteca P05.
[276] Carta de Javier Echevarría a los miembros del Consejo General en Roma, 10 de julio de 1974, AGP, A.2, 0063-01-02. El párrafo lo escribió el día 15 de julio.
[277] Cfr. Cayo Tamburrino, Chile, p. 233. Por ejemplo, el Diario del Centro de la Asesoría Regional da cuenta –sin cifras ni nombres– del aumento numérico de las asistentes a las clases impartidas en el centro, a confesarse o hablar con el sacerdote: lunes 1 de julio, martes 16 de julio de 1974, AGP, U.2.2, D-5621.