XVII Jornada Mariana de la Familia en Torreciudad

Monseñor Manuel Ureña, Arzobispo de Zaragoza, presidió el sábado la XVII Jornada Mariana de la Familia en el Santuario de Torreciudad

La convocatoria del centro internacional de peregrinaciones tuvo como puntos centrales las ofrendas realizadas por las familias y una concelebración eucarística oficiada por el arzobispo de la diócesis Zaragoza, sobre el altar situado en la explanada exterior del santuario oscense.

Durante la homilía, Mons. Ureña dijo a los asistentes que “estamos reunidos para celebrar el matrimonio como expresión privilegiada en el mundo del amor que Dios es y con que Dios ama”. En este sentido, continuó afirmando que “celebrar la familia incluye, naturalmente, como espontáneamente, el matrimonio entre un hombre y una mujer porque ese es el verdadero matrimonio. Celebramos a la familia en su realidad creada y por tanto en su realidad natural, como algo que emerge de la misma naturaleza del hombre, mutante y cambiante pero ante la cual se estrella toda ideología”. Al mismo tiempo, Ureña aseguró que “podrán cambiar los tiempos y las modas pero lo que es natural, grabado en el ser humano y desde el mismo día de la creación, no lo podrá cambiar nunca nadie”.

Al mediodía se celebró el festival musical de las familias, que acabó con la posterior procesión y rezo del Santo Rosario, en la que los asistentes llevarán sobre los hombros las andas con la imagen de la Virgen de Torreciudad por el exterior del templo mariano.

Mensaje de Benedicto XVI a las familias

A través de un mensaje leído en el Santuario de Torreciudad, el Papa Benedicto XVI recordó a los matrimonios que “la familia es un tesoro para toda la vida y a los gobernantes que la familia es el centro de la sociedad”.

En dicha misiva, firmada por el Nuncio Apostólico en España, Manuel Monteiro de Castro, el Santo Padre envió además un saludado cariñoso a los organizadores y participantes en el encuentro mariano, evocando “los momentos inolvidables vividos en el Encuentro de Valencia”, a la vez que estimulaba a las familias presentes a “promover y fortalecer con ahínco los valores y las raíces cristianas de la familia, santuario del amor, de la vida y de la fe, y ámbito donde cada persona aprende a dar y recibir amor”.

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