Santiago de Chile: un colegio, una esperanza compartida

En un barrio afligido por la pobreza, el Colegio Almendral ofrece a 680 alumnas un título técnico que les facilitará la inserción en el mercado laboral. "Intentamos inculcar en cada alumna la honestidad y la decencia", señala la directora del colegio.

Los habitantes de La Pintana, un barrio de Santiago de Chile afligido por una situación general de extrema pobreza, necesitan motivación y esperanza perseverantes para poder mirar el futuro con optimismo. El colegio Almendral ofrece a 680 alumnas la oportunidad de acceder a un título técnico en el área de salud. Con ese certificado podrán conseguir un trabajo en hospitales, clínicas privadas o consultorios médicos del país.

El panorama educativo en ese barrio chileno no es nada alentador. En 1995, de cada 100 niños que comenzaban a ir a la escuela, sólo 23 lograban superar la educación media. Una fuerte incidencia de la drogadicción y el alcoholismo y un entorno familiar muchas veces inestable en un marco de grave indigencia son algunas de las causas por las que los jóvenes encuentran tantas dificultades para completar su educación.

En ese contexto quiso adentrarse el colegio Almendral, para ayudar a cambiarlo. En la misión educativa que los promotores se habían fijado, la formación integral de las personas, se consideró esencial que el aprendizaje de las estudiantes fuera a la par del de los padres, a los que se pide el compromiso de ser los primeros educadores de los hijos. “En Almendral estimamos muy importante trabajar unidos con los padres”, afirma María Teresa Trabol, directora del colegio. Muchos padres han aceptado el reto y han tomado mayor conciencia de la función insustituible que tienen en la educación de sus hijos. “Nosotros, los padres, debemos poner todo de nuestra parte, para ser un apoyo eficaz para nuestros hijos”, declara María Angélica Albornoz, madre de Natalia, una alumna de 7º curso.

“Los frutos de esta educación conjunta y compartida no han tardado en llegar”, señala la directora. Se refiere a los resultados alcanzados por sus alumnas en los exámenes realizados a nivel nacional. En efecto, ya en el año 2002 el colegio se había situado por encima del promedio nacional en lenguaje y matemáticas, entre otras asignaturas.

“A través de las tutorías nos exigen bastante”, afirma Natalia. “Nos piden que hagamos las tareas, que estudiemos con constancia, que no dejemos para mañana el deber de cada día. Todo esto es bueno porque así es muy probable que mejoremos y salgamos adelante”.

En Almendral se incentiva no sólo el estudio sino también otros intereses en diversas áreas: se organizan actividades de lectura, música, arte, folklore, teatro, ballet y varios más. “Los talleres extracadémicos tienen su razón de ser en una convicción: creemos que las niñas tienen un techo de aprendizaje prácticamente ilimitado”, asegura Emilia Ferrera, educadora y miembro de la Junta Directiva del Colegio.

¿Cómo nació Almendral?

En 1997, monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, realizó un viaje pastoral a Chile y animó a los directores de la Fundación Nocedal, que ya promovían un colegio para chicos, a comenzar otro para niñas. La ayuda económica de una familia permitió la compra de unos terrenos en septiembre de 1998, y seis meses más tarde el colegio Almendral abría sus puertas a sus primeras 140 alumnas, de primero a cuarto año de educación básica. Actualmente, Almendral tiene 680 alumnas repartidas entre los ochos cursos de educación básica y el “kindergarden”.

Desde un principio la meta fue dar a las alumnas una enseñanza de calidad, tanto en la formación técnica como en la formación personal, porque, en palabras de María Angélica, “antes que otra cosa, lo que importa es que sean buenas personas”.

Esta formación está basada en los principios cristianos, a la luz del Magisterio de la Iglesia católica. Para los promotores de Almendral, en las circunstancias históricas actuales, “es necesario dejarse guiar por una visión intergral del hombre que respete todas las dimensiones de su ser y que subordine las materiales e instintivas a las interiores y espirituales” (Juan Pablo II, “Centesimus annus”, n. 36). “Por eso también intentamos inculcar en cada alumna la esperanza y, entre otras muchas virtudes, la honestidad y la decencia”, señala la directora, “vividas siempre con alegría, porque, como hemos aprendido de san Josemaría, la verdadera virtud no es triste ni antipática, sino más bien amablemente alegre”.

Si desea recibir más información o colaborar económicamente con la Fundación de Educación Nocedal, puede dirigirse a:

Asociación de Amigos de la Fundación Nocedal

Dirección:

Apoquindo 4057

Las Condes - Santiago de Chile

Chile

E-mail: contactenos@nocedal.cl

Tel: 56 - 2- 207 9859

María Paz Montero / María Angélica Toledo