El Gancho. Zaragoza. Una zona de la ciudad en la que la vulnerabilidad social convive con la marginalidad y las drogas, una complicada combinación a pesar de la cual toda una generación de niños y jóvenes ha logrado labrarse su propio camino. ¿Cómo?
Hace 15 años, la ONG Cooperación Internacional puso en marcha el Programa de Liderazgo Social, en el que los voluntarios -muchos de ellos del Colegio Mayor Miraflores- atienden a un centenar de chicos y chicas del barrio zaragozano.
El responsable del programa, Perico Herraiz, atiende a GoAragón (enlace al reportaje completo) y relata las claves con las que han logrado que los chavales se responsabilicen de sus estudios y aspiren a un futuro mejor. Los tres pilares se representan en lo que denominan las 3Cs: cuerpo (deporte), cabeza (estudio) y corazón (voluntariado). De esta manera, todos los jóvenes que entran en el programa adquieren el compromiso de cumplir con esos tres objetivos: por un lado, realizar una actividad deportiva, en este caso futbol-sala (con equipos masculino y femenino); por otro, acudir al Estudio Dirigido todas las semanas; y, finalmente, realizar actividades de voluntariado.
Un trabajo concienzudo para que alcancen sus metas
¿Los resultados? Un ejemplo es el de Mohamed, que entró en el programa con apenas trece años y que, tras obtener su título de Bachillerato, se encuentra en proceso de consecución de un grado de Instalaciones de Calor; y también Hiba, quien desde los nueve años tuvo muy claro que los consejos de Perico Herráiz, impulsor del programa, le ayudarían a conseguir su objetivo de llegar a la universidad.
Él mismo ofrece algunas cifras: “El año pasado la nota media fue de 6,1 sobre 10 de todos los chavales del programa, que está muy bien. Y la nota media de los chicos y chicas que vienen todos los días fue de 7,5. Todo ello teniendo en cuenta que están en un entorno complicado, con situaciones vulnerables… es un dato que te dice mucho del compromiso de los chavales, del impacto del proyecto, del ambiente del aula y de la labor de los voluntarios”, manifiesta Herráiz.
Voluntarios que tienen una media de edad de 20 años y cuyas expectativas se gestionan de forma cuidadosa, puesto que su labor requiere que su compromiso vaya más allá de la mera satisfacción personal, y de que sean capaces de “hacer el bien, aunque no me sienta bien. Un voluntario que hace visitas a la cárcel, o acompaña a una persona mayor, que lo haga no solamente porque se siente bien, sino porque eso es necesario. Si además se siente bien, mejor”, asevera Herráiz.
Afianzar la propia valía
El proyecto se presenta también como una rueda en la que los mismos beneficiarios entran como voluntarios, y contribuyen, con su ejemplo, a derribar las “barreras psicológicas” de otros jóvenes que terminan participando en el proyecto, explica Herráiz.
Y es que hay que tener en cuenta que, en su entorno más cercano, apunta, estos niños reciben un feedback negativo, en un barrio con muchas dificultades, y donde el acceso a la droga está al alcance de la mano.
“Antes de exigirles hace falta generar un sentimiento de pertenencia. Tenemos una frase escrita en el aula que dice `eres único y valioso para nosotros, hoy, ahora estás creando tu futuro, haz que sea grande´. No es solo inclusión, integración o éxito académico, nosotros vamos hacia valores personales, a afianzar su propia valía”, aclara Perico Herráiz. Porque, según comenta, en muchas ocasiones, es en el Programa de Liderazgo Social donde los jóvenes beneficiaros se han sentido valiosos por primera vez en su vida.