Margaret Ogola, heroína africana

Margaret Ogola falleció recientemente a causa de un cáncer, a los 53 años. La doctora Ogola, madre de 6 hijos, fue directora del Orfanato Keniano para Niños con Sida. En el libro “El río y la fuente” cuenta su descubrimiento del Opus Dei.

Margaret Ogola.

“Que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Deja poso”. Así comienza San Josemaría el libro “Camino”. Margaret Ogola lo ha logrado.

Médico y madre de 6 niños -2 adoptados-, dedicó su vida al impulso de su país. En concreto, puso especial empeño en la promoción de la salud y de la familia.

Desde 1994 fue directora del Orfanato Keniano para Niños con Sida. En 2002, con motivo de la canonización de San Josemaría, contribuyó al lanzamiento de Harambee, una iniciativa de solidaridad que promueve proyectos en diversos países de África.

En 2004, fundó la Clinica HIV/AIDS SOS, para atender en especial a mujeres y niños de las barriadas más humildes de Nairobi.

Como dormía mal, aprovechaba las noches para escribir historias. El resultado: cuatro libros de muy variado género, pero con África siempre como protagonista.

Fue una de las defensoras de los derechos de la mujer en la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en Pekín en 1995: “La mujer –decía- es el corazón de la familia; y la familia es la piedra angular de la sociedad. La mujer es un concentrado de creatividad, desarrollo y paz”.

En el orfanato para niños enfermos de Sida de Kinshasa.

Como médico, en otros foros internacionales defendió al mismo tiempo la vida y la dignidad de la mujer, reclamando “la disponibilidad de métodos económicos y seguros de distanciamiento de los nacimientos, como la planificación natural”.

Ogola conocía bien las consecuencias de los programas sociales erróneos: pobreza, VIH, niños huerfanos, comercio sexual, maltrato de la mujer...“Los programas de prevención deberían poner la mujer al centro. No sólo para ayudarles a decir “no”, sino también para ofrecerles alternativas”.

En un país donde el 57% de la población vive con un dólar y dedicada a la cura de una enfermedad sin solución, Ogola no perdía la esperanza: “Cuando todos nos empeñemos, el ingenio humano podrá derrotar cualquier tipo de virus. Lo lograremos, como lo logramos con la viruela o la poliomelitis”. 

Sobre la fuerza que la sostenía en sus luchas, decía: “Estoy en continuo contacto con la muerte -aseguraba-, y esto ha cambiado mi vida de un modo profundo. Ser cristiana, ser del Opus Dei, me ha ayudado a afrontar bien este impacto. Todo esto hace que aprecie con mayor profundidad la vida, porque en el contacto con la muerte se toca también la vida y su belleza”.