Una grave enfermedad

Después de la guerra, don José María Hernández Garnica sufre una serie de dificultades renales y le tienen que extirpar un riñón. Él escribe a san Josemaría restando importancia a sus problemas de salud.

En agosto de 1940, don José María Hernández Garnica se trasladó a vivir al nuevo centro del Opus Dei en la calle de Martínez Campos que se había abierto en esos días. Colaboró en la instalación de la casa, como narraba él mismo en una carta a san Josemaría, del 4 de agosto: “Voy a escribirle y me pasa lo de siempre: no sé que contarle. Estamos en la casa de Martínez Campos casi demasiado bien y sin casi, la casa es muy fresca [...]. Ya se han comprado globos para todos los cuartos y también una mesa para el cuarto de José María Albareda”. Después de dar noticias del crecimiento de la labor apostólica señala: “Nada, Padre, ¡que esto avanza a pesar de mí! A ver si sirve para algo un pequeño jaleo que me ha salido dentro del cuerpo, pero que no me impide hacer la vida normal. Pedro lleva el diario de la casa y yo las cuentas”.

“Nada, Padre, ¡que esto avanza a pesar de mí!"

En esa carta menciona unos problemas de salud, sin darle importancia. Se trataba de las afecciones renales que ya había padecido anteriormente y que por esos días se estaban acentuando. Se lo decía en la siguiente carta del día 6: “Aquí me tiene Vd. hecho un cacharro viejo —me codeo con el coche—; pero qué se va a hacer si ahora quiere Dios que esté así, él entiende más y convendrá que me fastidie [...]. No dejo de ayudarle de vez en cuando aunque la enfermedad (que no tiene importancia) es para otras cosas”.

En esa carta menciona unos problemas de salud, sin darle importancia.

Aquellas dolencias eran más graves de lo que parecía y en agosto de 1940 cayó gravemente enfermo, y tuvieron que extirparle el riñón izquierdo, dañado por un accidente desde antes de la guerra civil española; estaba atrofiado y adherido al diafragma. Cuando lo retiraron se rasgó el diafragma, motivo por el cual el postoperatorio se prolongó más de lo previsto. Hasta seis meses después no cicatrizó completamente la herida. El fundador del Opus Dei se preocupó de que le llevasen con frecuencia la Sagrada Comunión y en ocasiones lo hizo él mismo.

Cfr. Roturando los caminos. José Carlos Martín de la Hoz. Madrid: Ediciones Palabra, 2012.