Cómo la santidad transforma el mundo

“Cómo la santidad transforma el mundo: la forma más alta del humanismo”, artículo del cardenal Angelo Amato publicado en L'Osservatore Romano el 29 de abril de 2021. Hace referencia a la presentación del libro “En cualquier circunstancia. La intercesión del beato Álvaro del Portillo”, de Francesco Russo, recientemente publicado en lengua italiana.

Presentación del libroEn cualquier circunstancia. La intercesión del beato Álvaro del Portillo por el Cardenal Angelo Amato S.D.B., Prefecto (ahora emérito) de la Congregación de las Causas de los Santos, publicada en el L'Osservatore Romano (29-IV-2021).

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La santidad es la finalidad de la Iglesia. Es más, podríamos decir que la santidad es la finalidad más auténtica del entero camino humano. La santidad es la forma más elevada del humanismo. Porque el santo es el hombre logrado: el hombre cuyo proyecto de vida coincide con el de Dios.

La Iglesia, comunión de fe, esperanza y caridad, testimonia el amor de Dios por el mundo y, en su recorrido, es signo e instrumento de santificación para todos los pueblos. Los santos son aquellos que, de manera clara y comprobable, hacen concreta dicha perspectiva.

La santidad es la forma más elevada del humanismo

Ellos son las semillas de novedad esparcidas en los surcos de la historia, personas que han realizado en plenitud la perfección del amor y están por ello en condiciones de iluminar la mente de las mujeres y hombres de todo tiempo, encender de nuevo en ellos la fe, proponer y sostener generosos impulsos para superar la mediocridad paralizadora, renovar en la verdad y en la justicia las relaciones interpersonales, con el fin de que nadie sea marginado y derrotado por la desesperación y el dolor.

Los santos son testigos fieles, constantes y creíbles de un amor que transforma el mundo a la luz del misterio pascual. En los eventos de su vida se reflejan los valores interiores más altos, los sentimientos, los ideales y las elecciones que inspiran y acompañan su existencia y su obra. Por encima de todo, buscan en todas las situaciones la gloria de Dios y una sincera caridad, llena de ternura, hacia el prójimo.

Los santos son testigos fieles, constantes y creíbles de un amor que transforma el mundo a la luz del misterio pascual

Profundamente encarnados en su ambiente y en su época, expresan la idiosincrasia y las cualidades más altas de su pueblo, convirtiéndose prácticamente en su “carné de identidad”, a pesar de que su radio de influencia supere ampliamente los límites geográficos y cronológicos de su existencia terrena. Son los hijos más grandes de una tierra, figuras ejemplares de los mejores talentos de su gente. Los pueblos de antigua tradición cristiana podrán siempre acudir a la memoria de los santos, como a una fecunda herencia espiritual y cultural, para seguir construyendo su futuro, respondiendo a nuevas exigencias y perspectivas en el pensamiento y en la práctica. Pero también aquellos pueblos que se han implicado recientemente en el beneficioso flujo de la evangelización, encontrarán en ellos una “raíz”, una experiencia de anclaje y desarrollo.

Anunciadores y operadores de valores universales, los santos se proponen como mediadores en la construcción de la paz, en la dedicación en favor de la solidaridad y de la asistencia a las personas más necesitadas, en la tutela de la vida en todas sus fases, en la salvaguardia del creado, en la defensa de la conciencia, en la libertad religiosa, criterio y fundamento de todas las libertades.

Por encima de todo, buscan en todas las situaciones la gloria de Dios y una sincera caridad, llena de ternura, hacia el prójimo

Son apasionados seguidores de la verdad: es precisamente este el valor más profundo de la cultura y los santos son los primeros y más creíbles “animadores culturales”. Nos enseñan un estilo de obediencia a la verdad y un generoso empeño en servicio de una visión de la vida plenamente respetuosa de la dignidad humana.

Extraordinarios promotores de la renovación en la Iglesia y en la sociedad: son muchos los ámbitos en los que, con su ejemplo y su enseñanza, han trazado un camino que puede recorrerse con impulso renovado. También hoy la Iglesia, como siempre en su historia, está llamada a una revisión para poder responder cada vez mejor a las expectativas del Señor.

Recorriendo sus huellas, la comunidad cristiana y cada creyente podrán asumir responsable y alegremente una nueva evangelización y trabajar con nuevo entusiasmo en servicio del bien; los Pastores de la Iglesia vivirán su ministerio con celo y humildad, educando al Pueblo de Dios en la santidad evangélica; los religiosos podrán crecer en la fidelidad a su vocación y, con la guía de los consejos evangélicos, afirmar la centralidad de Dios y la primacía de lo sobrenatural en la existencia de cada hombre; el diálogo entre las culturas podrá desarrollarse en un espíritu de acogida sincera y estima recíproca y dar frutos permanentes y duraderos en la búsqueda de la paz y la fraternidad entre los pueblos.

Necesitamos todavía “centinelas”: mujeres y hombres santos

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«Centinela, ¿qué es de la noche?», grita el profeta Isaías, el poeta más grande de Israel (cfr. Is 21, 11).

¿Ha pasado esa noche?

Tantos signos en el horizonte nos dicen que la noche, por fortuna, ya ha pasado.

Pero tantas otras señales inquietantes nos advierten que el camino de la humanización del hombre es todavía largo y empapado en lágrimas. La barbarie se encuentra aún entre nosotros y, hoy como ayer, se reviste de hipocresía y de intolerancia.

Necesitamos todavía “centinelas”: mujeres y hombres santos.

Afortunadamente, el profeta nos anima una vez más: «Tus centinelas alzan la voz», añade Isaías (52, 8), «ni de día, ni de noche, jamás callarán» (62, 6).

Es la confortadora visión profética: el Señor jamás dejará que falten los santos a la Iglesia y al mundo.

Este libro es la tesela de un mosaico.

Un mosaico que testimonia que la promesa del profeta continúa realizándose.

Angelo Card. Amato

Prefecto emérito de la Congregación de las Causas de los Santos


El libro está disponible en las principales librerías digitales en castellano e italiano, y en formato físico, gracias a las editorialesPalabra y ELLEDICI.