Tres a la vez: La adopción como una oportunidad de crear hogar

Tiny y Álvaro son un matrimonio venezolano-peruano que radica en Lima. Hace unos años decidieron adoptar tres niños. Los tres hijos repentinos, Mikaela, Matias y Mariano han sido una aventura fascinante desde que llegaron al hogar Pimentel Ramírez.

Mariano, Keko, Mikaela, Ale, Matias y Teri

Mi nombre es Tiny, soy venezolana, pero radico en el Perú hace más de una década. Vivo frente a un centro de la Obra que con frecuencia visitaba con Teri, Ale y Keko; mis tres entrañables sobrinos. En el oratorio, rezábamos por varias intenciones, una de ellas, era para que pronto vinieran tres primos. Y después de un buen tiempo, llegó el tan esperado día. Aquella plegaria de mis sobrinos, mi esposo, muchos amigos y mía se hizo realidad.

Un 24 de agosto, muy cerca de cumplir diez años de matrimonio, mi esposo Álvaro y yo partíamos a la ciudad donde buscaríamos los tres retoños que Dios finalmente había puesto en nuestro camino, gracias a un proceso de adopción.

Los meses previos fueron de mucha algarabía pues la casa se llenaría de la noche a la mañana y, de ser habitada solo por nosotros dos, seríamos ahora cinco. No me lo podía creer —con pocas personas lo comentaba— pero con Dios y la Virgen no dejaba de conversarlo. El tiempo es escaso, ambos trabajamos, así que poco a poco logramos equipar la casa. El día a día nos traería, con su necesario afán, el orden y armonía para crear hogar.

Una de tantas anécdotas que me viene a la memoria, fue ésta, que el mismo día que viajábamos en busca de tan anhelado deseo, mis amigas me hicieron en casa una fiesta para agasajar el pronto crecimiento de la familia. En ese momento, recordé que no tenía pijamas para llevar. Como no era posible resolverlo, lo dejé así, sin darle más vuelta al tema. Solo se lo comenté a Peregrina, la señora que nos ayuda en las tareas de la casa y tanto queremos. Unos minutos antes de salir de casa, ella me dice que había unos regalos aún sin abrir, dejados en vigilancia por Ana Sofía, una amiga. Al abrirlo, me sorprendí. Eran los tres pijamas que justo necesitábamos.

El proceso de la adopción llevó varios sucesos buenos y algunos también difíciles, que con fe en Dios y mucha paciencia logramos superar.

Recibir el don del bautismo

El primer mes con los niños, estuve de vacaciones y fui mamá al 100% con ellos. Fue muy movido, divertido y gracioso; lo primero que hicimos fue bautizarlos, a Dios gracias pudimos hacerlo pronto. Invitamos a pocos amigos y en un solo día buscamos lo justo para celebrar en casa con los padrinos. Ahora sí: hijos de Dios e hijos nuestros, Mikaela (de 6 años); Matías (de 5 años) y Mariano (de 4 años). Lo más importante estaba resuelto. Les explicamos a cada uno lo que significa la alegría de ser hijos de Dios.

Mariano, Matías y Mika con sus padres

Recuerdo al inicio, cuando un día llevé a mi trabajo a los dos mayores y se quedaban asombrados, viendo todo, preguntando cada detalle, movimiento, cosa o pequeñez que observaban alrededor. Suelen tocar todo lo que ven, exploran mucho. Pero, en esa ocasión, se maravillaron con una máquina alta, negra y rectangular que tenía rejillas; era un ventilador de piso. O también, cuando señalaban el microondas y no entendían que sucedía en esa caja oscura. También, al pasar por el parque. Le decían “la selva”.

Anécdotas de la vida diaria

Un día, en misa, vimos cómo se casaba una pareja de novios y no sabían lo que era casarse, formar una familia. En otra oportunidad, me fui con los tres a un centro comercial a hacer algo puntual (debía comprar algo para ellos). Los llevé en auto y al terminar la compra que no fue nada fácil, por inquietos y movidos, pasé por una tienda que tenía una inmensa pecera con animales marinos exóticos.

El dia de Pascua con las mascotas que traian huevitos.

Ver esto fue lo mismo que saltar del auto y lanzarse al vidrio de la pecera sin querer moverse, ya que no sabían el significado de aquel rectángulo transparente repleto de agua con esos animales encerrados. Querían meterse dentro, montándose por los costados. Entre tanto, no lograba calmarlos y les pedía encarecidamente que nos debíamos ir pues en casa nos esperaba Peregrina para poder irse a descansar después de su jornada. Luego, de unos diez minutos, se saciaron de tal asombro y nos pudimos ir.

Entendí, gracias a una profesional en estos temas, que aquel fenómeno era como si sus sentidos se hubieran destapado repentinamente. Entonces, oler, probar o tocar todo era lo más natural. Siguen siendo muy observadores y curiosos. Cada vez que cocino algo, necesitan verlo de cerca, tocar, oler y que respondamos a sus innumerables preguntas.

Ahora, hablan con fluidez. Al principio, no se les entendía, pero sobre todo al menor que no aceptaba ayuda de nadie al comer y decía con fuerza: yo jolito, yo jolito (y a todos nos sacaba risas).

La creatividad ha sido un arma poderosa para engranar su gran demanda de tiempo y ganas de aprender todo lo que sucede alrededor. Entonábamos canciones con letras inventadas, juegos de cualquier tipo o historias de fantasía, incluso pedirles ayuda en alguna cosa básica de nuestro trabajo, para que aprendan modales básicos de manera divertida. También para que expresen sus emociones con soltura, con cariño, agradecimiento y ayuden en varias labores de casa.

Con la pandemia todo se ha vuelto más exigente en cuanto al cuidado y limpieza en el hogar. Son hermanos muy unidos y se ríen siempre. De cualquier evento hacen un chiste, lo que más disfrutan y anhelan es estar con sus primos, salir al aire libre y ver cualquier tipo de animal. A menudo sueltan algún acto de piedad que nos alegra el día.

Cultivar la piedad desde niños

Mika, la mayor, nos dice en ciertas oportunidades: “hay que rezar un Avemaría para resolver eso, recemos por ese señor que no tiene que comer, o voy a ofrecerlo por tal cosa”. Matías, el segundo, dice “Papá, reza el Salmo tal”. Mariano, el menor, nos dice con frecuencia “tin tin”; y eso significa decir en tu mente: Jesús en ti confío.

La pandemia, ocasionó que pudiéramos estar más cerca de los tres. Esto nos ha ayudado a compenetrarnos mucho y conocernos más. A Mikaela le gusta reparar ventanas, ollas, juguetes y cuando se emociona es muy graciosa, parece que le va a gustar el teatro. Los animales le apasionan. Sueña y reza por tener dos hermanitos más.

Matías es más tranquilo y parece el mayor. Es muy profundo y pinta muy bien, se fija en todo. Le encanta leer, y ayuda en casa a lavar los platos, baños y barrer.

Mariano el menor, es el bromista de la casa. Todo el tiempo dice cosas graciosas, es rápido, pícaro a morir y súper cariñoso. Es muy agradecido y siempre quiere ayudar. Su actitud es, que todo le encanta.

Nada de lo difícil que puede ser, podría afectar la dicha de ver crecer felices a cada uno de nuestros hijos y que amen a Dios en primer lugar.

El trabajo de ser padres es maravilloso, desafiante y es lo mejor que nos ha tocado vivir a mi esposo Álvaro y a mí. Estamos inmensamente agradecidos con Dios de este regalo tan grande. Nada de lo difícil que puede ser, podría afectar la dicha de ver crecer felices a cada uno de nuestros hijos y que amen a Dios en primer lugar.

Aprender a dar gracias a Dios

Con el tiempo han desarrollado la virtud de dar gracias a Dios por todo, cada noche y cada mañana; así como de pedir perdón por aquello que no hemos hecho bien.

Cada uno le cuenta a Jesús algo que le ha sucedido en el día. Le dan gracias porque salió el sol, tenemos familia, estamos vivos y algún otro regalo del día (vimos pajaritos, vimos a los primos, fuimos a misa) y al final, pedimos por los sacerdotes, vocaciones, amigos, conocidos, entre otros. Como madre, me siento impresionada por el sentido de filiación divina que han ido desarrollando cada uno.

En este año de la familia convocado por el Papa Francisco, queremos manifestar la grandeza de la vida matrimonial y del aporte insustituible que es para un hogar la llegada de los hijos y más aún, si son tres a la vez.

Tiny Ramírez de Pimentel