Por Lucía Bassani
¿Cómo está viviendo estos momentos?
Sin duda, continúa muy viva la presencia de Mons. Javier Echevarría, también en este contexto, pues ha sido un ejemplo de cómo asumir el gobierno y la formación en el Opus Dei con magnanimidad y entrega. He tenido la dicha de trabajar junto a él durante 18 años, y de un modo más cercano, los últimos seis. Desde el inicio, me impresionó su personalidad, rica y poliédrica. Era un hombre de profunda oración, un amigo de Dios.
«El Opus Dei no es más que una pequeña parte de la Iglesia: un elemento apostólico dinamizador en el seno de la Iglesia universal»
Un aspecto me dejó especial huella: comprobar que el prelado era un gran luchador, un volcán, alguien para quien el “no” nunca cerraba una puerta de modo definitivo. Siempre hallaba estímulos para encontrar una grieta por donde introducir el bien. Este aspecto de hombre batallador se manifestó de un modo relevante hasta en las últimas horas de su vida, en el hospital en el que estuvo ingresado toda una semana y donde tuve el don de verle dos días antes del fallecimiento. Fue una ocasión para comprobar que se puede amar hasta el final. Al mismo tiempo que rezamos por su alma, estoy segura de que su figura estará presente en estos días, como padre, como protector, y como alguien que nos da ánimos en estos momentos y nos sigue con cariño desde el Cielo.
¿Cómo se lleva a cabo la elección del nuevo prelado?
El proceso comienza con la votación del pleno de la Asesoría central, que presentará los nombres de los candidatos que considere más idóneos para desempeñar el cargo de prelado. Luego, el nombre que resulte votado por la mayoría de electores requiere la confirmación del Papa. Es lógico, pues el Opus Dei no es más que una pequeña parte de la Iglesia: un elemento apostólico dinamizador en el seno de la Iglesia universal.
A continuación, el nuevo prelado convoca y preside dos congresos generales, que reúnen a un número más amplio de personas –hablamos de casi 300 congresistas– que representan a los países donde se está desarrollando el trabajo apostólico de la prelatura. Se hará balance de lo realizado desde el congreso precedente y se propondrán las líneas apostólicas para los próximos ocho años. Considero que la diversidad de culturas y razas de los participantes enriquecerán mucho esas reuniones.
¿Cuáles serán, a su modo de ver, las líneas guía de ese Congreso?
Desde el inicio del Opus Dei, con san Josemaría y después con el beato Álvaro y Mons. Echevarría, el rumbo que hay que seguir es servir a la Iglesia tal y como ésta necesita, quiere y espera ser servida. El Opus Dei secundará los retos evangelizadores que el Papa y los obispos proponen a toda la Iglesia.
El Opus Dei secundará los retos evangelizadores que el Papa y los obispos proponen a toda la Iglesia
El Congreso trazará algunas líneas de trabajo para hacer presente a Jesucristo en la sociedad actual. Se trata de difundir el mensaje cristiano y contribuir así a sembrar la paz, a valorar la vida humana en cualquiera de sus estados y condiciones, a promover un desarrollo armónico en las diferentes latitudes... Se trata, como ve, de un panorama tan amplio, que solo es posible ofrecer orientaciones que sirvan de marco y que luego, en función de las condiciones de cada lugar, se concretarán de una forma u otra. Compete a cada fiel de la prelatura transformar esos grandes sueños en pequeños y constantes hechos diarios, que son los que, al final, con la ayuda de la gracia, cambian el mundo.
¿Y no será esto un reto irrealizable, teniendo en cuenta las circunstancias actuales de falta de fe?
Es, sin duda, un hermoso reto. Pero para los cristianos resulta estimulante saber que, con Jesucristo, los sueños imposibles acaban siendo realidad. Él pide que pongamos todos los medios y se encarga de pagar después con resultados desproporcionados.
«Para los cristianos resulta estimulante saber que, con Jesucristo, los sueños imposibles acaban siendo realidad»
El Papa Francisco nos ha enseñado a “hacer lío” y abrirnos a la misericordia de Dios, y en el Opus Dei se intenta poner en práctica según el propio carisma: en el trabajo cotidiano, en el seno de la propia familia, entre amigos y colegas, buscando –a pesar de nuestra debilidad– ser cada día mejores personas y servidores de los demás, con una actitud que pueda influir también positivamente en nuestro entorno: en este mundo que Dios ha hecho para que lo habitemos y gocemos. Cuando se descubre el sentido de la vida con la luz de la fe, todo cambia, e incluso las situaciones más difíciles se hacen llevaderas.
¿De qué medios dispone el Opus Dei para llevar a cabo su tarea?
El Opus Dei somos tú y yo, solía decir san Josemaría. De lo que seamos cada persona de la prelatura, depende el bien que podamos hacer. El primer bien es, sin duda, la oración. Sólo manteniendo un trato constante con Dios sabremos mirar y valorar con perspectiva las mareas de este mundo. Sin oración, nada bueno se sostiene, nada noble perdura.
El segundo medio será el mantenernos dueños de nosotros mismos: auto poseernos para poder darnos a Dios y a los demás, para poder servir, para no sucumbir ante cambiantes estados de ánimo; para no caer en el delirio que brinda la oferta inabarcable de bienes materiales… Esta lucha por conquistar cotidianamente la propia libertad es, en parte, lo que los cristianos llamamos mortificación: librarnos de lo caduco, de lo falso, con el fin de ofrecer a Dios y a los demás un amor intenso y de calidad.
«Entre las riquezas del mensaje de san Josemaría está la verdad cristiana que aún hoy constituye una novedad: la igualdad radical entre el hombre y la mujer»
Y, por último, es crucial dejarse inundar por la ternura que Dios ofrece en sus sacramentos, como la eucaristía y la confesión. Luego viene la iniciativa personal, la creatividad, la colaboración con otros, la responsabilidad cívica, que lleva a emplearse a fondo para encontrar soluciones más humanas y cristianas a los retos de este mundo tan lleno de pesadillas y de magníficas oportunidades.
¿Cómo trabajará la nueva Asesoría Central con el prelado que se elegirá dentro de pocos días?
El carisma que recibió san Josemaría es como un gran tesoro lleno de joyas destinadas a adornar, a enriquecer y embellecer el mundo en que vivimos. Entre las riquezas de su mensaje está la verdad cristiana que aún hoy constituye una novedad: la igualdad radical entre el hombre y la mujer, partiendo de su diversidad, y el convencimiento –no sólo teórico, sino vital y práctico– de que la mujer está llamada a hacer aportaciones significativas en la Iglesia, en la sociedad civil, en la cultura, en la ciencia, en la familia, en todos los campos del saber y del vivir.
Además, será una alegría trabajar siguiendo al Papa Francisco y junto a tantas otras instituciones de la Iglesia, para anunciar el mensaje del Evangelio en cualquier ambiente, conviviendo con todos, con respeto, con afán de servicio, con un trabajo honesto
Una de las principales tareas para las que el nuevo prelado se servirá del consejo de este órgano de gobierno será encontrar modos para resaltar ese mensaje, ayudando a que cada mujer descubra dónde y cómo poner ese sello personalísimo en su entorno, humanizándolo y convirtiéndolo en un torrente de bien.
Esto supone un panorama muy alentador y pienso que el nuevo prelado lo va a acoger así: como un reto fantástico. No me cabe duda de que la nueva Asesoría central hará lo posible por seguirle y apoyarle.
Además, será una alegría trabajar siguiendo al Papa Francisco y junto a tantas otras instituciones de la Iglesia, para anunciar el mensaje del Evangelio en cualquier ambiente, conviviendo con todos, con respeto, con afán de servicio, con un trabajo honesto.