En el año de san José y de la familia: Descubrir el camino en Estados Unidos

El último 26 de setiembre, la Iglesia católica celebró la Jornada Mundial del migrante y refugiado. Erick Díaz es un peruano, fiel supernumerario del Opus Dei, quien lleno de sueños migró a Estados Unidos. Allí conoció a su esposa, Sandy, con quien tienen cinco hijos.

Los paseos fortalecen la vida familiar. Aquí haciendo Hiking en New Hampshire, Franconia Notch State Park, este año

Erick reflexiona como un inmigrante, a ejemplo de san José, procura salir adelante a través del estudio, del trabajo y las amistades en su nuevo país adoptivo.

Pienso que Patris Corde, la bellísima carta del Papa Francisco con ocasión del Año Jubilar dedicado a san José, recuerda todo lo que somos capaces de hacer por nuestras familias: situaciones y experiencias que solo aceptamos por amor.

Y es que, si nos fijamos en san José, como el padre de la Sagrada Familia, protector de la Iglesia y como modelo, nos recuerda que debemos ser esa sombra del Padre celestial con nuestra familia, poniendo todo el esfuerzo del que seamos capaces, pero con la confianza absoluta de que es Dios quien hace que las cosas sucedan y, por tanto, evitaremos dar cabida en nosotros a la ansiedad, frustración o tristeza.

el sentido de filiación divina que aprendí a cultivar en el Opus Dei me ha ayudado, me ayuda y ayudará siempre.

Ser migrante es difícil al inicio, pero vas mejorando y adaptándote. Lo que al inicio no se entiende mucho, se va haciendo más claro y vas descubriendo el camino, creciendo y conociendo la cultura. Mentiría si digo que no se “sufre”, pero el sentido de filiación divina que aprendí a cultivar en el Opus Dei me ha ayudado, me ayuda y ayudará siempre.

Frontiers, es una actividad de Padres e hijos, los terceros sábados de mes, donde hay charlas sobre el desarrollo de virtudes para ambos.

Las dificultades son recurrentes y mis respuestas iniciales han sido de espíritu de sacrificio y lucha, buenas respuestas, pero que se pueden convertir en frustración y cansancio si piensas que eres tú el que consigue los resultados o si ellos no salen como planeabas.

Con el tiempo estoy aprendiendo a sonreír ante las dificultades, con más paz y alegría que antes. Una alegría que no está en mí el controlarla (no hablo de la alegría de comerme un rico cebiche o comprarme un nuevo carro), sino que aparece por ayudar a los demás, saliendo de mí mismo para mirar a Cristo, que quiere compartir su cruz, para ayudarme a ser mejor.

Mis orígenes peruanos

Nací en Lima y con mis padres y hermano menor, mis primeros años los vivimos en el popular distrito de la Victoria, en la casa de mi abuela, en la zona del Porvenir hasta los 10 años. De allí he vivido hasta en cuatro distritos de Lima. Estudié en la UNI (Universidad Nacional de Ingeniería), y luego frecuenté el Sama, y Costa por varios años, ambos centros culturales del Opus Dei. Esos años realmente marcaron mi vida, ya que descubrí lo que es vivir con armonía y buen propósito, sabiendo que todo es para el bien de los que aman a Dios.

En el 2005, vine a estudiar a Estados Unidos una maestría por dos años. Siempre pensé en volver a Perú a aplicar mis estudios y ayudar al desarrollo de mi país, pero el amor tocó mis puertas: conocí a mi esposa. Sandy es estadounidense, hija de americanos descendientes de irlandeses y polacos. Nos casamos a fines de 2009 y Dios nos ha bendecido con cinco niños: Carolina (11), Alexander (9), Gabriela (6), Peter (4) y Rafael (1).

Mis hijos de izquierda a derecha, Carolina (11), Rafael (1), Alexander (9), Gabriela (6) y Peter (5).
Desde que llegué a Estados Unidos he trabajado en el sector farmacéutico, en el área comercial, en analytics para marketing, ventas y servicio al paciente.Fui consultor al inicio en una empresa internacional de consultoría, y eso me dio la experiencia para trabajar en corporaciones, en las cuales empecé como analista y ahora soy subdirector. Actualmente trabajo en una empresa farmacéutica importante a nivel global.

Bendición por mi primer hijo y los sucesivos

En el 2009 viajé a EE.UU. para casarme, era un año de post-crisis financiera (2008) y debía encontrar un trabajo. Aunque mi esposa estaba trabajando (fuera de casa en ese entonces, porque ahora trabaja desde casa), los ahorros no iban a durar mucho.

Pasados los meses y siempre muy ocupado, preparándome para las entrevistas de trabajo que debían llegar, nos enteramos que estábamos esperando a nuestra primera hijita, Carolina, lo cual nos causó mucha alegría. Sin embargo, algunos de mis amigos mostraron preocupación porque aún no tenía trabajo. Por algún motivo tuve la fe de que un bebé es una bendición, un regalo de Dios (con el tiempo, he aprendido que cada hijo llega siempre con un pan bajo el brazo, que sólo debía portarme bien y no perder el tiempo para que la gracia de Dios actúe).

Pasaron los meses y con experiencia de varias entrevistas no exitosas, pero muy aleccionadoras, me comunicaron la noticia de que obtenía mi primer trabajo, ocho meses después de casarme. Decidimos empezar el trabajo luego del nacimiento de mi primera hija, dos meses más tarde.

UN CORAZÓN ENAMORADO NO CRECE DE OTRA FORMA, SINO DEMOSTRANDO ESE AMOR A TRAVÉS DE DIFICULTADES Y PREOCUPACIONES SUPERADAS BUSCANDO EL BIEN DE LOS QUE AMAS.

Mis siguientes cuatro hijos, no han nacido en situaciones ajenas a la incertidumbre al de mi primera hija, hecho que ha fortalecido nuestro sentido de filiación divina, fe y agradecimiento en mi matrimonio. Como decía san Josemaría: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”. Un corazón enamorado no crece de otra forma, sino demostrando ese amor a través de dificultades y preocupaciones superadas buscando el bien de los que amas.

La familia, la amistad y la caridad en mi nuevo país

Mientras vivía en el Perú, siempre estuve en Lima, por lo que nunca experimenté la sensación de alejarme de mis amigos o mi familia y de extrañarlos. Solo bastaba una reunión o una llamada y sí que había tiempo para estar juntos.

También el apoyo familiar y de la comunidad en general (vecinos y conocidos) para una nueva familia, es de mucha utilidad en la Lima en la que crecí. Por ejemplo, alguna de mis tías o mi abuela, podían tomar cuidado de mí y mi hermano pequeño, mientras mis padres trabajaban; o en mi adolescencia, me encontraba jugando fulbito en la calle después del colegio, del cual llegaba caminando o con transporte público sin causarle trabajo adicional a mis padres.

Con mi familia en un restaurante en Lima durante un viaje reciente al Perú en el 2019

Estados Unidos tiene una dinámica diferente. Por motivos de trabajo y estudio y por ser un país del primer mundo, la gente siempre tiene mucho que hacer (“time is money” como se dice aquí) y demostrar su valía. Las empresas buscan a los mejores y los beneficios ofrecidos van en aumento. Muchos profesionales son tentados a dedicar su vida, casi entera, a su labor profesional, pero a costa de sacrificar la opción de formar una familia, o si la tienen, de tener hijos.

Mi familia es la mayor bendición que me ha dado Dios, y eso requiere tiempo.

Mi familia es la mayor bendición que me ha dado Dios, y eso requiere tiempo. El cariño y confianza en la familia hace que esa labor sea muy llevadera y alegre, aun cuando los niños estén haciendo ruido o discutiendo. Ya sea cambiar pañales, cocinar, bañar a los bebés, cortar el césped o arreglar la casa, a salir de día de campo, playa o nieve, cada día es una aventura diferente.

Por otro lado, Sandy y yo siempre fuimos conscientes de que debíamos salir a divertirnos solos, sin niños, a citas románticas y divertidas. Por ejemplo, a bailar y a disfrutar de una deliciosa cena, como cuando éramos novios. Antes del COVID-19 teníamos como objetivo una vez al mes, pero en realidad esas salidas se daban una vez cada trimestre. Para esto contratábamos una niñera por cuatro horas en la noche, o mis suegros (que estaban de visita o a los cuales visitábamos) se encargaban de hacer cenar a los niños y ponerlos a dormir mientras nosotros Sandy y yo, teníamos una cita romántica.

Como estudié en Estados Unidos tengo una red de amigos de la Universidad, que con los años la sigo manteniendo. Para ello, les envió una tarjeta navideña cada año a sus casas con la foto de la familia y un mensaje alusivo a la Navidad. Las tarjetas navideñas son todo un suceso en la familia. Las mando a imprimir a finales de noviembre, y mis hijos mayores de cinco años y mi esposa las firman a puño y letra, mientras que conversamos de estas familias amigas. Luego también rezamos un rosario por ellas.

El arte de la amistad en el quehacer profesional

He hecho y sigo haciendo muchas otras amistades, en el trabajo y en los lugares donde he vivido; y ahora, en el colegio donde mis hijos estudian. La mayoría de mis amigos son americanos, pero también de muchos otros países muy diversos, lo cual me ilusiona y me hace sentir que hacer amigos sea todo un arte que requiere práctica y esfuerzo. Sea que me presenten a alguien o que lo conozca en una reunión o hasta en un ascensor, muchas veces comienzo la conversación con el clima del día, soleado o gris, caluroso o frio, cómo hacer para disfrutarlo mejor. Siempre con un toque de naturalidad y optimismo. El inglés es mi segunda lengua, así que mi esposa al inicio me enseñaba las entonaciones para que una frase suene ligera, positiva y optimista.

El ciclismo es una oportunidad para fortalecer la amistad. Aquí un selfie con dos amigos y sus hijos mayores.

Mi prueba de que una amistad se puede profundizar y mejorar está en compartir algo personal y sentir reciprocidad y atracción en la conversación. Esto quizás sea porque soy hispano, ya que otras culturas no necesariamente lo hacen igual, sino a través de gustos, novedades culturales, preferencias y temas en común que no revelan quién eres o como piensas tan rápidamente.

Hago un paralelo en las amistades con lo que recomendaba san Josemaría con nuestro Señor: Buscarle, Encontrarle, Tratarle y Amarle.

Como lo ha demostrado el COVID-19, todos necesitamos amigos y personas en las que podamos confiar y contar nuestras preocupaciones y alegrías, a los que podamos ayudar y querer, si no ¿cómo se extendería nuestro amor? Hago un paralelo en las amistades con lo que recomendaba san Josemaría con nuestro Señor: Buscarle, Encontrarle, Tratarle y Amarle.

Tratar a los amigos nos trae alegrías, y nos consuela el saber que no estamos solos; y es que, para mí, la vida es como un partido de fútbol, estar muy atentos y en el partido; si te desconcentras puedes perder; luchándola, así estemos cansados, con amigos en el mismo equipo, haciendo goles y sin la tentación de querer ser no sólo goleadores, sino también jugar en otras posiciones. Y que los goles son nuestras satisfacciones y lo que traemos al hacer mejor la vida de los demás.

En el Valle Sagrado, Cusco. Con mi hermano menor, sus hijos, mis hijos y mis padres.

Sé que en estos tiempos de pandemia puede parecer contradictorio hablar de alegría, ya que hay tanto dolor y tristeza por los que se han ido, por lo que viene a mi mente lo que dice san Agustín acerca de la alegría de los primeros cristianos: ser “felices en la Esperanza”. La esperanza de una vida bien vivida, porque sólo podremos ser felices completamente pensando al final de nuestra vida y mirando para atrás en lo que hemos hecho y cómo lo hemos hecho; Y si perseveramos, el Señor nos dirá como dice el Evangelio: “Bien siervo bueno y fiel entra en el gozo de tu señor” y como decía san Josemaría, “para vosotros hijos míos, si sois fieles, será Jesús, nuestro Jesús”.

Por último, la vida me ha enseñado que hay gente muy buena en todos los lugares y de hecho no terminaría de agradecer toda la ayuda que he recibido en mi país adoptivo. Hay algo muy bueno con matices distintos en cada lugar en esta tierra, que no me podría imaginar que tan bella es la bondad en sí misma, como don de Dios.

Erick Díaz Outten