Mi nombre es Vanessa. Soy arquitecta de profesión. Estoy casada con Giancarlo y tenemos tres hijos que estudian en los colegios Alpamayo y Salcantay que promueve COFAM.
Mis hijos varones, acuden a las actividades del club Saeta en Lima. En la pandemia, surgió la posibilidad de ayudar a diseñar un jardín interno para el Club aprovechando que acababa de concluir con unos estudios en arquitectura paisajista. Acepté con gusto el proyecto y por las restricciones de movilización, hice el diseño a distancia.
El jardín interior estaría frente a una sala de estudio del club y colinda por uno de los lados con el oratorio. Como las ventanas del oratorio se quedan abiertas durante la celebración de la Misa, pensé que sería otra buena razón para que haya un jardín en ese espacio. Se pensó en la idea de colocar una imagen de la Virgen que pudiera verse desde la sala de estudio y desde las ventanas del segundo piso.
El proyecto desde su inicio tuvo un encanto especial. El jardín está pensado con un estilo mediterráneo agregando a las poncianas existentes algunas especies como buganvilias, pinos, jazmines, rosas, entre otros.
Aceptado el proyecto final de diseño, había que comenzar la construcción: trabajos de obra civil, pisos, iluminación, revestimientos, carpintería, jardinería y lo más importante: mandar a elaborar la escultura de la Virgen. El diseño era sencillo y a la vez ambicioso, aunque que no contábamos con fondos para concretarlo.
Y como decía san Josemaría: “A Jesús, por María”.
En el Club se rezó mucho por esta labor e igualmente por casa, tratando de entender cuál era la voluntad de Dios. Si Dios lo quería, saldría adelante y saldría muy bien. ¡Lo mejor para su Madre! Y como decía san Josemaría: “A Jesús, por María”.
En esta época tuve un pequeño accidente que me inmovilizó por un mes y mientras me recuperaba, pudimos formar el equipo promotor del proyecto de la Virgen con la ayuda de varias amigas del Colegio. De una lluvia de ideas por zoom, salió un flyer que ayudó a difundir el proyecto entre las amistades más cercanas, con la finalidad de dar a conocer el proyecto y empezar a buscar donaciones.
Lo más arduo de todo, se convirtió en algo conmovedor. Se recibieron donativos de familias del club, de familias de exalumnos del colegio Alpamayo y de familiares que viven fuera del país. Comencé la obra con el treinta por ciento del presupuesto, pero la providencia fue actuando y se consiguieron donaciones hasta cumplir con cada trabajador o contratista.
Una familia quiso donar el costo de la escultura de la Virgen, en memoria de un pariente fallecido muy querido; se recibieron donativos mensuales y a través de muchos “granitos de arena” que, en conjunto, hicieron la diferencia. Una empresa donó el mármol para la base de la Virgen y así se fue concretando este sueño, junto con muchos más actos escondidos de generosidad.
A los trabajadores, también se les involucró en este lindo proyecto de la Virgen, no solo en la parte operativa sino también aprovechando para regalarles un santo rosario y un folleto explicativo con la forma de rezar esta oración.
Con el jardín terminado, tan solo esperábamos la escultura de la Virgen, pero era un trabajo muy laborioso y detallista que tomó más tiempo del pensado. Un detalle que nos conmovió a varias mamás, fue descubrir una estampa de la Virgen pegada en un ladrillo que los mismos jóvenes del Club Saeta colocaron un sábado para rezar el rosario.
El capellán del Colegio Alpamayo me dio algunos lineamientos para la escultura de la Virgen: No iba a estar en una gruta sino a la intemperie, sería una Virgen joven con el niño en brazos. Me acordé de un sobrino escultor muy talentoso que, aunque nunca había hecho trabajos de este estilo, podría entenderlo.
Mi sobrino aceptó con ilusión el encargo y escuchaba con enorme interés las sugerencias que iban saliendo. Nos inspiramos en una escultura que ya existe en una de las salas de la casa de retiros La Colina, en Chaclacayo, y el resto fue su inspiración.
La ceremonia de bendición de la imagen fue entrañable. El 15 de febrero de 2022 se celebró una Misa en el oratorio del Club Saeta y el capellán comunicó a todos los asistentes que el nombre elegido para la Virgen había sido una de las nuevas advocaciones que el Papa Francisco había añadido a las letanías del Santo Rosario: Madre de la Esperanza.
A la Virgen y el niño les faltaban aureolas. Justo por esos días conocí a Andrea José, quien acababa de estrenar su taller de orfebrería después de estudiar una maestría en diseño de joyas en Reino Unido. Le comenté sobre la Virgen y con mucho cariño donó su exquisito trabajo.
Las aureolas son hermosas, han sido trabajadas con una estructura de bronce de un centímetro y bañadas en oro con incrustaciones, realizadas a mano. Así quedó listo el Jardín de la Virgen para que nuestra Madre de la Esperanza reciba muchas visitas y oraciones.
A partir del 13 de mayo, pudimos congregar a mamás de cada uno de los grados del colegio Alpamayo. Cada viernes visitamos a la Virgen, Madre de la Esperanza, y rezamos el Santo Rosario pidiendo por las intenciones del Papa, por el Opus Dei, por la paz mundial, por quienes buscan trabajo, por los sin techo ni hogar. Y por nuestros hijos, familiares, los padres de familia de los Colegios Alpamayo, Salcantay y Preschool, así como por el Club Saeta. Estamos muy felices de poder organizar el Rosario de cada viernes y rezarle a nuestra Madre de la Esperanza muchas avemarías que son como besos al cielo.
rezar el Rosario los viernes es reencontrarme con mi madre. Es saber que pase lo que pase, ella siempre estará ahí
Gloria Quevedo, una de las mamás que viene al Saeta los viernes, nos dice: “Para mí, rezar el Rosario los viernes es reencontrarme con mi madre. Es saber que pase lo que pase, ella siempre estará ahí, dispuesta a escucharme, perdonarme, guiarme e interceder por mi familia y por mí, ante su hijo amado”.
Julia Sotelo, nos cuenta: “Poder compartir con otras mamis del colegio el rezo del Santo Rosario los viernes, ha sido una gran iniciativa ya que podemos compartir el gran amor que sentimos por nuestra Madre del cielo. En cada Avemaría es poner el mayor amor que sale de nuestro corazón. (..) Ahora se me viene a la mente lo que decía san Josemaría, rezar el Rosario en familia, y es exactamente lo que veo, se reza en familia y sobre todo por toda la familia COFAM. Hay tanto por agradecer a nuestra Madre que siempre intercede por nosotras. ¡Gracias, Madre de la Esperanza!”
Giovanna Bedón, nos da su testimonio: “Para mí, haber encontrado este lindo grupo con quien rezar el Rosario ha sido excelente, me siento súper contenta… es ese momento, donde puedo dar las gracias a nuestra madre, es un momento de paz, de unión… Me recarga de alegría”.
rezar con la familia Cofam es un regalo, una oportunidad de unirnos como madres que buscan seguir el modelo de fe de nuestra Santa Virgen María y llegar a Dios por medio de ella
Otra mamá, Sandra Zubieta dice: “Jesús dijo: donde estén dos o más congregados en mi nombre ahí estoy yo, en medio de ellos; rezar con la familia Cofam es un regalo, una oportunidad de unirnos como madres que buscan seguir el modelo de fe de nuestra Santa Virgen María y llegar a Dios por medio de ella. Agradezco al Club Saeta por facilitar esta iniciativa”.
Ana María Ochoa: “A raíz de la pandemia mi cercanía con el rezo del Rosario se hizo más frecuente, tenía la necesidad de aferrarme a la Virgen porque ella como madre amorosa no me soltaría, así que me uní a rezar con varios grupos de amigas por zoom y luego presencialmente. Ver a la Madre de la Esperanza en un lugar lindo y especial para ella es un gran regalo, compartir con amigas y poder rezar juntas por nuestro país, por nuestras familias y por todas las intenciones de nuestro corazón no tiene precio, me siento bendecida”.
Vania Carreño nos da su testimonio: “Los días viernes me siento feliz, con una paz interior al saber que iré a unir mi corazón con otros corazones para entregárselos a la Virgen, Madre de la Esperanza, pidiéndole protección y sabiduría para criar buenos hijos”.
Meylín de Escalante dice: “La experiencia de poder rezar el santo Rosario cerca al colegio, donde nuestros hijos pasan gran parte de su día y se forman académica y espiritualmente, el poder unirnos como mamás frente a nuestra Madre y rezar por cada una de las promociones y sus familias, no tiene precio, creo que es un regalo que Ella nos ha dado, regalo que tenemos que compartirlo con más personas para que conozcan a la Virgen”.
Es maravilloso comprobar como una capacitación en arquitectura, desencadenó un conjunto de gestiones detrás de las cuales, hay para contar muchas historias llenas de amor a Nuestra Señora. Le pido siempre a la Virgen, Madre de la Esperanza, que nos ayude cada día a ser mejores y a querer cada vez más a su hijo, Jesucristo.