Soy Erika y conocí a Verónica hace algunos años en Tierra Santa, allí coincidimos con otras supernumerarias en Saxum, Israel. Nos hicimos muy amigas y me invitó a celebrar el cumpleaños del Niño Jesús, a quien en el Perú también conocemos como “Niño Manuelito”, diminutivo del nombre “Enmanuel”, que —según la profecía recogida en el libro de Isaías— significa “Dios con nosotros”.
Desde el 2010, Veronica organiza el cumpleaños del Niño Jesús en su casa, en Arequipa convirtiendo esa fecha en una tradición que nació como un acto de amor para adorar al niño cantando villancicos en su honor, tal como le gustaba a san Josemaría.
Desde el 2010, Verónica organiza el cumpleaños del Niño Jesús en su casa, en Arequipa, convirtiendo esa fecha en una tradición que nació como un acto de amor para adorar al niño cantando villancicos en su honor, tal como le gustaba a san Josemaría.
Verónica guarda algunas imágenes simpatiquísimas del Niño Jesús. En una se aprecia a san José durmiendo, representando la escena de los “sueños de san José”, a la que el Papa Francisco tiene devoción. Allí vemos al Niño Jesús con san José, quien pasó la noche soñando y el niño se encuentra velando los sueños de su padre.
Y la otra imagen es del Niño Jesús con unas piñas pequeñas en sus manos. Esas piñas las trajo Verónica de Tierra Santa, del Camino de Emaús, lugar santo ligado a la historia de la salvación por el episodio del Evangelio donde Jesús sale al encuentro de dos de los discípulos, quienes lo reconocen al partir el pan.
Recuperar una tradición de la navidad
El último sábado 28 de diciembre, su hogar se llenó de alegría, música y cálida compañía. Lo que comenzó uniendo a un grupo de amigas de Verónica del voleibol, al que se sumaron Mariamarta Bello, Cecilia Aguilar (Q.E.P.D.) y Alicia Cipriani, se ha convertido en una oportunidad para profundizar en la amistad y en el amor al Niño Jesús.
En los primeros años asistían solo seis. Poco a poco, se sumaron más amigas, incluyendo quienes han compartido con Verónica momentos importantes, las que conoció por sus hijos, por actividades del club Fogaril y otras que cooperan con el centro cultural Wayrana.
En los primeros años asistían solo seis. Poco a poco, se sumaron más amigas, incluyendo quienes han compartido con Verónica momentos importantes, las que conoció por sus hijos, por actividades del club Fogaril y otras que cooperan con el centro cultural Wayrana.
La pandemia fue un desafío, pues ocasionó la suspensión de la celebración una temporada. Sin embargo, a Verónica le quedó claro cuánto significaba esta tradición para muchas amigas, pues era un espacio para celebrar la navidad con gratitud, alegría y amor.
A lo largo de este tiempo, lo más hermoso es apreciar cómo el Niño Jesús ha ido tocando las vidas de las asistentes. Varias se han acercado a la Obra. Y algunas son cooperadoras o han descubierto su vocación como supernumerarias.
Una historia de las más conmovedoras fue la de Zulema, una amiga de las del grupo de vóley, quien con ilusión esperaba el cumpleaños del Niño. Pero falleció en diciembre del 2017. El día de su velorio, Verónica se encontró con una amiga en común que también era deportista como Zulema y aprovechó la oportunidad para invitarla a la celebración navideña. Ahora esta amiga es supernumeraria.
Cada año esta celebración sirve para fortalecer nuestra amistad, rezar al Niño Jesús y cantar los villancicos, de la mano de Verónica quien toca la guitarra, acompañada por Mariamarta. Tani participa acompañándolas con la pandereta.
Entre los villancicos que cantamos, podemos mencionar: “Luces de Belén”, “El burrito meterete”, “Adeste fideles”, “San José va de camino”, “La mula”, “100 angelitos van a Belén”, “El camino que lleva a Belén”, “Mi burrito sabanero”; y, por supuesto, “Niño Manuelito”, ahora hemos sumado coreografías y nuevas canciones.
Cada año trae consigo detalles únicos: nuevos rostros, regalos para el nacimiento. Es una devoción que da ilusión y anima a seguir involucrando a más amigas.
Un acto de gratitud y amor
Más allá de la música y la amistad, esta actividad se ha transformado en un acto de gratitud y amor al Niño Jesús. Durante la organización, no faltan pequeñas contradicciones, que Verónica aprovecha para ofrecerlas al Señor, recordando su valor espiritual.
Más allá de la música y la amistad, esta actividad se ha transformado en un acto de gratitud y amor al Niño Jesús. Durante la organización, no faltan pequeñas contradicciones, que Verónica aprovecha para ofrecerlas al Señor, recordando su valor espiritual.
Hoy, esta tradición es un espacio donde el Niño Jesús no solo reúne mujeres de Arequipa y Lima, sino que también abre corazones, trae vocaciones a la Iglesia y a la Obra; fortaleciendo la amistad y la fe de las asistentes. Es un recordatorio de que el Señor se manifiesta en lo sencillo, moviendo corazones al compás de su amor.
Y colorín colorado, este Niño no se ha acabado… ¡Rumbo al 2025 con mucha alegría y esperanza!