Jornadas del viaje pastoral de Mons. Fernando Ocáriz en Francia
• 2 de agosto • 3 agosto • 4 agosto • 5 agosto
5 de agosto
Durante su quinto día de permanencia en París, el prelado recibió a varias familias. Las reuniones con Mons. Ocáriz tuvieron un tono familiar. «Entre otras cosas, le hemos hablado del Vietnam, donde vivimos, y del apostolado que hacemos en el trabajo», cuenta Claire, quien acudió con sus padres y hermanos.
Paul vino con su mujer Bénédicte y sus tres hijos: Joséphine (16 años), Charles (12 años) y Philippe (10 años). Destaca el interés que mostró el prelado por cada uno y la atención con la que escuchó lo que le contaron: «Le hemos explicado que hace nueve años decidimos regresar a Francia para poder inscribir a nuestros hijos en colegios que ofrecen una buena formación cristiana. El prelado me ha dicho que san Josemaría deseaba que los padres estuvieran en el corazón de esos proyectos educativos».
Laetitia llegó acompañada por sus padres y hermanos para saludar a Mons. Ocáriz, a quien explicó que está a punto de comenzar sus estudios de enfermería tras haber superado el examen de admisión. El prelado le ha animado a pensar en el alcance que tendrá cuando pueda ejercer ese trabajo: «Las enfermeras desarrollan una tarea fundamental para el buen ambiente de cualquier clínica», señala su madre. «El prelado le ha abierto un horizonte entusiasmante. Ha salido de ese encuentro llena de orgullo por su vocación profesional».
«Cerca del prelado, uno se siente querido»
«Saludar al prelado reaviva el deseo de vivir permaneciendo fiel a Cristo», explica Achille
Más allá de las anécdotas, muchas personas han podido confiarle, a lo largo de estos días, algunas intenciones personales. «Le hemos pedido por una intención particular y nos ha prometido que rezaría por ella durante la próxima misa que celebre», cuenta Paul.
«Saludar al prelado reaviva el deseo de vivir permaneciendo fiel a Cristo», explica Achille, quien acudió con su mujer, Victoire, y sus hijos. «Nos ha ayudado a comprobar la belleza del espíritu del Opus Dei, joven y actual».
Marie, por su parte, cuenta que «durante esos minutos, no ha ocurrido nada especial; sin embargo, hemos salido esperanzados. Pienso que lo que transmite el prelado es paz y alegría. Por eso, tras hablar con él tienes deseos de ser mejor, de amar más a Cristo. Cerca del prelado, uno se siente querido».
4 de agosto
A media tarde del 4 de agosto, el prelado del Opus Dei visitó la capilla de la Medalla Milagrosa, en la «rue du Bac». Allí, pudo saludar a las Hermanas de la Caridad, las religiosas que se encargan de la acogida de los fieles, y subió al primer piso de la capilla para recitar el rosario.
Ante Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
El día anterior, el prelado había compartido con algunos las intenciones que más tarde confiaría a la Virgen: la Iglesia y el Papa, los fieles del Opus Dei y sus iniciativas apostólicas repartidas por todo el mundo.
Asimismo, subrayó la importancia de rezar por el Santo Padre, al que se le ha confiado una importante misión: «El Concilio Vaticano I especificó que la misión del Papa es asegurar la unidad de los católicos. La misión es, por tanto, difícil. Para lograrlo, necesita nuestra ayuda y nuestra fidelidad».
Al salir de la capilla, algunos fieles de la prelatura que habían acudido para rezar y otras personas que se encontraban allí, pudieron saludarle. Mons. Ocáriz se detuvo un momento con cada uno de ellos.
En la parroquia donde recibió el Bautismo
Mons. Fernando Ocáriz acudió igualmente a la parroquia española de París, en la que fue bautizado el 18 de noviembre de 1944. El párroco le acogió calurosamente. Juntos rezaron unos instantes en la iglesia y luego acudieron a consultar el registro de bautizos, donde queda constancia del sacramento.
Antes de marcharse, Mons. Ocáriz dejó este texto en el libro de firmas: «Con la alegría de visitar a esta iglesia donde recibí el santo Bautismo, con mi oración por la comunidad que lleva adelante la labor pastoral entre los españoles de París».
3 de agosto
Mons. Fernando Ocáriz viajó ayer desde París hasta la pequeña localidad de Couvrelles. A mediodía, saludó a los fieles del Opus Dei que realizan ahí un curso de formación cristiana. Además de participantes franceses, acuden al curso estudiantes de Filipinas, Oriente Medio, Italia y España. Algunos aprovecharon la oportunidad para presentar al prelado diversas iniciativas que llevan a cabo en sus países: ayuda social en Letonia, cursos universitarios de verano en Francia, trabajo humanitario en Jordania, retiros espirituales en la isla de Reunión, etcétera.
Imitar a Cristo para ser jóvenes
El prelado del Opus Dei se dirigió a los jóvenes allí presentes: «Cuando se tiene como modelo a Cristo, seréis siempre jóvenes aunque pasen los años. ¿Cómo lograrlo? Abandonando todo en el Señor, en primer lugar nuestros propósitos de cada día».
Mons. Ocáriz aprovechó la ocasión para recordar la importancia y eficacia de la comunión de los santos, gracias a la cual podemos ayudarnos los unos a los otros. «No vivimos como seres aislados: cada una de nuestras acciones, cada una de nuestras oraciones tiene un impacto en la vida de los demás».
La libertad, en el corazón de su mensaje
Al igual que en las reuniones anteriores con otros fieles del Opus Dei, el prelado insistió en la importancia de la alegría cristiana. Además, habló extensamente sobre la libertad, y señaló que la clave de un objetivo tan elevado es que «cuando se ama, se hacen las cosas con libertad. El acto propio de la libertad es el amor». De ese modo, «es posible amar libremente a Dios cuando cumplimos con nuestros deberes».
Un Ginkgo Biloba, símbolo de perennidad
Tras la tertulia, el prelado plantó un Ginkgo Biloba en el jardín de la casa. También sus predecesores, el beato Álvaro del Portillo en 1988 y Mons. Javier Echevarría en 2011, plantaron árboles de la misma especie, que simboliza la perennidad.
2 de agosto
«Cuando supe que el Padre venía a Francia, cambié mis vacaciones para poder saludarle en París», cuenta Sofia, de 31 años. Como ella, muchas otras personas estarán con el prelado del Opus Dei durante su estancia de cuatro días en Francia. Muchos lo consideran «un poco francés», ya que Mons. Ocáriz nació en la capital del país galo.
La primera reunión con fieles del Opus Dei tuvo lugar a las pocas horas de su llegada, el pasado 1 de agosto. El principal motivo de su viaje, dijo el prelado, es «animar a todas las personas a ser fieles a Cristo y a estar siempre alegres».
El sufrimiento es compatible con la alegría
El miércoles por la mañana, el prelado acudió a Fontneuve, un centro del Opus Dei, situado en Neuilly, en el que se ofrecen actividades de carácter espiritual y cultural para chicas jóvenes.
Al inicio, Mons. Fernando Ocáriz resumió un mensaje principal que deseaba transmitir durante estos días: «El cristiano está llamado a ser alegre, a vivir el buen humor, y a transmitir serenidad. ¿Por qué? Porque es hijo predilecto de Dios».
«En la oración abrimos nuestra alma a Dios y nos disponemos así a acoger su voluntad»
Refiriéndose a las dificultades de la vida de cada persona, el prelado comentó: «Es posible que a veces experimentemos el sufrimiento, que lloremos…, pero ¿estar tristes? ¡No!». Con palabras de san Josemaría, Mons. Ocáriz recordó que también se puede estar alegres en los momentos difíciles, con la ayuda de la oración.
¿Por qué suplicar si Dios sabe todo?
Marie, profesora de colegio, preguntó qué sentido tiene pedir algo a «un Dios que conoce todo lo que deseo, y mucho mejor que yo». En primer lugar, respondió el prelado, «porque Jesús nos ha dicho que tenemos que pedir» y, además, «porque en la oración abrimos nuestra alma a Dios y nos disponemos así a acoger su voluntad». El encuentro duró cuarenta y cinco minutos y concluyó con el rezo del Ángelus.
El poder de la amistad
En una reunión celebrada en Garnelles, un centro cultural junto al río Sena, Agustin, estudiante de filosofía, refirió que en ocasiones es difícil dialogar en un ambiente racionalista algo «cerrado», en el que no hay espacio para la fe. El prelado señaló que supone una paradoja abandonar todo al juicio de la razón y, al mismo tiempo, relativizar toda creencia. Esta incoherencia puede ser un inicio para abrir el diálogo. Aun así, añadió, «el mejor camino para acompañar a alguien hacia la verdad es y será siempre el de la amistad».