Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
En los días pasados en Tierra Santa, os he tenido especialmente presentes en mi oración, sabiéndome a la vez acompañado por la vuestra. En cada uno de esos santos lugares, como es natural, imaginaba allí al Señor y, al mismo tiempo, consideraba que Él está siempre con nosotros en cada Sagrario. No me resisto a escribir estas palabras de nuestro Padre, que conocemos todos muy bien: «Si el centro de tus pensamientos y esperanzas está en el Sagrario, hijo, ¡qué abundantes los frutos de santidad y de apostolado!» (Forja, n. 835). Procuremos, día a día, hacerlas vida nuestra.
Seguid rezando por el trabajo que nos ha encomendado el Papa para adecuar los Estatutos de la Obra a lo indicado en el Motu proprio Ad charisma tuendum. Ya hemos iniciado –en el Consejo General y la Asesoría Central– los estudios oportunos para realizarlo.
El próximo día 15 recordaremos la elección del beato Álvaro; acudamos a su intercesión y procuremos imitar su fidelidad, como nos aconsejaba san Josemaría.
Con todo cariño, os bendice
vuestro Padre
Roma, 10 de septiembre de 2022