Dice el Señor: "Un mandato nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. En esto conocerán que sois mis discípulos".
—Y San Pablo: "Llevad unos la carga de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo".
—Yo no te digo nada.
Camino, 385
¡Con cuánta insistencia el Apóstol San Juan predicaba el mandatum novum! —"¡Que os améis los unos a los otros!"
—Me pondría de rodillas, sin hacer comedia —me lo grita el corazón—, para pediros por amor de Dios que os queráis, que os ayudéis, que os deis la mano, que os sepáis perdonar.
—Por lo tanto, a rechazar la soberbia, a ser compasivos, a tener caridad; a prestaros mutuamente el auxilio de la oración y de la amistad sincera.
Forja, 454
¡Hijos de Dios!: una condición que nos transforma en algo más trascendente que en personas que se soportan mutuamente. Escucha al Señor: «vos autem dixi amicos!» —somos sus amigos, que, como El, dan gustosamente su vida los unos por los otros, en la hora heroica y en la convivencia corriente.
Surco, 750
A veces, con su actuación, algunos cristianos no dan al precepto de la caridad el valor máximo que tiene. Cristo, rodeado por los suyos, en aquel maravilloso sermón final, decía a modo de testamento: “Mandatum novum do vobis, ut diligatis invicem —un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros.
Y todavía insistió: “in hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis —en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.
—¡Ojalá nos decidamos a vivir como El quiere!
Forja, 889
La heroicidad, la santidad, la audacia, requieren una constante preparación espiritual. Darás siempre, a los otros, sólo aquello que tengas; y, para dar a Dios, has de tratarle, vivir su Vida, servirle.
Forja, 78
Con Respeto
Vivir la caridad significa respetar la mentalidad de los otros; llenarse de gozo por su camino hacia Dios..., sin empeñarse en que piensen como tú, en que se unan a ti.
Se me ocurrió hacerte esta consideración: esos caminos, distintos, son paralelos; siguiendo el suyo propio, cada uno llegará a Dios...; no te pierdas en comparaciones, ni en deseos de conocer quién va más alto: eso no importa, lo que interesa es que todos alcancemos el fin.
Surco, 757
Es más fácil decir que hacer. —Tú..., que tienes esa lengua tajante —de hacha—, ¿has probado alguna vez, por casualidad siquiera, a hacer "bien" lo que, según tu "autorizada" opinión, hacen los otros menos bien?
Camino, 448
No me olvides que, en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que tú, pero desde distinto punto de vista, con otra luz, con otra sombra, con otro contorno.
—Sólo en la fe y en la moral hay un criterio indiscutible: el de nuestra Madre la Iglesia.
Surco, 275
—Hijo: ¿dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?: ¿en tu soberbia?, ¿en tus deseos de imponerte a los otros?, ¿en esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer?, ¿en esa tozudez?... ¿Está ahí Cristo? —¡¡No!!
—De acuerdo: debes tener personalidad, pero la tuya ha de procurar identificarse con Cristo.
Forja, 468
Considera el bien que han hecho a tu alma los que, durante tu vida, te han fastidiado o han tratado de fastidiarte.
—Otros llaman enemigos a estas gentes. Tú, tratando de imitar a los santos, siquiera en esto, y siendo muy poca cosa para tener o haber tenido enemigos, llámales "bienhechores". Y resultará que, a fuerza de encomendarlos a Dios, les tendrás simpatía.
Forja, 802
Querría —ayúdame con tu oración— que, en la Iglesia Santa, todos nos sintiéramos miembros de un solo cuerpo, como nos pide el Apóstol; y que viviéramos a fondo, sin indiferencias, las alegrías, las tribulaciones, la expansión de nuestra Madre, una, santa, católica, apostólica, romana.
Querría que viviésemos la identidad de unos con otros, y de todos con Cristo.
Forja, 630
Es mal espíritu el tuyo si te duele que otros trabajen por Cristo sin contar con tu labor. —Acuérdate de este pasaje de San Marcos: "Maestro: hemos visto a uno que andaba lanzando demonios en tu nombre, que no es de nuestra compañía, y se lo prohibimos. No hay para qué prohibírselo, respondió Jesús, puesto que ninguno que haga milagros en mi nombre, podrá luego hablar mal de mí. Que quien no es contrario vuestro, de vuestro partido es".
Camino, 966
Con Responsabilidad
¿Tú, hijo de Dios, qué has hecho, hasta ahora, para ayudar a las almas de los que te rodean?
—No puedes conformarte con esa pasividad, con esa languidez: El quiere llegar a otros con tu ejemplo, con tu palabra, con tu amistad, con tu servicio...
Forja, 880
Alma de apóstol: primero, tú. —Ha dicho el Señor, por San Mateo: "Muchos me dirán en el día del juicio: ¡Señor, Señor!, ¿pues no hemos profetizado en tu nombre y lanzado en tu nombre los demonios y hecho muchos milagros? Entonces yo les protestaré: jamás os he conocido por míos; apartaos de mí, operarios de la maldad".
No suceda —dice San Pablo— que habiendo predicado a los otros, yo vaya a ser reprobado.
Camino, 930
Ese abuso no es irremediable. —Es falta de carácter consentir que siga adelante, como cosa desesperada y sin posible rectificación.
No soslayes el deber. —Cúmplelo derechamente, aunque otros lo dejen incumplido.
Camino, 36
Sobre ti recae —a pesar de tus pasiones— la responsabilidad de la santidad, de la vida cristiana de los demás, de la eficacia de los otros.
Tú no eres una pieza aislada. Si te paras, ¡a cuántos puedes detener o perjudicar!
Forja, 470
Muchos, con aire de autojustificación, se preguntan: yo, ¿por qué me voy a meter en la vida de los demás?
—¡Porque tienes obligación, como cristiano, de meterte en la vida de los otros, para servirles!
—¡Porque Cristo se ha metido en tu vida y en la mía!
Forja, 24
Un pensamiento que te ayudará, en los momentos difíciles: cuanto más aumente mi fidelidad, mejor contribuiré a que otros crezcan en esta virtud. —¡Y resulta tan atrayente sentirnos sostenidos unos por otros!
Surco,948
La fe es un requisito imprescindible en el apostolado, que muchas veces se manifiesta en la constancia para hablar de Dios, aunque tarden en venir los frutos.
Si perseveramos, si insistimos bien convencidos de que el Señor lo quiere, también a tu alrededor, por todas partes, se apreciarán señales de una revolución cristiana: unos se entregarán, otros se tomarán en serio su vida interior, y otros —los más flojos— quedarán al menos alertados.
Surco, 207
Antes te “divertías” mucho... —Pero ahora que llevas a Cristo en ti, se ha llenado tu vida entera de sincera y comunicativa alegría. Por eso atraes a otros.
—Trátale más, para llegar a todos.
Surco, 673