Historias mínimas de la beatificación de Álvaro del Portillo

Hace un mes, miles de personas de todo el mundo se concentraron en Valdebebas para participar en la beatificación de don Álvaro. Un mes después, se consolidan las historias. Aquél 27 de septiembre, tomamos el micrófono y nos encontramos con la variedad y la diversidad con nombres y apellidos.

Son historias breves y discretas. Normales como la vida misma, aunque cada una daría para mucho más. Son pinceladas impresionistas, elegidas al tum-tum. Entre todas conforman un paisaje realista: el de una mañana especial en un rincón de Valdebebas.

Mariana Mulikasaija es ama de casa y panadera, de Kenia. Conoció el espíritu de la Obra y aprendió "qué es la santificación de la vida ordinaria, lo cual también implica llevar una vida más ordenada, hacer bien el trabajo...". Fue a Valdebebas "para agradecerle a don Álvaro la ayuda que le prestó a mi hija, que tenía una deuda bastante grande, de 1.500 dólares. Le rezamos y obtuvimos ayuda para saldarla". Además, destaca que "hemos querido venir para agradecerle a don Álvaro que haya llevado la Obra más lejos, a más países".

Aurora Pachano es de Ecuador, pero vive en Colombia. Aterrizó en Valdebebas "porque, a don Álvaro, además de cariño, le tengo admiración. Su serenidad me llama mucho la atención. Para mí, estar aquí viendo a gente de todo el mundo es muy emocionante. En América no estamos acostumbrados a ver personas de África con sus trajes típicos. ¡Esta es la unidad de la Iglesia!

Tania y Thierry son marido mujer. Los Wersinger llegaron hasta Valdebebas desde Greenville, Carolina del Sur (EEUU). Aunque no conoció a don Álvaro cuando era prelado del Opus Dei, Tania le considera "un abuelo espiritual". Thierry resalta encantado: "Ver a todas estas personas en Valdebebas es como ver a una gran familia. A don Álvaro le conocí hace 24 años. Tuve la oportunidad de estar con él en dos o tres ocasiones y fue muy amable conmigo".

Karlo y Marga son filipinos. Él es parlamentario en su país. Después de ocho días conociendo Madrid, participaron en la beatificación de don Álvaro en Valdebebas. Los dos coinciden en que "ha sido muy emocionante estar con personas de otros países. A pesar de las diferencias y de las distancias, hablamos el mismo lenguaje".

Karlo y Marga. Foto: Pablo Perez-Tomé

Sor María de la Salud pertenece a las religiosas del Verbo Encarnado. Asistió a la beatificación junto a otras hermanas de su congregación: "Hemos vivido esta fiesta con muchísima alegría, y además estábamos sentadas en las primeras filas, junto a parientes de don Álvaro, que estaban contentísimos. Ha sido precioso. Ahora le pedimos al nuevo beato que nos pegue su amor a la Iglesia. Tenemos un intercesor en el cielo. Aunque ya le veníamos pidiendo muchas cosas, ahora lo haremos con más insistencia".

Sor María de la Salud pertenece a las religiosas del Verbo Encarnado. Foto: Pablo Pérez-Tomé

Jude y Mercillian Udeachara son nigerianos y estuvieron en la beatificación con cuatro de sus seis hijos. Llegaron a Valdebebas en vuelo directo desde Roma: "Hemos vivido un día maravilloso". Para ellos, don Álvaro es "un ejemplo de santidad diaria, además de ser un buen seguidor de san Josemaría, por eso no nos sorprendió que le beatificaran. Si sigues el ejemplo de los santos, podrás ser santo".

Foto: Pablo Pérez-Tomé

Sunao Tabata es de Nagasaki, Japón. Conoció a don Álvaro en su país, incluso "le pedí consejo sobre un problema de mis padres. Me contestó que no me preocupara, y desde aquel momento todo se resolvió. Por eso don Álvaro es para mí como un padre. No podía perderme este momento".

Soledad García González es de Guadalajara (México). Aterrizó en Valdebebas después de estar en Barcelona, Zaragoza -para estar en El Pilar- y Torreciudad. Dice: "Para mí don Álvaro es un padre espiritual que me ayudó mucho. Viví muy cerca de él durante mucho tiempo, porque trabajé en la Administración de su casa. Le he tratado de cerca y he notado en primera persona su cariño y su paternidad, así como esa paz que daba al tratar a la gente. También he vivido su permanente disponibilidad hacia los demás, como si no tuviese otra cosa que hacer nada más que atender a quién quería contarle algo".

Liz y Bob son de Estados Unidos. También pasaron por El Pilar y por Torreciudad antes de desembarcar en Valdebebas el 27 de septiembre. Para Liz, "don Álvaro ha sido un gran intercesor en mi familia. Hace diez años mi hija estuvo a punto de morir y él intercedió por ella. Ahora es madre y también está aquí. Don Álvaro es para mí un modelo cercano de humildad, fidelidad, y de aquello por lo que me esfuerzo cada día: la santidad".

Brígida Torres tiene 79 años, pero no quiso perderse la beatificación de don Álvaro, con el que coincidió en algunas tertulias cuando él vino a Madrid. Vivió esos días de Valdebebas "con muchísima alegría". Del nuevo beato recordará siempre "su humildad y su manera de hablar, siempre tan amable y cariñosa".

Brígida Torres

Thomas Fredestad es de Angelholm, Suecia. Junto a su mujer y sus cuatro hijos, participó en la beatificación de don Álvaro. "Don Álvaro vino muchas veces a Suecia e hizo muchas cosas por nuestro país, así que es muy agradable poder estar hoy aquí. Desafortunadamente, nunca he visto a don Álvaro en Suecia, porque cuando él vino aún no lo conocía tanto. Pienso que uno puede inspirarse en su fe, en su trabajo, en cómo ayudaba a san Josemaría y en cómo le dedicaba todo su tiempo, trabajando para una buena causa".

Thomas Fredestad es de Angelholm, Suecia

Erika M. Sebastián es de Filipinas y apenas conoció a don Álvaro. Le propusieron ir a la beatificación y, emocionada, cuenta: "Vine a conocerlo y se me ha hecho muy presente. Estoy muy agradecida y muy emocionada. Ahora quiero llevarles a mis seis hijos el mensaje de amor de don Álvaro, que son el recuerdo del amor de Dios".

Njeri Kiagiri e Yvonee Rose Bwikizo son de Kenia. Fueron voluntarias durante los días de la beatificación. Casi al unísono, mirando a Valdebebas, señalan: "Es muy impresionante, nunca había vivido algo así. Aquí se vive la universalidad de la Iglesia. Nos vamos con una idea clara: ser santos es posible".

Caroline Manalo es de Los Ángeles. Viene con un grupo de siete personas. Han optado por empezar su periplo en Madrid, donde nació don Álvaro, y lo terminarán en Jerusalén, donde pasó las últimas horas de su vida antes de fallecer en Roma. "Quise venir a la beatificación porque él era el prelado del Opus Dei cuando yo conocí la Obra, así que siento una unión muy cercana hacia él. Gracias a él, he podido crecer en lealtad al Papa y a mi obispo local. Su ejemplo aumentó mi fe. Una amiga y yo siempre nos decismos: "Sé don Álvaro", que para nosotras quiere decir: "Haz las cosas bien y sé feliz".