Cuando un ser humano tiene fe, la vida se vive con alegría

Un accidente automovilístico marcó profundamente mi vida cuando apenas estaba comenzando mi carrera profesional. Fueron 11 años de recuperación y 11 intervenciones quirúrgicas. Durante esos momentos difíciles, encontré en el Opus Dei el apoyo que necesitábamos tanto mi familia como yo.

Me apasiona leer, porque cada libro es una puerta que me abre al conocimiento compartido por su autor. Soy contador público con un Master in Business Administration (MBA) y mi carrera profesional se ha enfocado en el área contable, particularmente en los costos de manufactura, así como en la mejora continua de procesos industriales.

Estoy casado con Irene Mora Belandria, y juntos tenemos tres hijos: Isabella Valentina, Marcelo Jesús y Montserrat Irene Labrador Mora. Todos somos venezolanos, aunque los dos menores han crecido sintiendo a Panamá como su hogar.

Cuando se tiene fe, los desafíos y sufrimientos se perciben como transitorios

Creo firmemente que una vida sin fe trae consigo desesperanza. Cuando se tiene fe, los desafíos y sufrimientos se perciben como transitorios, y se puede vivir la vida con alegría, algo que afirmo con la certeza de alguien que ha experimentado el dolor en su máxima expresión.

Nací en La Grita, estado Táchira, Venezuela, en 1979, y crecí en un pequeño pueblo andino llamado Seboruco, rodeado de montañas y de una profunda fe católica. A inicios de mi tercera década de vida, en 2010, un accidente automovilístico en Toluca, México, transformó mi vida para siempre.

Las consecuencias del accidente fueron graves: fractura en la columna vertebral a nivel lumbar (L2 y L3), fractura de fémur, tibia y costillas. La necrosis causada por la fractura de fémur resultó en la amputación de siete centímetros de mi fémur izquierdo. Me tomó 11 años recuperarme, durante los cuales pasé por 11 intervenciones quirúrgicas. Este proceso me enseñó la fragilidad del ser humano, me hizo más empático y me enseñó a valorar lo que antes consideraba dado, como la salud, la capacidad de caminar y un cuerpo libre de dolor.

Durante una hospitalización

Asistía a misa los domingos, pero debido a mi enfermedad, empecé a ir también entre semana. La solución a mi problema de salud era incierta; en Venezuela me sometí a siete cirugías, algunas veces dos en un año. Cada operación requería un gran esfuerzo físico y emocional. El peor momento de la recuperación llegaba al tercer mes de cada cirugía, cuando los médicos me decían que no había señales de consolidación ósea, lo que significaba prepararme para otra operación con el mismo pronóstico.

Fue entonces cuando, un día en la iglesia, le pregunté al sacerdote si había algún grupo de oración al que pudiera unirme. El padre Noel Franceschi, con gran entusiasmo, me invitó a un círculo que impartía el Dr. Luis Mosqueda. Al conocer al Dr. Mosqueda, me preocupé al ver que él también caminaba con una muleta, y pensé que el padre me había buscado un compañero para que compartiera mi carga. Pero esa percepción fue errónea, ya que ese encuentro marcó el comienzo de una gran historia.

La frase "santificarse en medio del mundo" resonó profundamente en mí

Inmediatamente conecté con el Dr. Mosqueda y su grupo de jóvenes. A través de sus enseñanzas, conocí la Obra de Dios y comprendí que los laicos también tenemos un papel importante en la Iglesia, con una formación continua. La frase "santificarse en medio del mundo" resonó profundamente en mí; es una invitación a buscar la santidad en el trabajo y en la vida cotidiana.

La Obra no solo fue un refugio para mí, sino también para mi esposa e hijos. Así comenzamos a conocer a la gran familia del Opus Dei, que nos ha acogido en cada país donde hemos vivido. Esa familia siempre ha estado presente para nosotros.

Con mi familia en La Antigua, Guatemala

En 2017 dejé mi país natal para trasladarme a La Antigua, Guatemala, gracias a una multinacional en la que trabajé durante 19 años.
Siempre por cuestiones de trabajo, llegué a Panamá a finales de 2019 y nos establecimos en la Península de Azuero, en la ciudad de Chitré, provincia de Herrera, donde vivimos tres años. Allí descubrí la cercanía y nobleza del pueblo panameño. En diciembre de 2022, nos mudamos a la Ciudad de Panamá, donde actualmente resido con mi familia.

La Obra fue mi soporte durante todos esos años de recuperación: todos estuvieron pendientes de mí

La Obra ha sido fundamental para reafirmar mi vocación a la santidad; es una familia decidida a ayudar a sus hijos a alcanzar grandes cosas. La Obra fue mi soporte durante todos esos años de recuperación: todos estuvieron pendientes de mí. Cada vez que me operaban, contactaban a un miembro del Opus Dei en la localidad para que me escribiera y estuviera al tanto de mi situación.

En cada país donde he vivido, siempre he encontrado una familia que nos esperaba, y esa familia se llama Opus Dei. En cada lugar, he sido recibido sin ningún interés, solo con el deseo de caminar juntos en la fe, inspirados por San Josemaría Escrivá. Por lo que en agosto del año pasado, después de estar tantos años cerca de la Obra y toda la cercanía han tenido conmigo, siendo conciente que ha sido Dios el que me puso al Opus Dei en mi camino, pedí la admisión como supernumerario.

Con base en estas experiencias, me siento motivado a compartir mi historia de vida y a alentar a otros a buscar a Jesús, incorporando sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo tiene el potencial de ser un lugar mejor, y es nuestra responsabilidad, como seres humanos, trabajar para lograrlo. En cualquier ciudad en la que te encuentres, te invito a informarte sobre la existencia de un centro del Opus Dei, acercarte a él y conocer la Obra en toda su plenitud.