“Es un sueño. ¿25 años haciendo magia? No, no es magia. Celebramos 25 años de un proyecto fruto de la generosidad de muchas personas, haciendo cohesión entre todos, si no no hubiera sido posible”, eran las palabras de Josep Masabeu, presidente de Braval, cuando estos días se le pedía una valoración del camino recorrido.
En el MACBA, Museo de arte contemporáneo de Barcelona, tuvo lugar el acto principal de celebración del aniversario de la entidad. Consistió en un coloquio con participantes de las actividades del centro, voluntarios y familiares que fue moderado por el director del periódico La Vanguardia, Jordi Juan, quien puso en valor hablar de noticias positivas "que a veces cuesta encontrar", y agradeció la labor de Braval para hacer realidad el ascensor social.
Son muchos los números que ofrece la labor de Braval: 1.600 participantes de 8 a 18 años, de 30 países, 10 lenguas, 9 religiones y 1.010 voluntarios entre quienes se encuentran universitarios, profesionales y jubilados que dedican unas 15.000 horas a la labor social. La tasa de éxito escolar es alta, cuenta con cero absentismo y abandono, 90 % de éxito en la etapa de la ESO, 220 han finalizado bachillerato, 310 han cursado ciclos formativos, 27 han estudiado una carrera universitaria y 10 la están cursando y 580 participantes trabajan con contrato.
Rostros detrás de las estadísticas de Braval
Los participantes en la mesa redonda pusieron rostro a las estadísticas y valores de Braval. Marc Andrei llegó a Barcelona procedente de Filipinas con 11 años, y pronto contactó con Braval para jugar al baloncesto animado por un amigo; ahora es universitario y voluntario.
En su intervención agradeció a algunos de los voluntarios que le han acompañado durante estos años, con nombres y apellidos: "Sin vosotros no sería quien soy ahora y me gustaría, ahora como voluntario, devolver lo que he recibido".
Lita, originaria también de Filipinas, que lleva más de 40 años en Barcelona, es madre de uno de los participantes y agradeció lo que Braval había transmitido a su hijo: "valores como el esfuerzo, generosidad, respeto y responsabilidad".
En el coloquio también intervino Pablo Garcia-Mussons con veinte años de vivencias como voluntario entrenador de baloncesto. “El secreto de Braval es el deporte, dijo. Gracias a eso les hacemos crecer, porque saben que si quieren jugar deben estudiar más. En Braval no juzgamos a las personas, las intentamos hacer mejorar, que alcancen metas más altas”.
"La riqueza del Raval es su gente", fueron las palabras de Albert Batlle, concejal del distrito de Ciutat Vella, porque con dedicación generosa, contando con la complejidad de un barrio con un alto índice de inmigración y gran densidad de población, trabajan para ayudar a los jóvenes del barrio que viven en un entorno de familias en riesgo de exclusión social. Y agradeció la labor solidaria de la entidad.
Más de 250 personas celebraron los 25 años de Braval en el MACBA. En las primeras filas, junto a representantes institucionales y políticos estaban los verdaderos protagonistas: jóvenes de entre 13 y 14 años, jugadores de uno de los seis equipos de baloncesto de Braval, que también tiene seis de fútbol. Elvira Dyangani, directora del Macba y ex jugadora y exárbitra de baloncesto, les acogió: “estáis en vuestra casa”.
Una mano tendida a todo el mundo
En el barrio del Raval son muchas las necesidades que tienen las familias, y es necesario procurar llegar a todo el mundo. También a las chicas. De ello se encarga Terral, una entidad que comparte misión con Braval, proporcionar apoyo socioeducativo para promover la cohesión social y el voluntariado y como inspiración a las enseñanzas sociales de la Iglesia católica.
Ambas entidades están abiertas a personas de toda creencia, siguiendo las enseñanzas de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. No es fácil progresar en un entorno con las características del barrio. Ahora bien, con esfuerzo y mano tendida es posible.
En una ocasión, el prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz recordaba ante varios representantes de entidades solidarias que "las obras colectivas mantienen viva la sensibilidad social cristiana y son una expresión civil y pública de misericordia". Y en la misma ponencia recordaba unas palabras de san Josemaría pronunciadas en 1967: “El Opus Dei [ha de estar presente] donde hay pobreza, donde hay falta de trabajo, donde hay tristeza, donde hay dolor, para que el dolor se lleve con alegría, para que la pobreza desaparezca, para que no falte trabajo —porque formamos a la gente de manera que lo pueda tener—, para que metamos a Cristo en la vida de cada uno, en la medida en que quiera, porque somos muy amigos de la libertad”.