Estoy roto, pero sigo sirviendo
Las cosas más propias de la vida ordinaria sirven para hacer oración. Una sopera rota, por ejemplo. San Josemaría decía que él era así, como una sopera rota -por los pecados- y arreglada -gracias a la confesión- que seguía sirviendo buen alimento a los demás (01’58’’).
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