“Cuando estaba en secundaria no me interesaba estudiar -cuenta Elisabetta-, pero tenía una excelente relación con los profesores, y estos me ayudaron a abrirme camino en el mundo”. Ahora, Elisabetta está casada, tiene dos hijos y es responsable de la biblioteca de un conocido instituto de arte milanés.
Milán - Barcelona, ida y vuelta
Su primera tarea consistió en ofrecer cursos y más tarde pasó a la gestión y coordinación del profesorado. Después de un tiempo en Barcelona, Elisabetta regresó a Milán para supervisar y gestionar los másters de formación avanzada. En 2007, conoció al que más tarde sería su marido y en 2013 se casaron.
Sobre su vocación al Opus Dei, cuenta Elisabetta: “Después de la boda sentí que el Señor me llamaba. Una llamada fuerte y clara pero a la vez delicada, no invasiva. Dije que sí, porque tenía dentro de mí el deseo de agradecer todos los dones recibidos y hacer de mi vida diaria una obra al servicio de Dios”.
La llegada de los niños
Filippo Maria, su primer hijo, llegó pronto: “El trabajo profesional era parte de mi vida -explica Elisabetta-, no quería dejarlo totalmente para dedicarme solo al hogar. Por eso, decidí seguir trabajando fuera de casa reduciendo el número de horas en la empresa”.
Hace unos meses, Elisabetta tuvo otro hijo, Edoardo María, que acabó por llenar definitivamente su jornada: “Algo que aprendí en la Universidad y me ayuda mucho es dedicar tiempo a la planificación del día: el menú, la lista de la compra, el plan de limpieza del hogar, el deporte, quedar con una amiga. Se trata de tener en la cabeza lo que tienes entre manos, para no perder el tiempo y el hilo de las cosas”.
Como muchas familias con niños pequeños, el final de la jornada es uno de los momentos más complejos, especialmente si ambos trabajan: “La noche trae consigo la organización de duchas, cenas, canciones de cuna... El vídeo El corazón del trabajo: la visión de san Josemaría me ayudó a encarar estos retos de manera optimista”.
Sonreír aunque cueste
Gestionar una gran biblioteca implica tener que tratar con muchos colegas y usuarios todos los días: “Cuando hay tensiones, trato de no enfadarme con el personal y de ser lo más comprensiva posible, imitando el ejemplo del Señor. Si no puedo, evito la confrontación inmediata, buscando antes la solución al problema que su responsable. Además, intento luchar por mantener siempre la sonrisa: sonreír aunque cueste”.
En todo esto, entre el trabajo y los niños pequeños, como muchas madres trabajadoras, Elisabetta trata de mantenerse en contacto constante con el Señor: “Mi vida interior es como un guante de goma -explica Isabel- que se adapta a los compromisos y a los momentos. Pongo algunas alarmas en el smartphone para acordarme de rezar pequeñas oraciones durante el día Pero trato de no perder la paz si no puedo hacer cada día todo lo que me he propuesto. Cuando me encuentro con dificultades que no consigo entender, siempre pienso en las palabras del beato Álvaro del Portillo: Dios sabe más”.