“Empecé a trabajar fuera del hogar a los cincuenta años –cuenta Lucía–, porque hasta ese momento me había dedicado tiempo completo a la familia. Madre de siete hijos y abuela de diez nietos, Lucía vive con su marido y su hija menor en la provincia de Trento. “Para permitir que todos nuestros hijos estudiaran –explica– en 2007, a la edad de cuarenta y nueve años, me inscribí en un concurso público como conserje, una profesión que más tarde cambió su nombre por el de asistente escolar”.
Lucía es feliz porque siempre ha tenido lo necesario para cuidar a su familia
A día de hoy, Lucía trabaja a tiempo parcial, con un contrato precario, pero es feliz porque siempre ha tenido lo necesario para cuidar a su familia: “Cuando parecía que todos los recursos se habían agotado, siempre hubo un pequeño punto de inflexión positivo que nos permitió avanzar”.
El primer impacto con el mundo del trabajo fue bastante duro, especialmente por la presión social: “Empecé a trabajar en una institución pública –recuerda esta italiana–, y por primera vez me sentí un poco avergonzada, porque el trabajo de conserje es un trabajo humilde y en los pueblos pequeños todo el mundo sabe todo sobre todo el mundo. Pero luego comencé a apreciar las pequeñas pero numerosas alegrías del trabajo, especialmente el contacto con muchas personas: padres, maestros, niños y personas de las oficinas administrativas”.
El primer impacto con el mundo del trabajo fue bastante duro, especialmente por la presión social
“Tener tantos hijos y nietos, fue para mí como pasar de una gran familia, la mía, a una muy grande, la de la escuela”. Lucía, que es supernumeraria del Opus Dei desde hace dos años, ha trabajado como asistente escolar durante los últimos trece en varios colegios: “Prefiero trabajar en los colegios de secundaria porque los chicos y chicas son más comunicativos y el ambiente es más estimulante”.
Todos conocen el mundo del personal escolar desde fuera, pero ¿cómo es la vida al otro lado del pasillo? “El ambiente profesional es muy variado, porque hay colegas que no tienen una educación escolar básica, y otros que sí tienen título profesional. Hay momentos en que el trabajo es exigente, sobre todo en las escuelas más pequeñas y con menos personal. Por ejemplo, cuando hay que limpiar todos los salones y oficinas antes del verano”, detalla Lucía.
Hay momentos en que el trabajo es exigente, sobre todo en las escuelas más pequeñas y con menos personal
“A veces paso tiempo sola en mi oficina porque ya no hay trabajo por parte de los profesores o de las oficinas. En esos momentos aprovecho para rezar algunas avemarías por la escuela”.
“Llevo poco tiempo en el Opus Dei –concluye Lucía–, aunque recibo formación cristiana desde hace años. Me gusta mucho la tranquilidad de una fe que parte de la conciencia de sentirse y saberse hijos de Dios. Así sé que nada de lo que me pase se perderá”.