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1. Introducción
2. Material para la meditación I: “Jesús camina sobre las aguas”
3. Lectura espiritual
4. Rosario
5. Meditación II: “Multiplicación de los panes y los peces”
6. Examen
7. Santa Misa
1. Introducción al retiro mensual de agosto
¿Milagros? ¿Que si creo en los milagros? ¡Eso suena a antiguo! ¡Hoy en día ya no hay milagros!
Entonces... ¿los milagros son algo del pasado?
Son muchos los milagros de Jesús que nos relatan los evangelios. Los milagros del Señor son lenguaje de Dios y manifestación de su fuerza: nos hablan de su amor hacia los hombres y nos muestran su poder.
Pero los milagros no son algo del pasado. El poder de Dios sigue actuando hoy en nuestras vidas.
Sí. Es cierto. Jesús curó a ciegos, mudos, sordos... y probablemente en ti también haya operado esos mismos prodigios; quizá estábamos ciegos o sordos, lisiados, o medio muertos, y la palabra del Señor nos ha devuelto a la vida de la gracia.
También cuando luchamos diariamente por alcanzar la santidad -cada uno en su propio estado dentro del mundo y en el ejercicio de la propia profesión, en nuestra vida ordinaria- el Señor hará milagros en nuestras vidas y se servirá de cada uno, como instrumento en sus manos, para obrar milagros en las vidas de nuestros amigos y conocidos.
En este retiro vamos a meditar algunos de los milagros del Señor. Hemos elegido estos tres:
- Jesús camina sobre las aguas. Se desata la tormenta. Cristo viene en auxilio de sus amigos. Los apóstoles ven el poder de Jesús sobre las fuerzas de la naturaleza y aprenden una gran lección: siempre, pero especialmente en las dificultades, vale la pena vivir de fe.
- Multiplicación de los panes y los peces: El Señor quiere contar con nosotros como contó con la generosidad del muchacho y la colaboración de sus discípulos, para atender a la muchedumbre de almas que hoy le sigue buscando. Desprendimiento. De nuestros panes y peces. Y así, libres para imitar a Cristo.
- Las "tantas" resurrecciones: la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín, su amigo Lázaro. El Señor nos hace ver que nunca es demasiado tarde para recomenzar: nos ofrece oportunidades para reparar por nuestros pecados. Y qué buena la vida de la gracia.
¿Milagros? Hoy. Todos los días. En la santa Misa. En una conversación. En una curación. En nosotros mismos. En donde Jesús quiera.
2. Jesús camina sobre las aguas
Contemplamos el pasaje del Evangelio en el que Jesús camina sobre las aguas. Como nos enseñó san Josemaría, nos metemos en la escena como un personaje más. Comprenderemos que, junto a Él, siempre se superan las dificultades, inseguridades y temores.
∙ Escuchar y meditar (16 min).
3. Lectura espiritual
3.1. Lee el evangelio y el comentario de la resurrección de Lázaro, metiéndote en la escena como un personaje más. El gesto de Jesús que resucita a Lázaro muestra hasta dónde puede llegar la fuerza de la Gracia de Dios, y por lo tanto, donde puede llegar nuestra conversión, nuestro cambio… (Papa Francisco. Ángelus, 6 de abril de 2014)
3.2. Lectura: En la alegre esperanza de Cristo.
Dejarnos tocar por el amor de Dios, dejarnos mirar por Cristo: la esperanza nos abre un mundo, porque se basa en lo que Dios quiere hacer en nosotros.
4. Rosario
La solemnidad del día 15, fiesta de la Asunción de la Virgen, nos invita a poner en práctica con esmero este consejo de san Josemaría: En las fiestas de Nuestra Señora no escatimemos las muestras de cariño; levantemos con más frecuencia el corazón pidiéndole lo que necesitemos, agradeciéndole su solicitud maternal y constante, encomendándole las personas que estimamos. Pero, si pretendemos comportarnos como hijos, todos los días serán ocasión propicia de amor a María, como lo son todos los días para los que se quieren de verdad. (Amigos de Dios, n. 291).
¡Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Corazón dulcísimo de María, prepáranos un camino seguro... ¡Allana las dificultades! ¡Ábrenos el camino!
Puedes rezar el Rosario de hoy contemplando con san Josemaría la escena antes de cada misterio. Te ayudará a rezar el Santo Rosario con más amor y piedad.
Un buen audio para rezar el rosario cuando estás solo.
5. Meditación II: Multiplicación de los panes y los peces
Somos instrumentos en las manos de Dios. El Señor quiere contar con nosotros, como contó con la generosidad de aquel muchacho y la colaboración de sus discípulos, para atender a la muchedumbre de almas que hoy le sigue buscando.
6. Examen: Manifestación de la fuerza de Dios
1. «Al instante Jesús alargó la mano, lo sujetó y le dijo: –Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Mt 14,31). ¿Descanso en la certeza de la compañía de Cristo? ¿Procuro poner la cabeza y el corazón en Él para no dar demasiadas vueltas a las dificultades?
2. Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno(Via Crucis, VII estación, n. 3). ¿Abandono en las manos de mi Padre Dios las preocupaciones, y en especial la inquietud de lo que pueda suceder en el futuro, sabiendo que Él lo hará todo antes, más y mejor?
3. «Llevamos este tesoro en vasos de barro, para que se reconozca que la sobreabundancia del poder es de Dios» (2 Co 4,7). ¿Miro con serenidad mi debilidad y confío en la fortaleza de Dios? ¿Me asusto o pierdo la paz al experimentar mis defectos?
4. «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos?» (Jn 6,9). ¿Tengo la confianza de poner en manos de Dios todo lo que tengo, por pequeño que parezca? ¿Evito que la experiencia de mis limitaciones me frene para ser generoso?
5. «Y Jesús le dijo: –¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree! Enseguida el padre del niño exclamó: –¡Creo, Señor; ayuda mi incredulidad!» (Mc 10, 23-24) ¿Confío en que el Señor puede curar las heridas de mi alma, y se las muestro con humildad y sencillez en mi oración personal? ¿Me dejo ayudar en la dirección espiritual, manifestando sinceramente el estado de mi alma?
6. Milagros como Cristo, milagros como los primeros Apóstoles haremos. Quizá en ti mismo, en mí se han operado esos prodigios: quizá éramos ciegos, o sordos, o lisiados, o hedíamos a muerto, y la palabra del Señor nos ha levantado de nuestra postración (Amigos de Dios, n. 262). ¿Suelo hacer memoria de las veces que Cristo me ha devuelto a la vida y estoy convencido de que Él puede hacer lo mismo en todas las almas?
7. «Su hermano Lázaro había caído enfermo. Entonces las hermanas le enviaron este recado: –Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo» (Jn 11,2-3). ¿Pido a Jesús con esta confianza por las personas que están pasando por un mal momento en su vida espiritual o personal?
7. Santa Misa
El beato Álvaro del Portillo, testigo privilegiado de la fe y del amor con que san Josemaría celebraba cada día la santa Misa, cuenta lo que este le decía Señor en el momento de la consagración. Nos puede ayudar para vivir mejor la santa Misa de nuestro retiro de agosto:
«Al elevar el Pan eucarístico y la Sangre de Nuestro Señor, repetía siempre algunas oraciones —no en voz alta, porque las rúbricas no lo permiten, sino con la mente y el corazón—, con una perseverancia heroica que duró decenas de años.
Concretamente, mientras tenía la Hostia consagrada entre las manos, decía: Señor mío y Dios mío, el acto de fe de santo Tomás Apóstol. Después, inspirándose en una invocación evangélica, repetía lentamente: Adauge nobis fidem, spem et charitatem; pedía al Señor para toda la Obra la gracia de crecer en la fe, la esperanza y la caridad. Inmediatamente después repetía una plegaria dirigida al Amor Misericordioso, que había aprendido y meditado desde joven, pero que no utilizaba nunca en su predicación, y que durante muchos años sólo muy de tarde en tarde nos dijo que la recitaba: Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, por Él, y con Él, a todas sus intenciones, y en nombre de todas las criaturas. Después añadía la invocación: Señor, danos la pureza y el gaudium cum pace, a mí y a todos, pensando, como es natural, en sus hijos del Opus Dei. Por último, mientras hacía la genuflexión, después de haber elevado la Hostia o el Cáliz, recitaba la primera estrofa del himno eucarístico Adoro te devote, latens deitas, y decía al Señor: ¡Bienvenido al altar!
Todo esto, repito, no lo hacía de vez en cuando, sino a diario, y nunca mecánicamente, sino con todo su amor y vibración interior». (Álvaro del Portillo, Entrevista sobre el fundador del Opus Dei, realizada por Cesare Cavalleri, Rialp, Madrid 1993, pp. 137-138).