Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; y Él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos (Jn 19,16-19).
No saben lo que hacen
Ahora crucifican al Señor, y junto a El a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Entretanto Jesús dice:
— Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).
Es el Amor lo que ha llevado a Jesús al Calvario. Y ya en la Cruz, todos sus gestos y todas sus palabras son de amor, de amor sereno y fuerte.
Con ademán de Sacerdote Eterno, sin padre ni madre, sin genealogía (cfr. Hb 7,3), abre sus brazos a la humanidad entera.
Junto a los martillazos que enclavan a Jesús, resuenan las palabras proféticas de la Escritura Santa: han taladrado mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos, y ellos me miran y contemplan (Sal 21,17-18).
— ¡Pueblo mío! ¿Qué te hice o en qué te he contristado? ¡Respóndeme! (Mi6,3).
Y nosotros, rota el alma de dolor, decimos sinceramente a Jesús: soy tuyo, y me entrego a Ti, y me clavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encrucijadas del mundo un alma entregada a Ti, a tu gloria, a la Redención, a la corredención de la humanidad entera.
Via Crucis. XI Estación
Le injurian y se mofan de Él
En la parte alta de la Cruz está escrita la causa de la condena: Jesús Nazareno Rey de los judíos (Jn 19,19). Y todos los que pasan por allí, le injurian y se mofan de Él.
— Si es el rey de Israel, baje ahora de la cruz (Mt 27,42).
Uno de los ladrones sale en su defensa:
— Este ningún mal ha hecho... (Lc 23,41).
Luego dirige a Jesús una petición humilde, llena de fe:
— Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino (Lc 23,42).
— En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43).
Junto a la Cruz está su Madre, María, con otras santas mujeres. Jesús la mira, y mira después al discípulo que El ama, y dice a su Madre:
— Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dice al discípulo:
— Ahí tienes a tu madre (Jn 19,26-27).
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Se apaga la luminaria del cielo, y la tierra queda sumida en tinieblas. Son cerca de las tres, cuando Jesús exclama:
—Elí, Elí, lamma sabachtani?! Esto es: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27,46).
Después, sabiendo que todas las cosas están a punto de ser consumadas, para que se cumpla la Escritura, dice:
— Tengo sed (Jn 19,28).
Los soldados empapan en vinagre una esponja, y poniéndola en una caña de hisopo se la acercan a la boca. Jesús sorbe el vinagre, y exclama:
— Todo está cumplido (Jn 19,30).
El velo del templo se rasga, y tiembla la tierra, cuando clama el Señor con una gran voz:
— Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).
Y expira.
Fuente de vida interior
Ama el sacrificio, que es fuente de vida interior. Ama la Cruz, que es altar del sacrificio. Ama el dolor, hasta beber, como Cristo, las heces del cáliz».
Via Crucis. XII Estación