"Recordemos a las personas que están sufriendo en todo el mundo, especialmente en los países en guerra: en Tierra Santa, en Ucrania y Rusia: tanta gente sufriendo, tantos desastres. Y eso es nuestro. Todo el mundo es nuestro, como escribió san Pablo". Estas palabras, pronunciadas en la Universidad de Navarra por Mons. Fernando Ocáriz, sirvieron para comenzar el encuentro con familias que participan de las actividades del Opus Dei en Navarra, el País Vasco y La Rioja que tuvo lugar el pasado 29 de julio.
En su saludo inicial, el prelado del Opus Dei y gran Canciller de la Universidad, aludió a otras intenciones que propuso tener presentes: la oración constante por el Santo Padre, el trabajo relacionado con la actualización de los estatutos de la Prelatura y el buen desarrollo del Jubileo que reuniría estos días en Roma a cerca de un millón de jóvenes.
Unas 3.000 personas se acercaron al campus de la Universidad de Navarra para disfrutar de una reunión familiar con Mons. Ocáriz, en un sitio muy próximo a la explanada donde san Josemaría pronunció en 1967 la homilía Amar al mundo apasionadamente.
Un matrimonio de recién casados pedía consejo sobre cómo concretar la unión a la Iglesia y al Papa; una persona que trabaja en la Administración de un centro del Opus Dei planteaba cómo mostrar la grandeza del cuidado y el servicio; uno de los pioneros de la Universidad de Navarra que ha vivido en Pamplona 70 de sus 95 años; un trabajador de la construcción; una empleada de la universidad contó que su hermano sacerdote había fallecido tras una caída en bicicleta y reflejó el impacto positivo de su ejemplo en muchas personas; una farmacéutica preocupada por cuestiones éticas de su profesión, y otro matrimonio planteaba cómo afrontar como padres cristianos la posible vocación de los hijos…
Ante este conjunto de retos, Mons. Ocáriz recalcó en varios momentos ideas que escuchó directamente de san Josemaría: entre ellas, la prioridad de la oración para el cristiano: “la oración es la única arma del Opus Dei”, recordó. Además, invitó a vivir la amistad con todas las personas, también con aquellas que piensan o viven de un modo que contrasta con los planteamientos cristianos, y la necesidad de tener amplitud de horizontes sin conformarse con lo alcanzado porque, como decía san Josemaría pensando en la Obra al final de su vida, “está todo hecho y todo por hacer”, siempre se puede llegar a más.
Pocos días después, el Prelado emprendió su viaje de vuelta a Roma.