Cocinar arepas, abrir los brazos, llenar el corazón

Encontrar un sitio en un país extranjero no es fácil. A las dificultades del desarraigo se suman la soledad y, a veces, la incomprensión. Un grupo de personas en Santiago de Chile acogen a quien se abre camino en una nueva tierra.

Ana María con una familia venezolana en la cocina del Centro Cultural Las Arenas.

María Paz es profesora de inglés y español en un colegio del barrio de Ñuñoa, de Santiago de Chile. Con ocasión del viaje del Papa Francisco a su país, montó con unas amigas un mercadillo para recaudar fondos. Allí, conoció a muchos vecinos del barrio con quienes no había hecho amistad hasta entonces: "La mayoría eran inmigrantes, venezolanos, peruanos y ecuatorianos. Supe de su precariedad material y emocional. Por ejemplo, charlé con una mujer, que trabaja como conserje de un edificio, que me contó llorando que sólo tenía una cuchara y un plato para comer y que esperaba con ansias la llegada de su marido e hijos desde su país de origen".

En los últimos seis meses, han llegado a Chile más de 960.000 extranjeros, un 5,5% de la población total

No se trata de un hecho aislado: en los últimos seis meses, han llegado a Chile más de 960.000 extranjeros, un 5,5% de la población total.

Junto con otras amigas que acuden al Centro Cultural Las Arenas para recibir clases de formación cristiana ofrecidas por el Opus Dei, María Paz organizó una "Jornada de brazos abiertos" en torno a la Navidad. Se trataba de ofrecer un ambiente familiar a quien puede echar de menos su tierra y sus seres queridos.

“Ese día pudimos palpar la realidad de que la Iglesia es una familia y que en ella hay miembros que lo están pasando muy mal”, relata Ana María, profesora de Geografía y Religión.

"Para llegar a más personas del barrio, envié una invitación a las familias de mis alumnos procedentes de Venezuela, Perú, Ecuador... para participar en otra Jornada de brazos abiertos".

Ana María y María Paz, dos de las organizadoras de las 'Jornadas de brazos abiertos'.
Un gesto sencillo para llenar un corazón

La segunda jornada tuvo una gran acogida. Más de 50 personas acudieron a la misa con que se comenzó. Era el domingo de Ramos. “Una señora -relata Ana María- me abrazó y me dijo: 'Gracias por ampararnos, gracias porque nos quieren, gracias porque no nos reprochan que venimos a quitarles trabajo'”.

Una muchacha se me acercó y me dijo: 'Yo voy a hacer las arepas, ¿me ayudas a preparar el relleno?'

Elisabeth es venezolana y acudió a la fiesta en el Centro Cultural Las Arenas. “Me quedé muy impresionada, porque al llegar escuché la música de joropo, típica de mi país. Me pareció un detalle muy lindo… Me sentía como en casa. Una muchacha se me acercó y me dijo: 'Yo voy a hacer las arepas, ¿me ayudas a preparar el relleno?'. Estábamos en familia, en la cocina, armando arepas. Conversamos mucho. Puede parecer un gesto pequeño, pero me llenó el corazón".

Otra de las invitadas fue Jacqueline, una joven venezolana. Trabaja en una ONG ambientalista y ahora acude a cursos de doctrina cristiana en Las Arenas: “Esta es mi familia, donde he aprendido muchas cosas, especialmente la humildad y la paciencia. Me he dado cuenta de que tengo que agradecer a este país por haberme acogido”.

Jacqueline, venezolana: "Tengo que agradecer a este país por haberme acogido".

Desde entonces, las jornadas de brazos abiertos se celebran con regularidad en Las Arenas. María Paz, una de las organizadoras, cuenta que comprendió bien el dolor que puede causar la soledad con una anécdota familiar: "Mi padre era diplomático, por lo que de pequeña cambié mucho de país. Cuando le conté a mi mamá esta iniciativa me dijo: 'Mi hijita, no sabe lo que habría dado yo porque el domingo en la tarde alguien me hubiera invitado a alguna parte'", recalca.

"No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua, la que nos enseña nuestro Padre que está en los cielos". Esta cita de san Josemaría inspira a todas las personas que quieren acoger con los brazos abiertos a quien necesita no solo una tierra, sino también un abrazo.