Al cumplir 40 años, Francisco se replanteó por completo su proyecto profesional. En ese momento, era gerente de una empresa forestal. Mientras viajaba en avión, de regreso del sur de Chile, reflexionó sobre su familia, sus amigos y todas las oportunidades que había tenido. Fue entonces cuando se hizo una pregunta clave: “¿Todo lo que he recibido es solo para mí, o podrá servir a alguien más?” Aquella crisis, dice hoy, fue un regalo que abrió una nueva etapa en su historia y que lo llevó a convertirse en profesor en un colegio de un barrio periférico de Santiago.

Aquella crisis  fue un regalo que abrió una nueva etapa en mi historia

Con la certeza de que cada paso vivido le había servido para dar el siguiente, Francisco recuerda un momento clave de su vida: la invitación a participar en las actividades del Opus Dei para jóvenes. Allí descubrió algo que nunca se había imaginado: es posible tener una relación personal, cercana y real con Dios. Tiempo después, un amigo le preguntó si alguna vez había considerado entregarse a Dios en el Opus Dei. Aunque al principio descartó esa posibilidad, con el tiempo comenzó un proceso de discernimiento que luego lo llevó a pedir la admisión como numerario.

De joven, mientras estudiaba ingeniería y luego durante un posgrado, participó en numerosos proyectos sociales y, junto a un grupo de amigos colaboró en Casa Básica, una iniciativa destinada a ofrecer soluciones habitacionales a familias sin hogar. Con el tiempo, se trasladó al sur de Chile: primero a Temuco, luego a Concepción y Puerto Varas. Cada paso, afirma, le preparó para el siguiente.

Hoy, Francisco es profesor en el Colegio Puente Maipo, en Bajos de Mena, una comuna periférica de Santiago, donde acompaña a jóvenes y familias para que descubran que ellos también pueden ser motores de cambio en sus comunidades.

Soy profundamente feliz porque estoy convencido de que detrás de todo esto hay una mano cariñosa que me quiere

Dando una mirada hacia atrás, Francisco reconoce que no hay nada casual en su historia. “No creo que lo que me haya pasado sea  espectacular, pero cada minuto ha valido la pena. Soy profundamente feliz porque estoy convencido de que detrás de todo esto hay una mano cariñosa que me quiere. Lo que he recibido no me lo puedo quedar: es para darlo, y para que otros también lo entreguen”.