8 de octubre de 1967. Por primera vez se celebraba una Misa al aire libre en el campus de la joven Universidad de Navarra. Después de la lectura del Evangelio, Josemaría Escrivá tomó unos papeles con sus manos vigorosas. Se acercó despacio al micrófono y —raro en él, amante de una predicación viva y directa— leyó su homilía. Quería ceñirse bien al texto; un texto trabajado, destilado, casi esculpido.
Y aquellas palabras resonaron firmes y llegaron al corazón de muchos. Cincuenta años después siguen inspirando a hombres y mujeres en todo el mundo animándolos a encontrar a Dios en las realidades más cotidianas.
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“Podrán cambiar muchas cosas pero todos tendremos siempre una vida ordinaria y común en la que podamos encontrar a Cristo” |
Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.
Julián | Lázaro | Alessandra |
En un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.
O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver —a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares— su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo.
“Este trabajo me da la posibilidad de conocer a muchísima gente, de oírles, de escucharles… yo intento acercarles a Dios” Ángel, taxista |
Esta doctrina de la Sagrada Escritura, que se encuentra —como sabéis— en el núcleo mismo del espíritu del Opus Dei, os ha de llevar a realizar vuestro trabajo con perfección, a amar a Dios y a los hombres al poner amor en las cosas pequeñas de vuestra jornada habitual, descubriendo ese algo divino que en los detalles se encierra. ¡Qué bien cuadran aquí aquellos versos del poeta de Castilla!: Despacito, y buena letra: / el hacer las cosas bien / importa más que el hacerlas.
“Procuro que no se doblen los sobres grandes y meter bien las cartas en el buzón para que nadie pueda sacarlas” Paco, cartero |
En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria…
“Dios también tiene sentido del humor y eso me acerca mucho más a Él” Dan, profesor de música |
Un hombre sabedor de que el mundo —y no sólo el templo— es el lugar de su encuentro con Cristo, procura adquirir una buena preparación intelectual y profesional, va formando —con plena libertad— sus propios criterios sobre los problemas del medio en que se desenvuelve; y toma, en consecuencia, sus propias decisiones que, por ser decisiones de un cristiano, proceden además de una reflexión personal, que intenta humildemente captar la voluntad de Dios en esos detalles pequeños y grandes de la vida.
Dominique | Marina | José |
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Reportaje de la Universidad de Navarra sobre el 50º aniversario de la “homilía del campus”.