El 14 de febrero de 1930, san Josemaría comprendió que Dios también llamaba a las mujeres de todo el mundo a formar parte del Opus Dei. En esta entrevista, Maria Chiara relata su experiencia.
¿Cómo conociste el Opus Dei?
Mi madre conoció el Opus Dei gracias a su hermano, que frecuentaba la residencia universitaria Rui. Ella me enseñó a rezar con regularidad, y así desde joven procuré tratar a Jesús en mi vida ordinaria, de niña, de adolescente, de mujer, como enseña san Josemaría.
En la universidad, comprendí que Dios me llamaba a vivir mi vida cristiana como supernumeraria en el Opus Dei. Entendí esa invitación tan hermosa de san Josemaría de convertir mi “prosa diaria” –el día a día aparentemente monótono y regular, siempre igual- “en endecasílabos” –una poesía alegre y llena de ritmo, capaz de declinar el amor-.
Ser una cristiana coherente sigue siendo un reto, pero en el Opus Dei no faltan las ayudas: la dirección espiritual personal y toda la formación que recibo me ayudan a buscar continuamente la gracia de Dios.
Quiero convertir mi “prosa diaria” –el día a día aparentemente monótono– “en endecasílabos” –una poesía alegre y llena de ritmo, capaz de declinar el amor–
Eres madre de tres hijos, ¿ha sido siempre fácil?
En 2006 teníamos tres hijos y dos salarios, el mío como empleada municipal y el de mi marido que es maestro. No nos bastaba para llegar a fin de mes con cierta holgura. Mi marido y yo rezábamos para que, si Dios quería, nos diera un poco de calma económica: al poco, una empresa para la que había trabajado antes me ofreció regresar.
Aunque acepté el nuevo empleo, cada día tenía que viajar 26 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Por la mañana, despertaba a mis hijos -que entonces tenían 4, 6 y 8 años- a las 6 de la mañana. A las 6.30 estábamos en el coche. Les llevaba a casa de mis padres, que les daban de desayunar con calma y los llevaban al colegio, mientras yo salía para el trabajo. Cada día, recitábamos juntos un avemaría para que la “mamma” encontrase un trabajo mejor.
Son las dificultades de muchas familias. ¿Mejoró la situación?
Sí, gracias a Dios el 6 de octubre de 2011 la compañía nos informó de que la empresa se mudaba al sur de Roma, muy cerca de mi casa. Desde entonces, he podido trabajar siempre a tiempo completo.
¿Cómo santificas tu trabajo ordinario en una compañía de seguros?
En el camino a pie, antes de entrar a la oficina, rezo para que pueda transformar los momentos y circunstancias de mi día en ocasiones para amar y servir a Dios, a los clientes y a mis compañeros.
Cuando me encuentro con un colega, me dirijo a él y le presto la atención que puedo. Pido a su a su ángel custodio y al Espíritu Santo que les ayuden, cuando me cuentan algún problema o dificultad.
Otro “truco” para acordarme de Dios son las contraseñas del ordenador, ya que uso expresiones breves del Evangelio.
Y también aprovecho las cosas que me cuestan para pedir ayuda a Dios: para no distraerme, para no perder la paciencia con mis errores, para reírme de mí misma si me enfado por un contratiempo, etcétera.
Así, con estos endecasílabos, formo yo la poesía de mi vida.