¿Un domingo perdido?

Pablo Villalba es estudiante de último año de mercadotecnia. Desde hace unos 12 años frecuenta las actividades de formación en un centro de la Obra en Guatemala, donde lo que más ha aprendido es el espíritu de servir con alegría a los demás, sin esperar nada a cambio. A continuación nos cuenta su experiencia y aprendizaje de organizar una actividad solidaria.

Hace algunas semanas tuve la iniciativa de organizar la celebración del día de los abuelitos, para algunas personas que pasan este día solos. Siempre he pensado lo difícil que debe ser llegar a esas edades y no tener con quién platicar o pasar momentos divertidos y agradables. Gracias a la formación que he recibido en el Opus Dei he aprendido que la verdadera caridad, más que en dar, está en comprender, y también como el Papa Francisco nos insiste que los jóvenes no somos el futuro sino el presente de la sociedad; por lo que siempre tengo la convicción que algo se debe hacer y no esperar a que otros lo hagan.

A veces con cosas pequeñas y sencillas podemos ayudar a las personas que tenemos tan cerca y al mismo tiempo tan lejos al no Preocuparnos de ellos.

Quizá uno piensa que debe hacer grandes cosas o proyectos ambiciosos para generar algún cambio, pero en realidad a veces con cosas pequeñas y sencillas podemos ayudar a las personas que tenemos tan cerca y al mismo tiempo tan lejos al no preocuparnos de ellos. Por ello, para no estar en teorías y pasar a la práctica, con unos amigos decidimos buscar un lugar para ayudar a personas necesitadas y fuimos a celebrar el día de los abuelitos a los ancianos de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en el Municipio de Fraijanes, a escasos kilómetros de la ciudad de Guatemala.

La tarea no resultaba fácil para un joven, porque nos dedicaríamos un domingo a estos abuelitos. Normalmente un domingo para alguien de nuestra edad es un día intocable, porque o bien se le dedica a la novia o a los amigos; pero este domingo fue muy especial porque lo dedicamos a personas de tercera edad que viven muy precariamente. Les llevamos comida, pero sobretodo nuestro cariño y compañía.

Un amigo aprovechó para hacerse un selfie con dos abuelitas

Estos ancianitos me enseñaron a mí y a mis amigos qué es tener coraje para afrontar la vida con mucha fe .

Por un momento pensé que la ayuda era de nosotros “los jóvenes sacrificando su domingo” hacia ellos, pero inmediatamente me di cuenta de que fue al revés, estos ancianitos me enseñaron a mí y a mis amigos qué es tener coraje para poder afrontar la vida con mucha fe y entusiasmo. Nos hicieron pasar un grato momento, no porque tuvieran grandes aventuras que contar, sino por la sencillez y cariño con que nos saludaron desde el inicio, nos contaron a qué se dedicaban, cuántos nietos tenían, hijos, por donde vivían, y un poco sobre cómo viven ahora.

También sobre sus penas físicas, o que sus hijos los cuidaban, pero por el trabajo a veces se las pasaban solos, o que ya no les daban trabajo porque prefieren gente más joven, sin embargo el sentido del humor y la sonrisa no faltaban en sus rostros. Al final de un buen rato despidiéndonos, don Julio César tomó la palabra para agradecernos la visita, nos mencionó que este tipo de actividades le daban alegría, porque todavía hay jóvenes que se preocupan por el bien de los otros y nos motivó a seguir así.

Ser generosos es algo que nos satisface, pero sobre todo, amamos a Dios y al prójimo.

En general, el agradecimiento de todos fue verdadero y genuino, una gratitud no solo por el obsequio que se les dejó, sino por el tiempo que compartimos. Sería un gusto poder tener nuevamente la oportunidad de visitarlos. A todo esto, nosotros pensando en nuestro domingo y tanta gente que necesita compañía. Ser generosos es algo que nos satisface, pero sobre todo, amamos a Dios y al prójimo.