Trabajos ordinarios y cómo santificarlos (VII): Asesor financiero

Thomas, casado y con dos hijos pequeños, es asesor financiero y gestiona los ahorros familiares en un período económico muy complejo.

Cuando hablamos de finanzas, debido a una cierta tradición cinematográfica, a menudo tendemos a imaginar un mundo de gente sin escrúpulos, que sólo piensa en el beneficio y en engañar a los demás para ganar más. Pero en la mayoría de los casos no es así. Los que trabajan en el vasto mundo de las finanzas, como en todos los campos profesionales, pueden ofrecer al Señor su trabajo honesto y bien hecho.

Thomas es un asesor financiero con una licenciatura en Ciencias Políticas y un doctorado en Historia y Ciencias Sociales. Su principal actividad es la gestión de los ahorros, especialmente los de las familias, un área muy delicada en este momento: “Mi trabajo consiste en cuidar los intereses de los clientes —explica— y esto implica muchos aspectos”.

Mi trabajo consiste en cuidar los intereses de los clientes

“A veces, afortunadamente en raras ocasiones —continúa Thomas—, el rendimiento de las inversiones de mis clientes se ve afectado negativamente por el rendimiento general de los mercados financieros. En esos casos, mi trabajo es explicar las cosas con claridad. Para evitar conflictos, siempre trabajo con transparencia, compartiendo todas las estrategias con mis clientes inmediatamente, sin ocultarles nada”.

Trabajar en el campo de la consultoría significa tener que conjugar diferentes intereses, y a menudo existe la posibilidad de obtener grandes beneficios de un modo inadecuado: “Obviamente es una tentación muy fuerte —explica Thomas— pero como en todos los trabajos, aquí también se puede trabajar bien o mal, siempre es una cuestión de elección. Trato de ejercer en mi trabajo las virtudes de la prudencia, la justicia y, cuando es necesario, la fortaleza. Sólo una vez necesité ayuda de un director espiritual para discernir lo que era mejor. Por lo general, la elección moralmente legítima es claramente identificable”.

Trato de ejercer en mi trabajo las virtudes de la prudencia, la justicia y, cuando es necesario, la fortaleza

Thomas conoció la Obra cuando hace unos años fue invitado a un curso de formación cultural para jóvenes: “Recuerdo la primera vez que leí Camino, un libro que fue un verdadero punto de inflexión en mi vida y que me convenció para casarme y formar una familia. También hay una frase de san Josemaría que siempre trato de llevar conmigo y que me recuerda el sentido de mi vocación cristiana: ¡Sueña! ... ¡Y la realidad superará tus expectativas!”.

Estos sueños han llevado a Thomas a tener una familia con dos niños pequeños. Un gran desafío de las profesiones sin horario fijo es sin duda el de conciliar el trabajo y la familia: “No creo que en este campo se pueda lograr un resultado óptimo —admite Thomas— sólo con la aplicación de la propia voluntad. Por supuesto, el compromiso personal es grande, pero a veces hay que elegir entre el tiempo para el trabajo y el tiempo para la familia. En este sentido, san Josemaría dijo que consideraba que estar con los hijos era la ocupación más importante de los padres. Me considero muy afortunado porque me entiendo muy bien con mi esposa y siempre tratamos de ayudarnos mutuamente en el cuidado de los niños”.

Si hacemos bien nuestro trabajo estamos rezando y el Señor está feliz

“Me sucedió que un colega quería hablar de Dios —dice Thomas— después de que supiera que soy una persona creyente. Al crear estas ocasiones trato de explicar el mensaje de la santificación del trabajo, del hecho de que si hacemos bien nuestro trabajo estamos rezando y el Señor está feliz. Me parece algo muy simple de hacer con aquellos que comparten el mismo campo de interés profesional que yo”.

¿Cómo es posible pensar en el Señor todos los días en un mundo de mercados, valores, inversiones y números? “Debo decir que pensar rápidamente que Dios es mi Padre me ayuda mucho y me da una gran serenidad. También intento poner en práctica un consejo que vi dar a san Josemaría en un vídeo, en el que se dirigía a los jóvenes: hablar con la Virgen con la misma confianza con la que los niños pequeños se dirigen a sus padres”.


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