Breve historia del Opus Dei en Guatemala

Breve historia del desarrollo de la labor del Opus Dei en Guatemala, desde sus inicios en 1953

El 22 de julio de 1953 llegan a Guatemala dos jóvenes sacerdotes, Antonio Rodríguez Pedrazuela y José María Báscones. Venían a comenzar la labor del Opus Dei en Centroamérica y -como les había recomendado San Josemaría- a trabajar, querer mucho a su nuevo país y a sus gentes, y a hacerse verdaderamente guatemaltecos.


el Opus Dei comenzó su labor apostólica en Guatemala el
22 de julio de 1953

Las primeras semanas se alojan en la parroquia de Santa Marta -en la zona 3 de la ciudad capital- gracias a la generosidad del párroco, el P. Juan Goicolea, y de varios feligreses, en su mayoría mujeres que atendían puestos de venta en el mercado, localmente llamadas "locatarias". Consiguieron lo más indispensable para alojar a los dos sacerdotes y proporcionarles alimentación, y fueron las primeras personas que colaboraron con la incipiente labor de la Obra en Guatemala.

Al día siguiente de su llegada visitaron al Arzobispo -Mons. Mariano Rossell- y al Nuncio Apostólico -Mons. Verolino-, y decidieron pasear un poco para conocer la ciudad: caminaron sin rumbo determinado, hasta encontrarse con un pequeño cerro con una iglesia en su cumbre. Estaban en el Cerrito del Carmen, donde se conserva una imagen de la Virgen que -según la tradición- Santa Teresa de Ávila entregó a su hermano Lorenzo cuando venía a América. Allí rezaron por la futura labor apostólica; tiempo después, al narrarle este hecho, san Josemaría les comentó que ese encuentro con los brazos abiertos de Santa María fue "una caricia de la Virgen".

No tardaron en conocer el interior del país, pues el Arzobispo les pidió ayuda para atender pastoralmente varias poblaciones: Palencia, Santa Lucía Cotzumalguapa, San Juan del Obispo, la finca San Felipe (cercana a Escuintla)…

En septiembre alquilaron una casa en la 8a. avenida de la zona 1, en el corazón de la ciudad. Así la llamaron simplemente, “La Octava”. El mobiliario era muy escaso pero, poco a poco, apelando a la generosidad de las personas a las que habían conocido, pudieron conseguir los muebles y enseres más elementales.

La primera Misa en el primer Centro del Opus Dei en Guatemala se celebró el 19 de agosto de 1954. Por diversas razones -entre otras la inestabilidad política por la que atravesaba el país- no fue posible celebrarla antes ni dejar reservado al Santísimo Sacramento. A esa Misa, oficiada por Mons. Rossell, asistieron también algunas personas con quienes habían tomado contacto, entre ellos varios jóvenes profesionales: el Dr. Ernesto Cofiño, Walter Widmann, Alfredo Obiols, José Falla, .... En febrero de ese año había llegado a Guatemala un joven ingeniero peruano miembro del Opus Dei, y pocos meses después -desde México- otros dos profesionales: Víctor Del Valle, arquitecto, y el abogado Enrique Fernández del Castillo. Eran ya cinco personas del Opus Dei y eso amplió considerablemente la labor apostólica y el número de personas que acudían a las diversas actividades, y pronto varios guatemaltecos pidieron la admisión en la Obra.

El 24 de octubre de 1955 llegaron a Guatemala, procedentes de México, seis muchachas jóvenes de la Obra para comenzar la labor apostólica con las mujeres. Se alojaron en una casa que un grupo de señoras habían alquilado con ese fin, aunque estaba casi sin muebles; poco a poco lograron instalarla para que funcionara ahí una Residencia de estudiantes universitarias y una Escuela Hogar. Enseguida comenzaron los cursos y actividades en la Residencia, y la Escuela Hogar empezó su andadura con varias muchachas provenientes del interior del país.

Ya a fines de esa misma década de los años 50's iniciaron las primeras labores apostólicas en el país: la Residencia Universitaria Ciudad Vieja, para estudiantes varones, y la Residencia Verapaz, para muchachas universitarias. En 1960 se pone en marcha Kinal, una labor apostólica dirigida a obreros y oficinistas, en una casa de un barrio modesto en la periferia de la ciudad, en la que se imparten cursos de formación técnica, humana y cristiana, para ayudar a los jóvenes de aquel entorno a mejorar y salir adelante; en ese entonces sólo tres de cada diez muchachos en edad escolar asistía a la escuela secundaria.

Las mujeres del Opus Dei habían comenzado una labor similar, en una casita que les facilitaron muy cerca del basurero municipal. Las señoras que conocían la labor fueron las encargadas de dar las primeras clases, y muchas mujeres del barrio y de los alrededores se fueron acercando a Junkabal, como fue llamada desde el inicio.

Con estas y otras iniciativas se va ampliando la labor apostólica y se llega a un número cada vez más amplio de jóvenes y mayores, de todos los oficios, profesiones y clases sociales.

(Con apuntes tomados de “Un mar sin orillas”. Rodriguez Pedrazuela, Antonio. Ediciones Rialp. Madrid, 1999)