Situada en un extremo de Barcelona, en un barrio obrero poblado básicamente por inmigrantes, Brafa quizá sea la única escuela del mundo en la que se puede permanecer toda la vida – los alumnos más jóvenes tienen seis años, y los mayores casi ochenta – y en la que padres e hijos comparten el mismo profesorado e instalaciones. Brafa, cuyo nombre resulta de las iniciales de baloncesto, remo, atletismo, fútbol y alpinismo, los primeros deportes practicados en la escuela, cuenta en la actualidad con mil alumnos, de los cuales la mitad son chicos de entre 6 y 18 años y la otra mitad – los comprendidos en el programa senior – son mayores. Además acuden a Brafa otras mil personas adultas – el programa master – para participar en torneos de competición.
Pionera como escuela deportiva, Brafa lleva más de cuarenta años dedicada a la formación integral de la persona, especialmente de la juventud, a través del deporte. Los chicos acuden a Brafa un par de horas dos días a la semana, tiempo que complementan mediante competiciones o excursiones los fines de semana. A su paso por los vestuarios, en medio de la sesión de entrenamiento o en el aula durante la explicación técnica de algún deporte, se aprende a ser ordenado en el uso del material deportivo, a tener sentido de equipo, a no humillar al contrario, a disculpar los fallos del compañero, a ser generoso, a esforzarse para alcanzar una meta... Una larga lista de objetivos desmenuzada por Antonio Villanúa, director del departamento pedagógico, quien destaca que "en un marco de esparcimiento, de descanso y de juego el niño, el adolescente, y también el adulto, se muestran más receptivos a la hora de adquirir nuevos comportamientos y hábitos; de esta manera, desarrollan más ampliamente su relación con los demás".
Estas características contribuyen a dar a Brafa un ambiente muy especial, que atrae a cuantos se acercan a ella quizás buscando únicamente un lugar donde tener ocupados a los hijos a la salida del colegio o un medio de mantener una salud amenazada por el exceso de trabajo. "Y aquí descubren que se les da liebre por gato", afirma, recurriendo a la paradoja, Ignasi Taló, director de Brafa y atleta de elite, a quien se ve a menudo entrenar dando vueltas a la pista de atletismo.
Los que aprecian estas notas distintivas de Brafa desentrañan sin demasiada dificultad las razones últimas de la existencia y funcionamiento de la escuela: "Ya sé de dónde ha salido todo esto", comentó el padre de varios alumnos después de haber visto la película de una tertulia con el Beato Josemaría Escrivá. Brafa nació en 1954 por el deseo de varios jóvenes, algunos de ellos fieles del Opus Dei, de fomentar la formación integral de la persona a través del deporte, una actividad que entonces era su pasión y después, para algunos de ellos, sería también su profesión. Con el tiempo, Brafa se convirtió en escuela deportiva y en obra corporativa del Opus Dei, lo que significa que esta Prelatura de la Iglesia católica se responsabiliza de la formación espiritual y humana que en ella se imparte.
Brafa ha puesto todos estos años al alcance de buena parte de los vecinos del distrito de Nou Barris (189.000 habitantes sobre el total de 1.643.500 de la ciudad) no sólo sus instalaciones, sino también una oportunidad de superación personal y de promoción humana y un cauce de formación cristiana (hay cursos de catequesis, de preparación para la Confirmación y de orientación familiar), en un ambiente en el que se registra un alto índice de fracaso escolar y un cierto desarraigo de la práctica religiosa.
Uno de esos profesores de Brafa es José Carlos Saneufrasio. Cuando llegó a la escuela deportiva, hace 23 años, no pudo acabar la carrera de 600 metros, que formaba parte de las pruebas de ingreso, lo que no le impidió ser admitido, porque la escuela, que no es sólo para deportistas de elite, pretende sencillamente desarrollar las capacidades físicas de cada persona. En la actualidad da clases a diversos programas, y entre sus alumnos cuenta con padres e hijos. José Carlos debe a esa labor docente su definición profesional, ya que su buena mano con los niños le llevó a cambiar su preparación como economista por la de profesor. Brafa ha estado presente en su juventud, en su formación profesional y... en su boda. Hace unos meses, cuando contrajo matrimonio, entre los regalos que le hicieron sus antiguos compañeros y alumnos había una camiseta de Brafa firmada por todos ellos.
El artículo completo ha sido publicado con Documentación, noviembre de 1996.
Texto: Emili J. Blasco
Fotos: Archivo de Brafa