El Salto, en un barrio marginal de Santiago de Chile

El Salto inició su actividad en el barrio de la Recoleta con un dispensario médico y un centro de apoyo a madres. En la actualidad, tres sólidos edificios han reemplazado a la modesta construcción de los comienzos. Las nuevas instalaciones permiten ofrecer atención médica y diversos cursos de formación profesional: talleres de cocina, tapicería, artesanía, decoración y jardinería.

La Recoleta, situado a los pies del cerro San Cristóbal, es un barrio de Santiago de Chile que cuenta con unos 140.000 habitantes, de los cuales el 80% viven en condiciones de pobreza. Los residentes son trabajadores de clase social media-baja, la mayoría pequeños comerciantes, artesanos, peones de la construcción, proveedores en los varios mercados de la ciudad, etc., con un salario medio de 250 dólares al mes por familia, casi siempre obtenido por el trabajo de dos personas. Se trata de una población caracterizada también por unas ingentes necesidades de salud y una alta incidencia de alcoholismo.

“Con El Salto”, señala Juanita Arteaga, asistente social y directora del proyecto, “los habitantes de Recoleta y de otros ayuntamientos de Santiago de Chile tienen acceso a una extensa oferta sanitaria: medicina general, con consultas de enfermería y psicología, además de un programa de rehabilitación de alcoholismo y drogadicción. Junto a la salud, queremos dar capacitación laboral a través de talleres, cursos y clases de enseñanza básica para adultos. A partir de 2003, a todos estos servicios se ha añadido el de la atención dental. En total, se calcula que han sido casi 14.000 personas las que han acudido a El Salto”.

Servicios médicos

Entre las nuevas instalaciones, destaca el policlínico, que atiende de lunes a viernes consultas de pediatría, ginecología y reumatología. Se cobra un precio módico, por el que los pacientes tienen acceso a exámenes médicos, medicamentos y, si es necesario, radiografías y escaners. “El botiquín de medicamentos”, señala Arteaga, “es una habitación clave en el policlínico. Gracias a las donaciones que recibimos de algunos laboratorios y de médicos amigos, puedo decir que estamos muy bien surtidos”.

En 2003 aumentó la demanda de algunos servicios, como el de pediatría, que registró al final del año un total de 13.833 pacientes registrados. Además, El Salto adquirió, con destino a sus dos consultas de atención dental, unos aparatos de rayos para diagnósticos complejos. Aproximadamente 6.700 personas han sido atendidas en el Policlínico y 3.200 se han beneficiado del servicio de odontología, que incluye, para los niños, la posibilidad de seguir un tratamiento de ortodoncia. “En el futuro queremos agregar a la lista de servicios médicos una consulta de oftalmología”, dice Juanita Arteaga.

Alcoholismo y atención mental

El Salto también dedica importantes esfuerzos a un programa de rehabilitación de personas alcohólicas y drogadictas. En 2003 se llegó a tratar a 154 personas en esas circunstancias. En este proyecto cada paciente es atendido por tres profesionales: un psiquiatra, una enfermera y una asistente social. Gracias a esta ayuda, un buen número de personas llevan ya doce años de abstinencia. Un señor de 72 años, que todavía trabaja como cargador en un mercado de Chile, es antiguo paciente de este programa. Relata así su experiencia: “Llevo casi 15 años sin beber alcohol, ni siquiera una cerveza. Mi historia comenzó a los 15 años. Íbamos a jugar fútbol y para refrescarnos tomábamos una bebida con vinito. Así surgió en mí el gusto por beber, cada vez más, y llegué a enfermar tanto que pensé que me iba a morir. Entonces mi mujer y mi nuera me trajeron a El Salto, donde un doctor me trató y me ayudó a poner remedio a mi problema. Doy gracias a Dios por esta suerte”.

Por otra parte, gracias a un acuerdo con la Universidad de los Andes, desde julio de 2003 El Salto ofrece servicios en el campo de la salud mental. Profesores y estudiantes de Psicología de esa universidad han establecido un “campo clínico permanente” en el que un psiquiatra, tres psicólogos y nueve alumnos del último año de la carrera ofrecen asistencia médica en materia de salud mental de niños y adultos. Algunos de ellos son pacientes crónicos de patologías serias cuya atención requiere tratamientos costosos que no están en condiciones de pagar. Es el caso, por ejemplo, de una señora que angustiada por el comportamiento de su hija y por la falta de recursos para afrontar su atención psiquiátrica, decidió llevarla a El Salto. El diagnóstico de los médicos fue que padecía una fobia social: no podía expresarse y el contacto con la gente le producía palpitaciones y fatiga. Después de un año de tratamiento ha sido dada de alta.

Isabel Margarita Diez, directora de estudios de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes, dice que ha constatado en El Salto una característica fundamental para el éxito de la medicina: la actitud abierta de los pacientes ante el tratamiento. “Pienso que el secreto está en el ambiente familiar que encuentran en el policlínico, un ambiente positivo que les ayuda a comprender su problema y a querer superarlo”. De la misma opinión son Francisca, María Paz y Cristina, alumnas de sexto año, que han participado en la planificación de un taller para la prevención de drogas y alcoholismo.

Industrias domésticas

El Salto alberga también una serie de talleres laborales donde se ofrece capacitación a mujeres. De este modo se ha fomentado la creación de pequeñas industrias domésticas que suponen una ayuda económica importante para la familia. Los cursos desarrollados –de pintura, cocina, moda, principalmente- tienen varias utilidades. Además de dar una cultura, son un tiempo de entretenimiento, y en muchos casos cumplen con una función terapéutica. Para el año 2005 está prevista una oferta de doce talleres: tapicería, artesanía, crochet, repujado en estaño, cortinaje y decoración, huerto, plantas medicinales, jardinería y cuatro especialidades de cocina.

“Fui una de las primeras alumnas de El Salto, cuando todo el centro se reducía a una casita de madera, acogedora pero humilde”, recuerda Luzmira Silva Candia. “Asistí a varios cursos, que nos permitieron a mí y a otras muchas más con el tiempo formar una pequeña industria doméstica. Recibí clases de policromía, pastelería, tejido, cuidado del enfermo, etc., y siento una gran satisfacción personal, porque he aprendido a hacer muchas cosas útiles. Junto a los talleres, asistíamos a charlas de formación cristiana en las que aprendíamos a tratar a Dios y a amar a la Iglesia”.

Si desea recibir más información o colaborar económicamente con El Salto puede dirigirse a:

Juanita Arteaga Dirección: Antonia Prado 0199 - Recoleta (Santiago de Chile)

Tel: 56-2-6215763

Fax: 56-2-6224636