El Jara Club (Madrid) cumple este curso su 55 cumpleaños, un aniversario redondo que coincide con dos eventos importantes: su cambio de sede a la calle Menéndez Pidal, 35 y la clausura del proceso diocesano de la Causa de Canonización del matrimonio Alvira , primeros padres de esta asociación juvenil, primeros presidentes del Patronato e impulsores fundamentales de lo que hoy es una casa querida por miles de familias, cuyos hijos han pasado desde 1958 por Pablo Aranda, 16.
El matrimonio formado por Tomás Alvira y Paquita Domínguez fue clave en la puesta en marcha del primer club juvenil desarrollado por personas del Opus Dei en España. De la experiencia de su hogar y de los conocimientos educativos de ambos surgió una idea trasplantada ya a los cinco continentes; algo más que asociaciones juveniles: una segunda casa donde muchas familias han encontrado un complemento adecuado para la formación de sus hijos como personas íntegras, aprovechando al máximo el tiempo libre.
Sin embargo, la primera piedra del Jara Club la puso San Josemaría a finales de la década de los años 50. Durante una visita de Tomás Alvira a Roma, el Fundador del Opus Dei “nos habló de lo conveniente que era establecer Clubes para chicos de poca edad, porque entonces es cuando hay que empezar a darles criterios”. Fruto del amor a la juventud, de su gran pasión por la familia y de su fe en las palabras de San Josemaría, esta sencilla indicación se convirtió pronto en una realidad.
Junto con otros padres, Tomás lideró el desarrollo de un club juvenil para chicos jóvenes en el que el tiempo libre se convertiría en una ocasión de oro para hacerles mejores personas, mejores cristianos y mejores ciudadanos. Él mismo figura como arrendatario del chalet de Pablo Aranda, 16, la sede de siempre del Jara Club , que ahora se traslada para seguir creciendo y poder estar a la altura de sus circunstancias.
Tiempo, palabras y obras
Uno de los ocho hijos de este matrimonio ejemplar fue de los primeros socios del Club. Él mismo cuenta que “cuando mi padre era presidente de la sociedad que promocionó el primer Club juvenil para llevar a cabo una de tantas iniciativas apostólicas impulsadas por San Josemaría, se encontró con una posibilidad muy buena de adquirir un inmueble en la calle Pablo Aranda, 16, de Madrid. Se trataba de un chalet cercano al Instituto Ramiro de Maeztu que reunía unas condiciones adecuadas para el desarrollo de la labor de formación con chavales jóvenes, de la que se iba a ocupar el Jara Club. Pero para asegurar la compra era necesario adelantar un dinero con urgencia. Aunque eran extraordinariamente pudorosos para hablar de cualquier cosa propia que pudiera sonar a virtud, en una ocasión le escuché a mi madre contar que aquel trance del pago inmediato de un adelanto para asegurar la compra del chalet lo resolvió mi padre yendo a la cartilla de ahorros y vaciándola. En este caso, como en otros, mi madre hablaba con el único propósito de ensalzar la virtud de mi padre. Pero es evidente que ella compartía totalmente que hubiese actuado de ese modo”.
Y así empezó el primer Club juvenil: con unos padres interesados en formar íntegramente a sus hijos, que supieron estar a pie de obra durante su puesta en marcha hasta estos extremos de generosidad que agradecen desde siempre todas las familias que han pasado y pasarán por el Jara Club.
Tomás Alvira, siempre unido a Paquita, fue el primer impulsor del Club, el arrendatario de la sede, el primer presidente del Patronato y, de momento, él y su mujer son los primeros padres del Jara con el proceso de canonización en marcha. Todo un ejemplo de matrimonio pionero, a la vez asequible y cercano. Un modelo para muchas familias, del Jara Club y de los cientos de asociaciones juveniles que se reparten ahora por todo el mundo. Y para los que hasta hace unos meses pasaban por Pablo Aranda 16, y ahora han empezado a hacerlo por Menéndez Pidal, 35, serán siempre unos intercesores claves.
Siempre a mano
El primer director del Jara Club, José María Echevarría, comenta: “Que don Tomás estuviese al frente del Patronato, o Junta de padres de los socios, era fundamental para las demás familias, por su prestigio y valía como educador”. Y añadía a continuación: “Éramos muy jóvenes y teníamos que continuar la labor apostólica de un club como el Jara, que venía prestigiado por abundantes frutos apostólicos y una creciente labor.
En esas circunstancias, la presencia de don Tomás en el club Jara fue el asidero seguro ante lo que imaginábamos, no sin razón, una labor de tanto calibre. Manejarnos con los chavales, a eso sí que podíamos llegar nosotros, pero hacerlo con acierto y sentido profesional, y sobre todo las relaciones con las familias, al menos en ese arranque del primer año, recayó en buena parte en don Tomás, y también en los demás padres que formaban la Junta, pero en la que don Tomás ocupaba un lugar relevante sin ninguna duda y al que, ante cualquier apuro y agobio, recurríamos con más facilidad, pues le teníamos siempre cerca, y si era necesario acudíamos al Ramiro de Maeztu a verle. Nunca le noté agobiado ni agitado por los problemas que le planteábamos. Y eso que era el subdirector de todo un Instituto como el Ramiro de Maeztu, con miles de alumnos y, además, estaba empeñado en sacar adelante la inicial andadura de Fomento de Centros de Enseñanza. Tenía el don de la suavidad, y una sonrisa y afabilidad inagotables.
Los apuros económicos que le presentábamos en el Jara de un día para otro, o la compleja organización -así lo juzgábamos nosotros-, de un festejo para las familias, por ejemplo, no le sacaba de su habitual serenidad y no sólo lo resolvía sino que además te infundía paz”.
Un modelo de padres
55 años después de aquellas primeras piedras, el cariño por el matrimonio Alvira sigue vivo en el Jara Club. Pasan las generaciones, pero el agradecimiento permanece. José Antonio Vicens , director del Club, destaca que “tanto Tomás como Paquita son un ejemplo de matrimonio audaz: siempre pensando en los demás, en robustecer la familia, en aportar personas maduras a la sociedad, en ayudar a preparar cristianamente a los jóvenes que serán el futuro de nuestro país. Para nosotros, aunque no les conocimos, son un referente constante. Desde que se abrió el proceso de canonización de los dos a la vez les tenemos más a mano. En el libro del 50 aniversario del Jara quisimos darles el protagonismo que ellos nunca buscaron, pero que sin duda se merecen. No es un protagonismo televisivo o publicitario: es un protagonismo “docente”, como seguro que le gustaría a don Tomas: ellos son un ejemplo vivo de lo que deben ser los padres del Jara Club. Ellos son un libro abierto para todos los matrimonios que, de verdad, quieran implicarse y acertar en la formación de sus hijos. Ellos enseñan con su santidad cercana que apostar por los hijos cueste lo que cueste es una autopista hacia al Cielo”.